Domingo de Sanfermin, exceso de personal, muchos corredores por delante y muchos más por detrás. Tras el paso de los toros ha comenzado a generarse un montón en la misma entrada de la plaza. Unos cincuenta corredores dan con sus huesos en el suelo y uno de los cabestros, que se había rezagado, les pisotea y les pasa por encima. Para evitar que las reses retornen sobre sus pasos desde el coso se ha cerrado la segunda de las puertas de la plaza y, debido al montón, la entrada ha permanecido abierta.
Más allá de las magulladuras de quienes se han visto implicados en el montón, esta curiosa circunstancia ha provocado una imagen nunca recordada en el encierro. Más de doscientas personas se han quedado encajonadas entre la segunda puerta de la plaza y el flujo de gente que empujaba desde fuera. Esta situación claustrofóbica ha degenerado en indignación y, como muchas cosas de Sanfermin, finalmente en cachondeo y alegría.