Poco antes del comienzo del encierro los corredores que van a correr en el primer tramo, el de la cuesta de Santo Domingo, se encomiendan a la imagen de San Fermín, el patrón de las fiestas, con una canción que dice:
“A San Fermín pedimos,
por ser nuestro patrón,
nos guíe en el encierro
dándonos su bendición”.
Desde 2009 se añade la estrofa en euskera por iniciativa de los corredores del encierro:
«Entzun arren San Fermín
zu zaitugu patroi
zuzendu gure oinarrak
entzierru hontan otoi».
A continuación, los corredores gritan «Viva San Fermín». Y lo mismo en euskera, «Gora San Fermín».
En el origen del canto hay cierta confusión. Esto se debe a que sus autores y quienes lo hicieron mundialmente famoso no son los mismos. Realmente esta canción se hizo conocida internacionalmente por estar incluida en el repertorio del grupo musicial Los Iruña´ko. La difusión fue tanta como la extensa e intensa carrera de este grupo en la década de los años 50 y 60 del siglo XX.
Sin embargo, la autoría original recae en una cuadrilla de Pamplona de los años 50. Ellos fueron quienes la crearon y la usaron para ser entonada por todo el mundo, sin pensar específicamente en un canto al santo. Los Iruña´ko realizaron su versión y así está legalmente registrada para Columbia Records y Zafiro y explotada en iTunes por Open Records. Después de la fama que alcanzó la canción, varios mozos comenzaron a usar el tema antes del encierro desde los años setenta, cuando, se creó la costumbre de cantar al santo en la hornacina.
El Capotico de San Fermín
Un «capotico» es un capote pequeño que cubre a la figura real de San Fermín en la capilla y a la pequeña de cincuenta centímetros a la que los corredores se encomiendan antes de cada carrera. Existe un dicho en lengua castellana que apunta que «Echar un capote» quiere decir ayudar a alguien, de la misma manera que los hacen los subalternos al diestro cuando éste se ve en un apuro en un lance con el toro.
El capotico de Sanfermin haría las veces de subalterno milagroso ante las situaciones inéditas e inexplicables que se dan en un encierro. Es por ello que tanto creyentes como los no creyentes, se encomienden a él ante seis toros salvajes sueltos. Y la verdad que a veces parece mágico, más que azaroso, que no ocurra nada tras las innumerables incidencias que se dan en un encierro. Situaciones imposibles que bajo la cita de la protección de San Fermín a través del «Capotico» encuentran mayoritaria respuesta.