Pío Guerendiáin en la gatera © Javier Martínez

Ritual

Somos lo que hacemos repetidamente», Aristóteles

Con el albor de una mañana de Pamplona, antes de que salga el sol. Uno de los muchos corredores habituales del encierro se despierta y se prepara para su reto diario. Lo hace lenta y deliberadamente, con precisión. Se asegura tanto de estar usando la camisa correcta, como de la forma en que anuda el pañuelo y los cordones de los zapatos. Todo tiene que ser así;  y así es desde su participación en la oración a San Fermín, hasta el lugar exacto donde aguardará para correr. Allí, en la misma ventana o puerta de la calle donde siempre espera. Luego, cuando el primer estallido de un cohete resuena en el casco viejo y en los corazones de la multitud, besa un pequeño collar con la imagen del santo. Repite este ritual siempre tres veces y luego siente que está listo.

Pero solo entonces.

Es una escena que va mucho más allá de Pamplona y mucho más allá del encierro. Se repite en muchos otros lugares y en otros tantos escenarios. Es el futbolista que se inclina para tocar el suelo del terreno de juego mientras corre al comienzo de un partido. Es el actor quien hace la señal de una cruz antes de subir al escenario implacable o entusiasta. Es la madre que canta a su hijo para que se duerma todas las noches después del mismo baño y la misma historia que garantizará que su pequeño se calme rápidamente.

No faltan los rituales en las fiestas. Desde el Alfa del Txupinazo, hasta el Omega del Pobre de Mi, se crea una sucesión de representaciones semejantes de los que han pasado día anterior, el año anterior, el siglo anterior. Los rituales están en el corazón de una fiesta que, a primera vista, parece caótica, anárquica y desestructurada. Esta sensación de anarquía es sólo parcialmente cierta: en realidad, hay orden en el caos. Durante todo el día de fiesta hay puntos de orden y estructura. Como prueba, acudir a la oración mañanera a San Fermín, con sus estrictos horarios, manifestación coordinada y estructura impecablemente observada. Es el ritual que da paso al cohete para soltar a los toros, sin él el encierro carecería de un signo de exclamación apropiado.

No busques más allá de la corrida vespertina, esa tragedia se desarrolló en tres actos y se repite seis veces. Discurre repleta de rituales: del desfile de las cuadrillas, la apertura de la puerta, los actos de los propios toreros, los cantos y música de la multitud, los colores, los trajes, los símbolos y los movimientos. Es una obra ceremonial que se observa todas las tardes de la misma manera que lo ha hecho durante décadas y, desviarse de ella, sería recibido con desprecio y burla. La corrida se mantiene para volver a conectar a la gente con sus raíces y sus historias. Crea nuevas historias para superponerlas a los años de relatos ya publicados. Como dice Miller Williams; “El ritual es importante para nosotros como seres humanos. Nos une a nuestras tradiciones e historias ”.

En una nota más científica, hay muchos indicios de que los hábitos y rituales ayudan a nuestro cerebro a comprender que están en el camino correcto. Nos da un sentido de propósito e incluso nos permiten desarrollarnos. Sin embargo, el problema con esto es que quedarnos estancados en hábitos y rituales puede sofocar nuestra variedad y aprisionarnos en un ciclo de comportamiento que finalmente nos inhibe y crea una sensación de inseguridad una vez que nos alejamos de ellos. Los rituales nos conectan con nuestro pasado, pero quizás también nos encadenan a él. Se debe lograr un equilibrio, después de todo, muchos rituales son beneficiosos, divertidos o ambos, entonces, ¿por qué querríamos prescindir de ellos?

Es fácil argumentar que muchos rituales son una rutina sin sentido que no solo tiene muy poco propósito, sino que solo afianza supersticiones incomprensibles y promueven el comportamiento obsesivo. El cristiano que hace la señal de la cruz no rechazará el mal, no hará ningún milagro y no cambiará nada. Es un gesto, un placebo, una acción desechable. No es una transacción sino una “norma codificada” como destaca Luis Miranda. La norma codificada apunta a una autoprogramación de actividades en lugar de una conexión genuina con la razón original del ritual. En una cita que no hace una distinción, ni positiva, ni negativa del resultado, Charles Reade ha dicho; “Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino”.

Algunas investigaciones indican que los rituales pueden aumentar nuestra percepción de valor y aumentar el sentido de pertenencia. Esto está en desacuerdo con aquellos que evitan la noción de hacer las cosas repetidamente y prefieren la espontaneidad. El cristiano que hace la señal de la cruz podría argumentar que su gesto sí tiene valor, conectándolos con su fe, recordándoles lo que representan y la importancia de sus valores espirituales.

Esta conexión entre ritual y espiritual está muy extendida. Peter Hollingworth destacó su importancia al decir: “Disfruto de los rituales y las ceremonias. Lo que no me gusta es cuando se hace mal o descuidadamente. En realidad, se trata de una cuestión teológica: las formas que adoptamos, las acciones que llevamos a cabo, la forma en que hacemos las cosas son, por así decirlo, un sacramento ”. Mientras que Chesterton lo expresó de manera similar; «Ritual siempre significará privarse de algo: destruir nuestro maíz o vino sobre el altar de nuestros dioses». Para una celebración de la combinación de espiritual y ritual, no busque más allá de la fiesta de San Fermín.

La Fiesta es una combinación de mundos, que ofrece piezas orquestadas que vienen una y otra vez. Sin embargo, la fiesta también proporciona un escenario para que la espontaneidad exista y prospere dentro de ciertos parámetros. Tenga en cuenta que los rituales de la fiesta normalmente tienen lugar dentro de algún ámbito, entre algunos límites; la Plaza de Toros, el Ayuntamiento, las calles cerradas del encierro, la Catedral. Mientras tanto, la calle abierta proporciona un espacio para que se explaye la espontaneidad. Los dos términos pueden existir uno al lado del otro.

Sin embargo, el mundo moderno nos ha mostrado dos cosas. La primera es que vivimos en tiempos impredecibles en los que una pandemia global como el Covid-19 puede poner un fin abrupto a nuestra forma de vida normal. Esto ha incluido fiestas por toda España y más allá, incluida Pamplona. El impacto del Covid ha demostrado que nuestros maravillosos rituales son algo genuinamente realizado con delicadeza; frágil y al capricho del destino. El bien mayor percibido por la sociedad al implementar restricciones ha demostrado que las fiestas son realmente prescindibles y tienen una prioridad menor que la seguridad pública y preservar la vida.

La segunda cosa que hemos visto es que podemos haber sentido un profundo pesar por la pérdida de las fiestas, pero pudimos soportarlo a través de nuestra resiliencia colectiva. En parte, esto está bajo la bandera de una promesa del próximo año; una promesa de que las fiestas volverán y podremos apoyarlas entonces. Lo que también está claro es que la pérdida de las fiestas, con sus impactos económicos y morales, es una carga que no nos ha destruido.

Entonces, ¿qué aprendemos de esta situación sobre el valor de nuestros rituales cuando consideramos que son prescindibles y somos capaces de cargar con la carga de su pérdida? ¿Esto los devalúa o simplemente demuestra que hay una causa superior en lo que respecta a la vida humana? Algunos dirían que el Covid ha demostrado que muchas cosas que apreciamos, incluidas las fiestas, son simplemente efímeras y deberíamos estar preparados para deshacernos de ellas. Otros argumentarían lo contrario, señalando que nuestros rituales también actúan como una fecha, un punto desde el cual y hacia el cual siempre podemos navegar.

En 2020 los rituales desaparecieron y solo podíamos confiar en nuestros recuerdos; los recuerdos de las fiestas que se han ido. Al menos el Covid no ha podido destruir nuestros recuerdos. Sin embargo, somos nuestros recuerdos. Sin ellos tropezamos, vacíos y secos como las áridas losetas del reseco suelo de las Bardenas Reales. Nuestros recuerdos no son simplemente recuerdos de eventos y emociones. Nuestras memorias no sirven simplemente como una biblioteca o un catálogo. Nuestros recuerdos son mucho más que un punto de referencia.

Nuestros recuerdos son nuestras historias, y estas historias están entrelazadas con nuestras vidas, nuestras comunidades y con otras vidas que tocamos y sentimos. ¿Qué somos sin nuestras historias? Nuestras historias nos hacen quienes somos. Con el tiempo nos ayudan a moldearnos, a guiarnos y al final nos sirven para definirnos y escoger el camino que tomamos. Los rituales son solo una de las formas en que contamos esas historias. Los rituales respetan las historias y dan color y vida al pasado, pero en última instancia permiten que se transmitan a una nueva generación que las conservará, las llevará al corazón, las absorberá en su propia esfera y las revivirá, para volver a contarlas. Las historias viven en un ciclo creciente; en un grupo de círculos cada vez mayores.

Los rituales convierten nuestras historias en leyendas y convierten a la gente en héroes. Los rituales mantienen vivas nuestras historias.

Imagen del chupinazo de san fermin lleno de gente y con los gaiteros saliendo del ayuntamiento

Esencia

«La esencia del placer es la espontaneidad».

Germaine Greer.

Al final del encierro en Pamplona, ??la adrenalina al límite se suaviza y la sensación de alivio, la satisfacción, la realización personal e incluso la decepción ocupan su lugar. Al mismo tiempo, en medio de un Kaiku, coñacs, cafés y conversación, los pensamientos giran en torno al desayuno.

Hubo un tiempo en que grupos de corredores daban un corto paseo por la Plaza del Castillo, cruzando Estafeta hasta la calle de la Merced, donde encontraban algunos bancos fuera de La Raspa y se sentaban. La multitud variaba día a día, pero al final se convertía aquello en un asunto relajado donde un grupo de amigos comía un desayuno sencillo, compartía unas cuantas botellas de tinto con gaseosa y charlaba en un ambiente de camaradería satisfecha.

Mientras tanto, una jota fantástica flotaba sobre un mesa cercana. Siempre fue la manera perfecta de pasar el día y hacer la transición entre el drama del encierro y el ritmo de la fiesta.

Ahora no.

Ahora todas las mesas están reservadas: reservadas de antemano para las «personas adecuadas» y el improvisada desayuno ha sido sustituido por un evento gestionado por etapas. El concepto mismo de espontaneidad ha sido sacrificado porque el “evento” del desayuno es tan popular que todos quieren participar. Todos quieren un trozo de esa tradición y que se vea que están allí. Cuando la esencia de una cosa se desvanece lo que resta es un sucedáneo artificial del original.

Lo hemos visto antes de muchas maneras. Si alguna vez has soñado con visitar un monumento famoso o un sitio notoriamente hermoso, entonces serás consciente de que la verdad no coincide con el sueño. Esa vista increíble a través de las Cataratas del Niágara, a través del Gran Cañón o subiendo desde el Mall hasta el Palacio de Buckingham no es algo que puedas disfrutar de la forma que imaginaste. Esto se debe a la gran masa humana que se interpone en el camino de tu mirada. El bosque de paloselfis, o pértigas del ego como alguien ha descrito, debe ser vadeado y cualquier fotografía debe ser capturada en ese mismo instante, cuando un grupo de turistas japoneses, escolares británicos o un tour en autocar estadounidense no se encuentra en el lugar adecuado.

Los sitios populares son populares por una razón: la gente cree que vale la pena verlos «en persona». Su esencia es algo que vale la pena disfrutar en persona. Sin embargo, al hacerlo terminamos matándolos a través de la popularidad. Pumphrey lo describió como el «trato del diablo», y esa experiencia decreció sobre manera, no solo porque hay que compartirla con docenas de mochileros antípodos, sino también porque esa sensación de intimidad, esa conexión personal, está comprometida.

Es muy fácil saltar y culpar al muy moderno fenómeno de las redes sociales por gran parte de esto. Después de todo, la actitud que impulsa a tantos de nosotros a compartir nuestras vidas con el resto del mundo ha encontrado un hogar natural en la era digital. No solo eso, sino que hay un tema que acompaña la necesidad de demostrar cuán increíbles son nuestras vidas al compartirlas con el mundo.

Como resultado el paloselfi impregna las visitas a un monumento o sitio famoso y todo tiene que ser capturado como evidencia no solo de eso, de que estuvimos allí, sino que además vivimos el momento más increíble mientras tanto.

Sin embargo, no sería justo culpar a esto únicamente por el aumento de las redes sociales. Mientras los humanos han sido capaces de viajar por placer y han podido compartir esa experiencia, han existido quejas por el exceso de gente y se han echado a perder.

El famoso Gran Tour europeo fue un viaje esperado para los miembros más ricos de la sociedad británica, particularmente entre los siglos XVII y XIX. Sin embargo, incluso desde entonces hubo quejas de que el circuito estaba demasiado lleno y era demasiado ruidoso.

Como escribe la profesora Kathleen Burke: «A menudo se comenta el comportamiento indisciplinado y a veces violento de los jóvenes ingleses; sin duda, para el personal de las embajadas británicas en el extranjero, las actividades de los visitantes ingleses, -cada uno compitiendo con el otro,  para ver quién es el más salvaje y el más excéntrico-, ha sido una de las principales preocupaciones. Incluso los rusos quedaron impresionados por las cohortes de jóvenes salvajes ingleses que encontraron en las ciudades del oeste Europa.»

Henry Fonda cámara en mano en el recorrido del encierro como si fuera uno de los fotógrafos de Sanfermin.com
Henry fonda en el encierro aparece en la cinta de Orson Welles. 1961

Hemingway también reconoció el lado negativo de la popularidad de algo tan querido. Pamplona fue áspera, como siempre, abarrotada… Una vez escribí Pamplona, ??y lo hice para siempre. Está todo allí, como siempre lo estuvo, excepto que se agregaron cuarenta mil turistas. No había veinte turistas cuando fui por primera vez … hace cuatro décadas.

Las redes sociales simplemente han exacerbado esto y han contribuido a ello a nivel global. Haga un viaje a San Sebastián, hogar de los más maravillosos pintxos y tapas, y verá lo que la popularidad le ha hecho a esta cultura. El principio de las tapas, cómo funcionan las tapas tradicionalmente en los pueblos y ciudades españolas, ha sido borrado. En su lugar, hay una versión mucho más orquestada y apta para turistas, en la que los bares no quieren que la gente se presente para comprar una mini y un pintxo. Ahora te entregan un plato y te alientan a que permanezcas largo rato y gastes mucho para que las cajas registradoras suenen. (Esto no es para denigrar la gastronomía de San Sebastián, que es sobresaliente).

No es así como funcionan las tapas en otros lugares, pero San Sebastián se ha hecho popular a escala mercurial. Cuando esto sucede se alcanza una masa crítica y algo tiene que ceder. Como señala Hassan Bougrine; «… la esencia de la economía capitalista es la necesidad de ‘hacer dinero’”. No es de extrañar que la tradición esté distorsionada. Aunque quizás algunos dirían que la realidad es más positiva, una evolución que les brinda a los clientes lo que desean. Dado que una alta proporción de los presentes en la ciudad vasca son viajeros extranjeros, la evolución al ‘turismo de tapas’ no es sorprendente.

La belleza intensa de las aldeas de pescadores de Cornualles es un atractivo tal que aquellos con ingresos suficientes han estado comprando casas de vacaciones allí durante muchos años. Esto ha tenido un impacto tan negativo en las comunidades, que han destruido efectivamente las aldeas fuera de las temporadas de vacaciones, y existen prohibiciones de compra de segundas viviendas en varios lugares de Cornualles.

Señor tocando la guitarra de risas en Sanfermin
Foto de Javier Martínez de la Puente

La esencia de una cosa es tan frágil, tan preciosa y tan difícil de comprender que cuando la alcanzamos, se desvanece. Al igual que agarrar un puñado de arena en la playa, cuanto más apretada la sujetamos, menos podemos sostenerla y antes se desliza entre nuestros dedos y desaparece. Rara vez intentamos destruir la esencia de una cosa intencionalmente, simplemente nos damos cuenta de que ha ocurrido casi a escondidas cuando la verdad de nuestro impacto se manifiesta ante nosotros, aparentemente de la nada. Sin embargo, destruir la esencia de algo es lo que ciertamente hacemos.

Con algo frágil y deseable, la respuesta seguramente sea manejarlo con cuidado. Queremos alcanzar y agarrar algo que brilla y, sin embargo, como los cristales de hielo, el mismo toque puede destruirlos. En este caso, es más inteligente disfrutar de una cosa en el momento y estar preparado para alejarse, cambiar y sacrificar lo que amamos por no destruirlo. Esto no es fácil porque, en el momento, normalmente estamos superados por el deseo de hundirnos en la experiencia. De manera similar, a menudo destruimos algo tras una pequeña incisión y es posible que no lo reconozcamos hasta que sea demasiado tarde.

Seguramente, tan pronto como sintamos que lo que amamos corre el riesgo de ser dirigido o que su esencia haya sido comprometida o eliminada por la popularidad, deberíamos estar preparados para alejarnos. Tal vez deberíamos estar preparados para alejarnos mucho antes de eso. Tomemos como ejemplo el desayuno tras el encierro. Si asistimos todos los días, ¿estamos esperando demasiado de esto? ¿Estamos forzando la diversión a cumplir con una expectativa o simplemente estamos contribuyendo a la destrucción de su esencia? Una vez que algo se convierte en rutina, ya no es especial.

Esto no quiere decir que esas cosas deban cesar y que muchas personas encuentran placer en la rutina. Algunos incluso dirían que son capaces de aferrarse a la esencia de algo incluso cuando es una rutina.

Una de las quejas más comunes es que el encierro ha sido destruido por ser demasiado popular. Los reclamantes señalan las calles concurridas y la alta proliferación de corredores no españoles (que se estima en un 45% en 2017) como factores que contribuyen a ello. Hable con cualquier «divino» y ellos generalmente anhelarán un momento en que las calles estaban más tranquilas, cuando tenías espacio para correr y cuando realmente podías ver a los toros. La esencia del encierro se ha ido, reemplazada por mochileros, principiantes e ilusiones.

La evidencia no apoya totalmente esta opinión.

Paloselfi en el encierro de san fermin

El encierro ha sido popular durante mucho tiempo y la aglomeración no es un fenómeno moderno. Viejas fotografías en blanco y negro e incluso rollos de películas muestran calles abarrotadas, una concurrida Plaza de Toros, amontonamientos y barreras llenas que se remontan muchas décadas atrás, todo aparentemente sin terminar con la esencia del encierro.

Además, el apiñamiento moderno no está empeorando según las cifras publicadas por el Ayuntamiento de Pamplona. Un artículo publicado en sanfermin.com destacó el hecho de que algunos años, como 2012, vieron a más de 20 mil corredores participar en los 8 días, mientras que otros lo hicieron mucho menos. Se estimó que 2017 tuvo alrededor de 16 mil corredores. Los volúmenes también varían dramáticamente de un día para otro. Parecería que un corredor paciente y determinado puede encontrar espacio en el día correcto si espera su tiempo y se arriesga.

Entonces, si bien es cierto que a menudo suavizamos lo que amamos y destruimos su esencia, a veces lo que amamos no está realmente muerto y solo tenemos que verlo de forma ligeramente diferente. Quizás, como en San Sebastián, necesitamos experimentarlo de otra manera y volver a aprender lo que es la esencia ahora. En última instancia, debemos reconocer que la esencia de una cosa es fugaz, transitoria y debemos disfrutar de todo lo que podamos mientras dure.

Imagen de Iñaki Vergara con los toros en abanico en la calle Estafeta.

Eminence

by Matt Dowsett. Photo Iñaki Vergara.

(Written with thanks and appreciation to AFH for his valuable contribution)

“A plague on eminence! I hardly dare cross the street any more without a convoy, and I am stared at wherever I go…”

Igor Stravinsky

It is a very human trait to want to be respected, to be highly knowledgeable and to elevate oneself, not only within a social circle, but far beyond. Some would argue that it is innate; linked to our evolution and the limbic system – that part of the brain that primarily integrates emotions, motivations and behaviours. Darwin maybe would have argued that it is actually in our genes as it ensures that the elevated ones are sure to get the girl, to get fed.

Thackeray derided he who would not strive for eminence as “a poor-spirited coward.” Washington Allston would seem to agree in saying: “I am inclined to think from my own experience that the difficulty to eminence lies not in the road, but in the timidity of the traveler.”

In this modern world the desire to attain these heights has a more immediate and less forgiving arena in the online space. The push for “likes” and the need for the most “followers” on a profile drives an online behaviour that appears to be a search for fame and influence. It is even possible to measure how much online influence a person has through their “Klout” score. And it is not simply about posting dreary nonsense in order to get clicks. Andrew Gill has pointed out that: “as social media is becoming more prevalent, and people and companies are using it to make purchasing and hiring decisions, the role of social eminence is becoming critical.”

Small wonder that everybody wants to rise; this is not just influence. In ‘Leviathan’ Hobbes wrote that: “Man strives for power after power and it ceases only in death.” What is power? Eminence! Or as Hobbes more correctly put it: “‘Natural power’ is the eminence of the faculties of body or mind, as extraordinary strength, form, prudence, arts, eloquence, liberality, nobility.”

Little wonder that we strive for eminence when, deep down, we believe it will give us power.

But remember that true eminence is not just about being well known. It is possible to become well known overnight; that is fame. It is also not just about having great knowledge. It is possible to attain great knowledge through the application of ones own appetite; that is being learned. True eminence is about being respected for ones knowledge and experience, being well known for it and, as a result, having influence.

Seeking to advance oneself is always a dangerous game. The temptation to cut corners, cheat a little or even to walk over the bodies of rivals to advance is never far away. Beware that a person is never too high to fall, but more than that, reputation is a valuable treasure that is easily lost. As Baltasar Gracian said: “A single lie destroys a whole reputation of integrity.” Elevate, go and climb higher, but remember “The high road is always respected. Honesty and integrity are always rewarded.” (Scott Hamilton).

Additionally, Nicholas Chamfort pointed out that: “Eminence without merit earns deference without esteem.” Anyone seeking this level should expect to have a long wait and be prepared to put in the effort. But they also need to be careful. “Knowledge can be heady stuff, but easily leads to an excess of zeal – to illusions of grandeur and a desire to impress others and achieve eminence… Our search for knowledge should be ceaseless, which means that it is open-ended, never resting on laurels, degrees or past achievements.” So wrote Hugh Nibley, perhaps warning against hubris and its results.

In the world of fiesta and the encierro, there are plenty that seek an exalted position, despite there being few formal roles. The collective has no appointed leaders or positions of authority and yet many are drawn into the contest to become known, to become respected and to be seen as a figurehead for the masses in fiesta. Newcomers will attempt do demonstrate just how much they know about the history of fiesta. Perhaps they will even write a book, a blog or an article. Others will try to make their name in the encierro and gain respect through that route. Some will simply opt for longevity; returning to fiesta year after year until they naturally assume a position of respect.

Yet none of this is guaranteed to result in eminence. The person who returns time and again to Pamplona may be respected but could simply have lived the same fiesta thirty times over and never learned anything outside of the few bars and streets that they frequent. In the encierro the camera lies and a runner can make it look as though they have had an amazing run, eventually the truth will out. Not only that but respect in the encierro comes from proving oneself not just day after day, but year after year, as Nibley inferred.

Even after all of this, status in the encierro can lead to a false sense of importance. To be regarded as “divino” or divine carries a number of connotations; being so elevated as to be considered saintly, having reached a pinnacle of performance that leads to the runner being beyond reproach, but also a sarcastic or mocking term for a runner who believes themselves to be worthy of this status. To be divino is not necessarily something to aspire to. The divino who challenges the gods of the encierro can soon encounter nemesis in “valiente” form.

There is no shortage of fiesta attendees that are prepared to seek to be someone, to be known. AFH said: “I think the denial of the urge to eminence false, a pose, but its overindulgence ugly.” This implies a fine balance between feeding the desire for influence and not becoming a caricature. The question also has to be asked; “What good is power in fiesta? What does it serve and where does it lead?”

The search for eminence is at odds with the loose and chaotic nature of fiesta. In the maelstrom of Los Sanfermines, wielding power is contrary to the spontaneous, raw alegría. It inhibits it, it seeks to work against it in setting rules in an arena where the suspension of rules has long been celebrated as a cornerstone of fiesta.

And what are these cornerstones?

It could be argued that the key elements are faith, brotherhood, music, food and liberality. These do not leave much room for power to be assumed and employed, except perhaps in the world of faith. Look at the street during fiesta and you will see the evidence of the removal of controls: no or very few police or officials, the people spilling out onto the road, a huge and unmanageable mass allowed to be self-regulating, a 24-hour life, spontaneous bursts of music and dancing, a largesse that the city bathes in.

This is no place for power except that which is confined to pockets of friends or collections of the like-minded. It is a deluded kind of power as there is no real effect. The scale of San Fermín repels power leaving those who desire it to scratch out their exposure where they can: on snatched television interviews, holding court in a bar or restaurant, online activity and the written word that rapidly becomes litter, floating around the dirty streets.

Power and influence are fleeting. Everything passes and fades with time, and even the greatest leaders are only remembered in dusty history books. Shelley and his contemporary Horace Smith correctly observed that great empires fall into dust. In his poem, Ozymandias (written at the same time as the work of the same name by his friend, Shelley), Smith mused: “…what powerful but unrecorded race, once dwelt in that annihilated place.”

Some will tell you that the best parties in San Fermín are the exclusive ones, invitation only, in character-laden apartments of the old town and frequented by aficionados and their groupies every year on a certain day of fiesta. Actually the true joy of fiesta comes from diving into the swirling whirlpool of humanity and letting the flow take you with it. The white and red of Los Sanfermines may seem to some like an inhibiting uniform or a banal lack of individualism, but it is actually to be envied. The anonymous spirit can ignore all expectations and simply surrender to the flow. Power and influence come with shackles, while ignorance is bliss. How many long-term fiesta luminaries yearn to return to the fiestas of their youth? Not only to be young again, but to be free again – free of the responsibilities, burdens and expectations that come with age and influence. The faceless power of the collective alegría is stronger than the individual who has worked for 30 years to be respected on the street.

Up on the balcony of the Casa Consistorial at 11:55 on 6th July, a line of the powerful and influential stand in their pristine white clothes. In their hands a petite glass of cava. On the face of it they are the great and good of the city, the region, but in reality they carry only grey eminence. The masses do not care about them; in fact they regularly jeer at them, chant rude songs and even throw things at them. Up on the balcony it is all polite and careful conversation as they observe the seething mass below on the plaza. The crowd swirls and surges, the joy is about to explode into rapture while the eminent and influential look politely on.

“Isn’t it a marvellous view from up here,” observes one politician.

“Yes,” replies another, wistfully, “but I would rather be down there.”

Funes. Navarra.

Decepción, por Mat Dowsett

«El arte de agradar, es el arte del engaño», Luc de Clapiers

Tengo en mi poder una bella fotografía, tomada por mi esposa con una cámara SLR digital básica, corriendo un encierro en Navarra hace unos años. Para mí la imagen es tan buena que sería muy difícil mejorarla. En la toma se me ve por la calle, sin hacer estupideces, con los cuernos de los toros que se acercan tras de mí dando un aire fuerte de peligro y también de belleza.

Los edificios de la ciudad y el vallado ayudan a enmarcar el momento. No hay nadie en la toma mas que un corredor y los animales. Un encierro. Lo que lo hace más dramático es el hecho de que se obtuvo en blanco y negro, lo que permite una atmósfera cambiante. Si corriese un millón de encierros apenas podía esperar una imagen mejor e incluso el gran Jimmy Hollander me ha comentado la calidad de esa foto.

De hecho esto es sólo una parte de la historia. La imagen no es una mentira, pero tampoco es totalmente honesta, y aunque me encanta, también detesto abusar de ella sabiendo que no transmite la totalidad de ese momento en Funes, Navarra, hace casi una década.

«La fotografía siempre ha sido capaz de manipulación» escribió Joel Stenfield, y él estaba absolutamente en lo cierto. No hay ningún truco de Photoshop aquí. No hay ningún truco añadido. No hay manipulación del color, contraste o brillo. El original no ha sido alterado, excepto por el hecho de que ha sido recortada. Ahí reside la diferencia.

En la versión original, sin recortar, se puede ver que hay otros corredores a mi izquierda y derecha que aclaran que no estaba solo, no era el único corredor en peligro. La versión original también deja claro que estábamos llegando al final de la carrera y el refugio de las barreras estaba a sólo una docena de metros de distancia. Lo que es menos evidente es la distancia real a la que los toros estaban detrás de nosotros. La cámara actúa para acortar estas distancias, lo que significa que no estaban tan cerca como la imagen sugiere. Eso no quiere decir que no estuvieran cerca, pero ciertamente teníamos un poco de espacio para respirar. En la imagen el toro aparece por debajo y en la versión sin recortar no tan buena como la modificada.

«La fotografía es sobre descubrir qué puede suceder en el marco. Cuando pones cuatro aristas alrededor de algunos hechos, cambias esos hechos», Garry Winogrand.

Así que la hermosa imagen, recortada de la original es un engaño. No hay crimen aquí, pero ciertamente es un engaño.

No hay nada inusual en esto. Desde los albores de la fotografía e incluso antes de los orígenes del arte del retrato, los seres humanos hemos tratado de enmarcar nuestras experiencias y nuestra imagen de la manera más halagadora posible. Siempre queremos que el artista o el fotógrafo «saquen nuestro lado bueno». A nadie le gusta una imagen poco favorecedora y es muy poco probable que entonces la enseñe. Me di un paseo por las redes y esta situación se hace evidente: la imagen es todo. La presión sobre las personas para extraer sus vidas hacia las redes sociales con el fin de retratar una vida perfecta es abrumadora.

Esto no es diferente en Pamplona cuando llega el encierro, fotografiado a una pulgada de su vida, se convierte en el escenario final para el ego, y también para el engaño. A media tarde, después de que el drama de la carrera se ha alejado con el calor, las tiendas de fotos bullen como una colmena. Entre los turistas y los mirones que observan las fotos con admiración en los ojos, hay también un número de corredores que buscan desesperadamente esa imagen casi perfecta que prueba su valor como corredor, que demuestra su valor dentro de esta familia de aficionados que llevan la carga de la expectativa como un atlas moderno. Para correr el encierro de manera diferente a como lo haría un novato hay que soportar una parte de esta expectativa. Se convierte en una necesidad de demostrar, una necesidad de mostrar evidencia, una necesidad de justificar y una necesidad de satisfacer la autoestima. Ir a Pamplona, correr toda la semana y disfrutar es magnífico, pero salir sin evidencia de los triunfos es un desastre para muchos, a pesar de las opiniones de Marco Aurelio a Kipling.

The perfect image. Photographer: Javier Martínez de la Puente
The perfect image. Photographer: Javier Martínez de la Puente

No es de extrañar que el engaño se arrastra; Tiene un hogar natural en el anfritrión para adherirse.

Howard Jacobson escribió; «… cualquiera que no puede soportar mirar el reflejo de su conciencia en el espejo de un crimen, sólo tiene que aplastar el espejo para sentirse inocente».

Tomando prestada esta cita también podríamos decir que cualquiera que no puede soportar o aceptar una mala carrera sólo tiene que cambiar la historia para sentirse mejor. De esta manera se emplea el segundo elemento de engaño, manipulando el cuadro mental más que el físico.

«La verdad es lo que digo que es», dijo Jacob Kerns y así, después del encierro, hacemos nuestros sutiles cambios; Recortando el recorrido real aquí y allá para apartar las partes indeseables, añadiendo un poco de color extra para hacerlo más atractivo, cambiando la lente de un ojo de pez a un teleobjetivo que estrecha el campo de visión. De esta manera terminamos con una versión más cómoda y una imagen que somos más felices de compartir para descartar. Hay que olvidar siempre, porque no hay crimen si alguien tiene una mala carrera. No necesitamos reinventar todo. No todas las experiencias tienen que ser retratadas en una luz positiva. Pero somos humanos. Entonces, ¿con qué frecuencia hemos escuchado a los corredores afirmar que el cuerno de un toro los amenazaba por escasos centímetros cuando, en realidad, eran muchos? ¿Con qué frecuencia hemos escuchado los corredores afirmar que estaban justo en frente de los toros cuando estaban más adelante o fuera a un lado? No es de extrañar que el Bar Txoko después del encierro se conozca a veces como «Liar’s Corner» (El rincón de la mentira).

Ray Mouton, escribiendo en su libro «Pamplona», expresó lo siguiente: «Parece que las exageraciones son la regla, no la excepción, entre los estadounidenses en Pamplona. Muchos exageran el número de veces que han estado en Pamplona, ??el número de veces que han corrido con los toros, así como golpes, moratones, varetazos, arañazos e incidencias menores con los cuernos. Una especie de compulsión inexplicable supera a algunos norteamericanos en Pamplona que aprovechan la fiesta como una oportunidad para la autopromoción, y los escritores a menudo actúan como protagonistas sinceros cuando realmente realizan publicidad encubierta de sí mismos, ofreciendo una imagen Hemingwaysquiana.

La tradición puede haber comenzado con el mismo Hemingway que exageró en las noticias que envió desde Pamplona y en cartas a amigos como Ezra Pound. “El hombre mezquino está ansioso de hacer alardes, pero desea que otros crean en él. Se entusiasma con el engaño, pero quiere que otros le tengan afecto. Dirige su vida como si fuera un animal, pero quiere que otros piensen bien de él», apuntó Xun Kuang.

Por lo tanto, no es inusual oír una historia de un encierro que ha sido dramáticamente embellecido. No es raro ver que las palabras de un mozo no coinciden con las imágenes en la televisión, en internet o en los periódicos. El engaño puede ser increíblemente sutil, inocente, o puede ser una mentira grotesca.

Entonces, ¿Qué es lo que accesorio y lo trascendente en esta cuestión? En resumen, está mal, y es barato hacer afirmaciones que no son ciertas. En un evento tan noble como el encierro de Pamplona? Los corredores deben mantener su integridad. Esto no es sólo para sí mismos sino para la reputación del encierro como un todo y la comunidad que lo rodea. Cuando alguien miente sobre sus logros puede obtener cierta gratificación temporal, pero no más que esto -el resto se devaluará-.

¿Quién es mejor, un buen corredor que exagera o un corredor medio que es honesto acerca de sus limitaciones? Los medios de comunicación social parecen favorecer a la primera, con tristeza. «Se supone que un periodista presenta un retrato imparcial de un evento, una visión desprovista de emociones íntimas. Esto es imposible, por supuesto. El encuadre de una imagen, por su propia composición, representa una elección. El fotógrafo elige qué mostrar y qué excluir «, apunta Alexandra Kerry.

¿No deberíamos ser imparciales sobre nuestras propias demandas? Antes de emplear demasiada indignación justa, pregunte quién no ha hecho esto. ¿Nadie? ¿Nunca? ¿Quién no es culpable de esto aunque sea de alguna manera? ¿Y qué es tan terrible sobre el uso de un lenguaje ligeramente más descriptivo cuando se habla de algo visceral, intenso y profundamente personal? Antes de condenar primero recordemos que reside en la naturaleza humana exagerar. Rufus Wainwright habló de hacer lo mundano fabuloso y Marina Tsvetaeva escribió: «Un engaño que nos eleva es más caro que una serie de verdades bajas». ¿Entonces dónde está la solución? ¿Intentamos cambiar esto o aceptamos que los humanos siempre emplearán el engaño y no hay nada que podamos hacer al respecto? En última instancia, lo llevamos en nuestra propia conciencia, pero debemos saber que cuando engañamos en el encierro no estamos producimos ningún beneficio y además estamos abiertos a la contradicción gracias a la cobertura de los medios de comunicación y muchos otros testigos. Nos estamos haciendo trampas al solitario, sólo nos estamos engañando a nosotros mismos.

Mientras tanto mi propia fotografía permanece a un álbum, en lugar de permanecer orgullosa en una pantalla.

Barriers

Change

By Mat Dowsett

“When looking back doesn’t interest you anymore, you’re doing something right.” Anon.

Around a decade ago there was a lot of dissatisfaction aimed at the moves to make the encierro safer around La Curva. The use of a coating on the street to give the bulls more grip was at the heart of this change. Whether or not it was the only factor, there was certainly something going on and morning after morning the bulls seemed to be going around La Curva cleaner than they ever had, the occasional exception noted. At the time I wrote a piece asking; “What future now for La Curva?” The famous “threading the needle” run from the doorways of Mercaderes and up onto Estafeta was gone, perhaps for good. The photographers massed on the barriers are still able to capture images fit for the newspapers, but the heyday of running the curve is gone.

This has caused a lot of heartache but also a lot of denial as runners cling on to the past and find themselves trying to reproduce it, but only end up standing the street as the arse-ends of cattle move swiftly away from them. There are runners who want a return to the old days and would rather the manada broke up on the walls of the famous curve, but it seems that the current state is here to stay, for a while at least.

Pamplona and the fiestas have been changing for as long as anyone can remember, and even longer than that. In some ways the changes are glacial – a small element here and there – a new feature, a new rule, a new bar, a new venue. Other changes are swift and sure but are absorbed into fiestas with barely a second glance. Remember when the bandstand was abandoned for the huge stage in the Plaza del Castillo?

Other changes feel more significant such as the bulls on La Curva or the red line down on Santo Domingo.

Over the years there have been some very dramatic changes. The txupinazo was nothing like the spectacle it is now and evolved through various stages, including a man letting off a rocket in the Plaza del Castillo surrounded by a small group of bemused children, eventually reaching the mass participation event it is now. The encierros have also moved hours not once but multiple times to reach the 8am start that is in place now. High kerbstones and round cobbles have been replaced by flatter pedestrian areas and even the encierro route has changed significantly, the last time being in the 1920s.

Some will argue, and with justification, that the changes are not always justified and are often for more sordid reasons. In Pamplona this will often come down to money and reputation. The Ayuntamiento does not want to have the stigma of deaths on its hands and so is likely to keep making changes to ensure the encierro is safer and safer – the cost of popularity. Other changes are to extract every last Euro from the pockets of the million people that turn up to party in the old city. It is certainly the case that not all changes are for the better, no matter how inevitable they are, and not all changes are done with an honest and transparent intent.

Many changes are received on a personal level. Old timers will particularly bemoan the loss of Casa Marceliano on the Calle Mercado off Santo Domingo. This bar and hostal has a kind of legendary status among the long-standing fiesta lovers as being a famous hangout, bed for the duration of fiestas, or perhaps just one night, and spiritual home of a number of fine American and Western bull runners until it was closed down in 1993 and absorbed into the council buildings. Old timers will wistfully talk about the good old days and the strong implication is that if you never drank in Marcelianos then your history is not worth considering. An elitism grows up around the past as a clique of the chosen ones looks down patronisingly at the newcomer wannabes. Yet all is in constant flux and the fashionable bars often fade out of favour as other places drift into the sphere of influence. It is not uncommon to see lone old timers sitting grimly outside Bar Windsor, gravely clinging onto the past.

It is understandable. Humans have a reluctance to change and to move on. There is a very natural desire to yearn for “the good old days”, but we do this with blinkers, ignoring or forgetting those parts of the past which, if we had to live with them again, we would find intolerable. John Green rightly said that “Nostalgia is inevitably a yearning for a past that never existed.” Memory is selective and tends to favour the positives over the negatives. We view the past from our comfortable middle age, our affluent self-confident and our assumed wisdom, forgetting that 20, 30, 40 years ago we were not affluent, confident or wise. Sure, we were young, but we did not truly know what to do with it and now we are left mutter variations of the classic lines from Elizabeth Akers Allen; “Backward, turn backward, O Time in your flight, make me a child again just for tonight!”

Karen Ann Kennedy sums it up very nicely when she says:

“There is a difference between thinking about the past and living in it. Sometimes we live in the past because it’s familiar – we know what happened; there are no surprises.”

She goes on to say:

“Living in the past is a problem because it robs you of the opportunity to enjoy the present.”

I would go a step further when it comes to San Fermín. Living in the past only encourages a new generation to venerate something they never witnessed, to aspire to something that is long gone and to disown the present. In doing so this deprives us of the honest happiness of the future.

“Tout passe, tout lasse, tout casse…” goes the French proverb, and it is true.

Whenever we are faced with change we go through a curve taking us from denial, to resistance, to acceptance and finally to moving on. How quickly we move through the change curve depends on many factors, not least how invested in the change we are personally. We can move through quickly, unconsciously even but if things go wrong or we hate the change then we can be stuck in different stages like an old timer, sitting alone outside a bar, still thinking that it’s 1969.

That’s not to say that there is no place for nostalgia and romance. These are a pair of benevolent old souls that visit us from time to time. We should always humour them, listen to them and smile at their stories, but then we should wave them farewell until they pass our way again.

San Fermín will go on changing and there may be some intolerable changes to absorb. Consider that in San Sebastian de los Reyes they have moved the encierro to 11am. Imagine that in Pamplona if you can. And, horror of horrors, one day we may have to face the ultimate change in the loss of the encierro totally. Younger and younger people will come to fiestas and they will care less and less for your history, your traditions, your stories and particularly the way you think fiesta ought to be enjoyed. What will you do? Will you stubbornly hide away under the shadow of huge parasol, mulling over the past, or will you embrace the change?

As Alan Watts said:

“The only way to make sense out of change is to plunge into it, move with it, and join the dance.”

Sharing, by Mat Dowsett

“You are what you share”, Charles Leadbeater.

A few years ago I went alone to Navarra in September to photograph the fiestas and to run a few encierros while I was there. Staying on the edge of Pamplona my morning drive daily took me south and west to Peralta, Olite and other typical Navarran towns where the fiestas come later in the summer. It was a colourful but sober week as I took hundreds upon hundreds of photographs. Later I realised that, despite being there, enjoying my time and occasionally meeting friends, I was not truly in fiestas but was on the periphery. I was an outsider looking in, poking my lens towards a familiar world but staying right on the threshold. Even when I put the camera down to have a drink or to run I was conscious of being alone, being on a schedule and being being restricted. I came back from Navarra with some beautiful photographs and some nice memories but with a sense of having been on assignment rather than on holiday.

On one of the mornings in Peralta I had a very scary but ultimately rewarding encierro – full pelt with nowhere to go and the horns of a toro closing in very fast as I timed my exit to perfection and breathed sighs that were both relief and exhilaration. It had been my best run of the week, the summer and probably much longer. In that post-run turmoil of emotions and memories I wanted what most runners want; I wanted to share it. It is a very human thing – we like to break things down and analyse them, to get perspectives, to relive and re-enact. I didn’t want to share to boast about the run, I just wanted to go through the process. But I was alone. So I shared my encierro with a caña and a coffee in a little bar and later, when the adrenalin had worn off and my need to share was gone, I drove off to the next fiesta feeling that, somehow, the experience was missing something. I felt as Charlotte Bront? did when she wrote; “Happiness quite unshared can scarcely be called happiness; it has no taste.”

The very notion of sharing almost hints at its own reward. Any modest event can be heightened by the multiplication factor of others having gone through the same thing. Mass participation events always seem to generate an incredible vibe or movement that far outstrips the quality contained therein, such to the point that people just want to be able to say that they were there.

Not that there is anything wrong with solitude. Thoreau said; “I never found the companion that was so companionable as solitude.” The truth and purity of an experience holds its integrity far longer if not shared – it is less likely to be tainted by exaggeration, embellishment or downright dishonesty. This is because our experiences are both fragile and fleeting. From their birth they instantly growing, distorting and gradually moving away from us as we try hard to hold onto them, keep them fresh and not lose their value. We share them to try to maintain or even increase their value – ultimately to keep them alive.

In our world of social media, instant data and the associated hunger to expand our personal brand, it is easy to share. Experiences fly around the globe in an instant, shrinking that world and allowing us to share on a phenomenal scale. And my, but we do like to share! We share updates of our every movement, our meals and every “funny” video uploaded to YouTube. We share philosophies, challenges and political viewpoints. We share our love, our hate and our indifference. The world is in a sharing boom, yet trawl through all of that data and what is its value? When you look back at the volume of content you have shared over the last 10 years or so, just how much of it is still alive for you in the same way? How much of it would you share all over again?

“Visibility without Value is Vanity.” Bernard Kelvin Clive.

I have shared a picture on social media a handful of times. It is a picture of me with two other friends on the opening day of fiestas in Tafalla, Navarra. We are wearing the traditional fiestas clothes, clutching drinks and singing our heads off. It is a wonderful image of a wonderful memory of a wonderful moment for me and I have obviously found it worth sharing more than once. Yet, the value is not in the sharing online as those who were not there cannot add to its value and those who were, already appreciate the value. What keeps that moment alive is the memory of the day itself and the warmth of the friendship that exists.

“Even though friends say they are interested in your life, they never really want to talk about you as much as you want them to,” said Charise Mericle Harper, and this hints at the belief that sharing can be a law of diminishing returns – the true intrinsic value is only represented by the picture. Look at the works of the surrealist artist Rene’ Magritte – he challenged us to look at things and to assess what they truly are, what they truly mean, what they truly represent and ultimately if they are worth what we think they are.

Something shared stays alive in its purest form for only a short time and what follows is that desire to keep it alive. Truly we don’t do that online but in our hearts. A couple of years ago our small group was in Buñuel in southern Navarra. We were running a few modest encierros. One of my dearest friends, and one I go back to my first year in Pamplona with, was with me and we were running in a quiet section of the streets. The dice roll fell favourably, the Gods of the encierro smiled on us and we ran up the street almost side by side, the pack of horns closing steadily, but almost benignly and we stepped out of the way calmly and together as the herd shot up towards the church of Santa Ana.

It was a moment we shared. We turned to each other and smiled with the mutual happiness and mutual understanding of a nice run that had gone well. “That’s why we do this,” I said to my friend, “that’s what it’s all about.”

We didn’t need to go over the run in detail. The value was much more philosophical than that. It was a nice run and we had shared it in the moment. No amount of analysis would improve it. Racking up hundreds of “likes” on Facebook would not give it extra value. Holding it in our hearts with a smile would be enough to sustain it.

There have been so many other trivial, short-lived, personal and fleeting moments, whimsical moments even, that I have shared in the 15 years of fiestas of Navarra, Spain and beyond. Imagine a time running down the street with a friend and singing the lyrics of a Rolling Stones song at each other. How do you share such a thing beyond the pair of you without somehow diminishing the true value? How do you explain the laughter gained from a comment in the moment, an atmosphere, a sudden piece of music, an amusing incident? Sharing is voluntarily given but also voluntarily received and while we can dictate the medium in which we launch our content, we cannot dictate how it will be interpreted. As Antonio Porchia said; “I know what I have given you…I do not know what you have received.” Often our good intentions will simply be met with ambivalence or worse, utter contempt. That is often the price of sharing. Sometimes the old ribald comment of “you had to be there,” is absolutely correct, so why try to breathe artificial life into something that has none?

I am with Jose Panate-Aceves and John Hayes with their; “Discover the fulfilment of intimate relationships with flesh-and-blood neighbours and teammates in a concrete place and time, and we escape the pressure of mainstream media to channel intimacy only as a virtual embrace.”

Somewhere in between the loneliness of solitude and the loneliness that drives over-exposure to the world through social media is where the true value of sharing sits. Only we can decide where that actually is, but perhaps the final judge is in reflection. Ultimately there is a beautiful joy in having shared something wonderful, but not over-shared it.

© Pío Guerendiáin. Tim Pinks viendo el encierro de verde en la ventana.

FROM UNBRIDLED ANTICIPATION TO EXHAUSTED CALM, by Tim Pinks

San Fermin ‘16 and a San Ferdream

San Fermin. Two of the greatest words in language.

‘’And so have ended the Fiestas of San Fermin…’’ Some of the most melancholy words…but so they sang, and we sang too, with the closing ‘Pobre-De-Mi’ ceremony, as this year’s Fiesta faded explosively away – only in Pamplona can something fade away ‘explosively!’ – and thus the unbridled anticipation of July 5th gave way to the exhausted calm of July 15th.

And personally, due to circumstances, I have not had such a San Fermin in a feria long time, (gawd-awful pun…sorry!) Actually, not so much as ‘in a very long time’, but ever, in a way, as something special happened which I’ll come back to at the end of this piece, as it involves me and I usually prefer not to be the centre of attention but to participate, and be involved in, and then be swamped and finally submergedby fiesta.

Writing about myself is just not my thing, (although I have to occasionally) especially when it comes to writing such things as these Sanfermin.com articles, as I would rather write about other people and events than myself. I honestly like neither the ‘me’ in ‘media,’ or indeed the ‘i.’ Which leaves us with just the ‘da’ and I have no idea what that might mean. Hey ho, la-di-da…

But first things first. Along with the melancholy of saying goodbye to fiesta, we also had the sadness of saying adios, (hopefully, actually, just ‘hasta luego’) at a special Mass, to three true Sanfermineros who left us over the year. More of which below. And then, at the end of August, came the shocking and incomprehensible news of the oh-so-sudden and unexpected passing of that great running man, Julen Madina.

Some events are just unthinkable in their shocking “I just can’t believe it” suddenness, and Julen’s death was one of those. I didn’t know him too well but had a wonderful chat with him at Bar Txoko this year after one of the runs, and all I can say is he was on top form, with his personality, charm and charisma shining through. He was more interested in me than talking about himself. I may write more about him another time, but I did do a piece on him for these pages, after I’d had a long telephone conversation with him a couple of years ago, and, for those who are interested, you can read it here.

Julen Madina. Un corredor sin igual.
Julen Madina. Un corredor sin igual.

However, some words have to be said, and I shall leave them to his great friend Joe Distler. These words are not something Joe wrote after deep thought, for some newspaper or magazine, rather they were straight from the heart and direct off the cuff comments to me in a private email after Julen’s death. So with his direct permission…take it away, Joe.


‘As for Julen I have been in a state of total depression since he died. We had run together for over 40 years since we were practically kids. He was one of the first Spanish runners to recognize us as equals. This means nothing to young runners today but for years the Spanish, except for Atanasio, looked down on us. Miguel Angel Eguiluz, Chema Esparza, Jokin Zuasti, Javier Solano (yes, he was a good runner before becoming the voice of encierro,) Antonio Campeon and Julen came up to me one day before the run and one after another wished me «suerte». It was like receiving the Academy Award. Hard to realize how important that was to us as foreign runners.

Then I was the first foreigner ever invited to the Runners’ Breakfast at Casa Paco on the 14th, followed by Jim Hollander and now we outnumber the Spaniards.

Over the years the friendships we have made with our Spanish bull running friends in Pamplona have become an important part of our lives. There is a mutual respect and understanding of living all the traditions of the encierro and sharing great moments both in the streets and elsewhere. All of us who run will cherish Julen as one of the great Maestros of all time and a run will not go by when we won’t think of him.

If Julen had died on the horns of a bull I would have been sad but not destroyed as we all know what dangers lies in running. But for a powerful force like him to go the way he did is debilitating. I had spoken to him three days before he died, talking about his recovery from being gored a few weeks before. He and his new Lady were planning on visiting me in my home in La Villajoyosa.

I am weak even writing this as I am so affected by his death.

Con un abrazo, Joseph.

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Julen Ayerbe Madina, 1954 – 2016. Un caballero, maestro y mozo extraordinario

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And now, after that truly moving tribute, back to the article. Normally, as I said, I try not to stand out, so let’s start with a wee message to one very important person, who, as I said at one point pre-fiesta at a rather surprise event I was invited to participate in, “wasn’t exactly here, but is around here.” I’d arrived in town for one night on Friday 1st July, and the city’s band, La Pamplonesa, were having a pre-fiesta concert in front of the town hall that evening, to be followed by some local singing and dancing with Navarran jotas.

A little clip of La Pamplonesa, Friday 1st July 2016. The whole concert’s at the end, for those like me who love ‘em!

It was a proper concert too, with a big stage for the band, (it’s a big band.) Along with Director J. Vicent Egea, there are 46 musicians. That makes them bigger than The Rolling Stones! Hundreds of chairs were laid out for people to sit on with many others standing around or dancing, all enjoying the music. Little did I know that it had been arranged that I be invited onto the stage (see? Pamplona – they grab you and make you a part of them) to say a few words to everyone, between the end of the band playing the concert and the start of the jotas.

This was all down to being chosen by Kukuxumusu to be awarded their ‘Guiri del Año’ – Foreigner of the Year – prize. (More of which later, due to the previously mentioned unease with ’me, centre of attention, media stuff, etc.’) Gracias Manuman, for arranging that little bit of public speaking…you may be a cross-dressing six and a half foot tall blue bull sometimes but you’re also a cabron! So beware, Mr. Testis, because my revenge will be sweet… If you ever see me with a large pair of scissors, you’d better start running ‘cos I’m going to de-cojon you.

Oh, by the way, I’d also like to say thanks to Laly Jausoro and Jacobo Roura Formoso. Laly had something to do with all concert stuff and my culo being dragged up on stage to make my wee speech, (and she was the singer during the folk lore part of the concert) and she helped me just feel at ease, while Jacobo, with his calm presence and reassuring sense of ‘it’ll be alright on the night,’ (plus the supply of the odd beer or two!) helped settle any nerves I had left. Osasuna, guiriak!

However, “unaccustomed as I am to public speaking” etc, but having been in town at that stage for several hours I was by then fortified by some of the local medicine, (hic) so it all went okay. Even the song I attempted to sing. I kid you not… Well, they didn’t lynch me. But then, they couldn’t catch me… In all seriousness actually, folks, never in my wildest imaginings could I ever have dreamt that I’d be standing on a stage in front of Pamplona’s iconic Town Hall, before Fiesta, making a speech to hundreds of people after La Pamplonesa had played, and with some Navarran folklore singers and dancers. I have been in Dreamland and it is beautiful.

Oh, and did I write earlier ‘a wee message to one very important person?’ Wrong. To THE most important person. And luckily, at the end of my little speech (again – ‘cos I just like saying it – on stage, with the lit up Town Hall behind me…wonderful, I never could have imagined I’d be doing something like that in my beloved Pamplona,) I did actually remember to mention the fella.


Okay, I know, it’s me…but I have to. What a pleasure and an honour.

So to mi amigo Fermin, my friend, our friend: Please keep giving us your fiesta, San Fermin, please keep trying to protect us with your cloak, oh Holy Man, and please keep covering the town with your alegria, your happiness, you magic man. Some people say you never existed, some say that even if you did, you’re dead now…but I believe differently.

For exist you did and dead you are not. For I have seen the ghosts of fiestas past dancing up on the hill by the Church of San Fermin de Aldapa, (I have you know, folks, and I can prove it, for I see them often.) And, amigos, I have no doubt that our fabled saint is among them. After all, why wouldn’t he be dancing at his own party? Just come along with me during fiesta one darkness hour and I’ll show you some middle-of-the-night ghostly magic.

Sentimental poppycock perhaps? No. Not so much sentimentality as just San Fermintality and friendly fiesta sorcery.

So to my friend and our friend, like I said up on that stage a few days before Fiesta: to a man who isn’t exactly here but is around here ¡Viva San Fermin! Gora.

Now, onwards with the scribblings. From glorious ghosts of the past to friendly phantoms of the present.

NOEL CHANDLER, DAVE PIERCE AND RAFAEL TORRES ARBIZU.

Sadly, Fiesta began once again began with a Memorial Mass on July 5th dedicated to a few people, but I shall concern myself here with just three of them. Those three were of course true Sanfermineros. I wrote ‘Fiesta began…on July 5th’ as I always think of the 5th as ‘San Fermin Eve’ and literally, ‘the advance party.’

Los tres: the Gentleman that was Noel Chandler, the Joker that was Big Dave Pierce, and the Runner who was Rafael ‘El Gitano’ Torres, from Pamplona. I’ve already written about Noel and Big Dave before, over this past fiesta year, during their gentle dance from this Earth to that Fabled Fiesta in the Sky, so I won’t repeat myself again, suffice to say you can read about them both hereand here.

But while we’re here I must just say something about Rafa Torres. I never knew him but I did know of him, of course, as he was one of that group of runners who I aspired to be like when I first went in 1984. From the 1960’s to the ‘90’s he was a true bull runner, and he was from that evocative era when just about everyone ran in red and white, as you can see from the wonderful photo below. He’s the chap citing the bull with his faja, the red sash.

Rafa Torres, with sash in hand, as he'd lost his newspaper during the run, with Madina to his right. A truly moveable feast of a photo, and a perfect San Fermin encierro symphony in red and white.
Rafa Torres, with sash in hand, as he’d lost his newspaper during the run, with Madina to his right. A truly moveable feast of a photo, and a perfect San Fermin encierro symphony in red and white.

Just for the record, the Mass was presided over by Father Felix Garcia de Eulate, but I’d like to also make a special mention of Fermin Baron, known as Pitu to his friends and to many of us as Fer Min Txo, who spoke beautifully and movingly about Noel, ‘The Welsh Lion.’

From the very start, where he began with, “The enormous heart of the old Welsh lion, spent from so much living, has finally stopped beating…” to the very end, ‘’There’s nothing more to say, only that we love you very much, Mister Chandler…always. See you soon, my friend. Safe journey…” he caught the mood wonderfully and emotionally, while not forgetting the other two, either. Fantastico, Fer Min Txo.

Finally, once again one has to thank that dynamic fiesta duo Bunny, and JJ (he’s nicknamed ‘Dance-Dance’ although for the life of me I can’t imagine why,) Centurion, as during a trip to Pamplona for last New Year’s Eve, they asked the previous Pastor at the church, Padre Santos Villanueva, to schedule a mass for Noel. Then when Big Dave died this year he was naturally added, and Joe Distler asked for Rafa to be included too. Such is the wonderful big Pamplona family we are so lucky to be a part of.

And so before fiesta had even begun three more, and then after it, four, of Fiesta’s great Sanfermineros joined the ever growing table where those mythical fiesteros sit. I’d love to have seen the look on Bomber’s face as Noel arrived, running like in the old days, but with glass in hand…and not a drop spilt. While Big Dave would be making them all laugh… A Lifetime of Fiesta Well Lived, Caballeros, with, now, Canito up there to take the photos. ‘Adios,’ caballeros? I doubt that, only hasta luego…

FRANSISCO CANO LORENZA – ‘CANITO’

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The mythical Canito, when he received recognition from Kukuxumusu to mark his 100 years.

I know, I know, this is becoming a parade of the passed, but I have to mention just one more man. To quote the online version of the ‘El Mundo’ newspaper, of Wednesday 27th July, ‘The mythical photographer Fransisco Cano Lorenzo, at 103 years of age, has died in the early hours of this Wednesday.’ Yup, 103 years old…and over 70 of them photographing the world of the bullfight. No, I’m not really an aficionado and I didn’t know him but I’d like to mention him.

I saw him in Pamplona, of course, but never dared speak to him…after all, what do you say to a man who knows the taurine world inside out, and photographed Hemingway, Orson Welles, Sophia Loren and, according to him, ‘the most beautiful woman in the world,’ Ava Gardner? “Hola, señor, my name’s…aw, forget it…”

He lived an extraordinary life immersed in the world of toreros, toros and corridas, and although I’m not qualified to go into it, I wanted to write just a little about him. To remember a man who contributed much not just to fiesta, but to so much more in the wider taurine world…and also, for those who had never heard of him but are interested in these things, well, they now have another name and piece of history they can look into.

Too many families and friends have lost too many special Sanfermineros this past year (the fabulous El Guti died, too, and you can read his about his unique fiesta contribution here. Fiesta and el mundo taurino have lost some extraordinary folk, but such is life, sadly. To you who gave so much during Fiesta, gracias. I wonder, how does Paradise photograph, Mr. Cano? I’ll bet with all the beauty of Earth, plus with some colours unknown to us that you’ll capture magically on film.

And so to those mozos and maestros Rafael, Big Dave, Noel and Julen…may you not only Rest In Peace when you so desire…but Run In Paradise too when the mood takes you. Our beloved City Without Equal will miss you forever.

THE HEMINGWAY FIESTA HOUSE

Julio Ubiña.
Hemingway in Pamplona, 1959. Julio Ubiña.

Here’s one of those interesting (to me) snippets of fiesta history that I’ve been meaning to write about for a while, and now seems about the right time to pop into the past after the above catalogue of present day San Fermin sadness.

Before the 1959 fiesta, due to a slight mix up, Hemingway and part of his entourage had nowhere to stay. I’ve read many reasons why, in various books by a wife, an editor and even a daughter-in-law, about what might have gone wrong, but suffice to say San Fermin was approaching and they were homeless for fiesta.

In the book ‘How It Was’ by Hemingway’s fourth, and last wife, Mary, she makes no mention of any accommodation problem, just that when she and Annie Davis, (the wife of Bill, Americans who lived in Malaga) arrived in Pamplona they failed to find the house that had been rented for them, and so had to go on to the square to find everyone first. They were at a bar, of course…

In ‘Papa Hemingway’ by his then editor, A.E. Hotchner, he puts the blame onto Juanito Quintana, whose job it was apparently to secure bullfight tickets and hotel rooms, but had managed to get neither. Whether this is true or not, who knows, but Hemingway was not angry at all with his old friend, who he’d originally met on his first visits to Pamplona in the 1920’s. As I’ve noticed a couple of mistakes in Hotchner’s book, I’d like to think that blaming Quintana is one too. But…

… In ‘Running With The Bulls’ by Valerie Hemingway, (she later married one of his sons, Gregory) there is a clue that maybe Quintana was in charge of organising a few things. Valerie Danby-Smith, as she was then, was a young Irish journalist working in Madrid in 1959, and who that May had managed to get an interview with Hemingway. He invited her to join his crowd and come to San Fermin, even asking Quintana to get extra corrida tickets and a room for her.

<em>Mary and Ernest, with Valerie on the right. Julio Ubiña.</em>
Mary and Ernest, with Valerie on the right. Julio Ubiña.

She still wasn’t sure about going, but one mid-June day as she was walking past her former residence, the concierge ran out, informing her that a letter and a package had arrived for her. It was from Quintana, saying that he’d made a reservation for her in Pamplona, and that if she couldn’t come, could she let him know by June the 15th? It was now June 16th.

That decided it for her, fate took over, and she was now a part of the Hemingway cuadrilla, his ‘party’ or ‘gang.’ In a nice touch, the package that Quintana sent her contained a copy of Inge Morath’s book, ‘Guerra a la Tristesse,’ a book on bull-fighting. I don’t know why, but I’ve always liked what I’ve heard about Quintana, and that little kind act just adds to my admiration. Apparently Ernest had asked Quintana to send it to her, so she could learn a little about fiesta, and whatever the truth about any mix-ups with the accommodation, he got the book to Miss Danby-Smith.

So no mention there either of any mix up, but it does seem Quintana had been asked to arrange some things and why not, as he was an old friend of Ernest’s and a native of Pamplona. Whatever the truth, pre-fiesta the Hemingways, and their friends, Bill and Annie Davis, the American couple at whose house near Malaga they were based at that summer, were heading to Pamplona via some other bullfights but would apparently be homeless when they got there.

However, a small house was found for them quite quickly, and so just before fiesta the Hemingways’ and the Davis’s soon found themselves ensconced in the aptly numbered and named, 7, San Fermin Street. I doubt even Ernest himself could have made that up. And from now on the story gets a lot clearer, thanks to an article written by A. Ollo, that appeared in the special fiesta supplement from the Diario de Navarra newspaper of July 5th, 2009.

Inside the Casa de Fiesta

 

Hemingway at Bar Choko, (as it was spelt then) in 1959.
Hemingway at Bar Choko, (as it was spelt then) in 1959.

Whatever the mix up in accommodation, the house for that San Fermin nearly sixty sunlit summer’s ago was owned by a friend of Quintana’s, Jose Arrieta Lara, who lived there with his wife Patrocinio Mendizabal, and their four daughters. The newspaper article makes no mention of any problems that the Hemingways may have had with accommodation, or any failure on Quintana’s part, only that Ernest’s old friend wanted to surprise him.

The article goes on to say that Quintana was helped by one Rosalia Guerendain Larrayoz, part owner of a rather well known Pamplona restaurant that Hemingway frequented. Did I say ‘part owned?’ Yup, the other part owners being her eight, yes eight sisters, and whose collective nickname was ‘The Darlings’ which thus gave the restaurant it’s unofficial name.

Properly called ‘Hostal del Rey Noble’ it was more widely known by the nickname given to those nine sisters: ’Las Pocholas.’ Yup, ‘The Darlings.’ And with that house, so close to the bullring and by Half Moon Park, (surprisingly, still a little secret unknown by many foreigners, it seems to me) well, he must surely have provided that surprise. And as for the address, drunk or not…how could anyone forget that?

The only slight problem was one of space, as Hemingway also wanted a writing room, but with some rearranging of rooms, beds and mattresses, etc, a bit of furniture borrowed from relatives and making use of the dining room and basement, the Pamplona family managed to remain in their house while the Hemingways and their friends Bill and Annie Davis were all put up to everyone’s satisfaction.

So a bit crowded it may have been but everyone seems to have been happy and Hemingway got his writing room, too. Quintana supplied ice every day for the great man’s drinks as there was no fridge, and breakfast was included in the price but apparently Hemingway never took it. He was always first out of the house, either to go to Bar Choko, (as it was spelt then) or to watch the encierro…and sometimes no doubt both.

 

The room Hemingway and his wife Mary were in all those years ago. When this photo was taken, the room had hardly changed, apparently.
The room Hemingway and his wife Mary were in all those years ago. When this photo was taken, the room had hardly changed, apparently. Foto Calleja (Diario de Navarra)

I haven’t seen that wee house on any of the official Hemingway tours, although I could be mistaken, but every time I pass the house I say a little thank you to him. The magnificent bust of Hemingway in front of the bull ring is great and imposing and is where many folk obviously go to pay homage, or just to give a nod and a wink, or raise a glass to say ‘salud’…but my little spot is an almost forgotten house where, for all his many faults, a great man, who essentially brought us all here to this magical town, was, even though he didn’t know it then, to spend his final ever San Fermin. Muchas gracias, y salud, Don Ernesto.

Okay…it’s Guiri of the Year time…

 

‘Guiri Day!’ and the Guiri of the Year Lunch. Señor Pinks, (in green) with Mister Testis, (in blue) and assorted lawyers, attorneys and churros makers.
‘Guiri Day!’ and the Guiri of the Year Lunch. Señor Pinks, (in green) with Mister Testis, (in blue) and assorted lawyers, attorneys and churros makers.

As many people know, for many years now, (this year was the thirteenth,) Those Magnificent Madmen and their Kukuxumusu Machine have chosen someone to be rewarded as their Foreigner of the Year. There is no real criteria to be given it, you just have to go to Fiesta, love Fiesta, or just have some connection with it…really, it is just Kukuxumusu’s choice.

Now, for those who don’t believe, as I’ve mentioned and written often enough practically since I started writing these articles, that ‘being the centre of attention isn’t really my thing,’ let me tell you that’s the truth. It’s one of the reasons I had asked not to be chosen as the GdelA for several years now when the subject was brought up. But this year, for reasons too unimportant to go into here, when I was offered it…well… I had to accept.

Despite my natural shyness and media-phobia…actually, it’s not a ‘phobia’ it’s just that I think there’s too much of it and too many people seem to want to be seen, or known, or famous or just be some kind of ‘celebrity.’ There are a few reasons why I said yes, but the main one was just to say thanks to all the inmates at the Kukusylum who have been so nice to me over the years, from every shop worker all the way to the (big blue) boss, Mr. Testis. But especially to those who didn’t just encourage me to write articles for Sanfermin.com, (thank you Koldo) but those who have had to put up with my ugly mug showing itself all the time on the premises.

Thanks especially have to go to Manu who has had to deal with me and my computing neanderthalismic numbnutting nutjobbing numptyism (yes, these are all real words, all taken from the Libyan – Basque Dictionary that I’m currently compiling.) He has been a patient and kind fella these last few years putting my articles together from the jumbled jigsaw of scribblings and shots (and awful if artful alliteration) I send him…but best of all he has become a fantastic friend.

Now, without going into the politics of things, and the why’s, why nots and wotnots, there were, as many of you know, two Guiris of the Year this fiesta, awarded by two different companies. Basically, Kukuxumusu were taken over, some people left, but one of the original three who founded the company, Mikel Urmeneta, the comic, cartoon, and design genius, has started a new one, Katuki Saguyaki, and he wanted to also continue with the award and keep the original name ‘Foreigner of the Year’ too, but use it with his new company.

Yup, one guiri was a popular foreign Sanferminero who has being going for decades, is well known in Pamplona and indeed around the world for his work, (indeed, his ‘art’, for that is what it is) due to just how good it, and he, is…and the other was Jim Hollander. Just kidding folks…and sorry Jim!

Jim Hollander thoroughly deserved his award…(congratulations again, fella!) as he really is well known in Pamplona, had a photo of his chosen for the feria poster in 2002, and apart from being involved in a couple of other books, has also had a couple of his own published, including that classic Pamplona photo-book (but read the words from the various contributors too, they’re superb) ‘Run to the Sun’ and the most recent, ‘From Pizarra to Pamplona,’ which I read pre-fest and brought with me to fiesta to ask Jim to sign for me. Which he did, along with a lovely inscription.

 

The 2002 Feria poster, using Jim Hollander’s photo.
The 2002 Feria poster, using Jim Hollander’s photo.

Jim Hollander is a Sanferminero through and through, a true aficionado to hoof, along with being a world respected and renowned international photographer. Not bad, eh? And thus it goes without saying, but a richly deserved Guiri of the Year also. So, two Foreigners of the Year. I hope in our different ways we complimented each other.

Oh…and me? Oh…dear. I’ve written a few articles from things I’ve read, robbed and plagiarised, and self-published a couple of wee tales but that’s about it. Oh, there is one more thing though…I do love, love, LOVE Pamplona very, very much. I love its people, its saint and its fiesta to the moon and back…and that was enough for me to be awarded Kukuxumusu Guiri of the Year. Or it could have just been for my staggering good looks.

And do you know what? It was an honour, a pleasure and just a bullring shaped (all round) great fun-filled fiesta thing to be awarded and be involved with. Yes, even the media stuff was a hoot, although some folk who saw my ugly mug must have wondered what the heck El Hombre Elefante had to do with fiesta…anyway…I’m sorry you may have had to contend with my unedifying visage on the tele, (jeez, I’ve actually been told that I don’t even have a face for radio!) or in the papers here and there, but remember, it’s always glass half-full time for me, fiesteros…so it was only for a smidgen of those 204 glorious hours of fiesta.

So once more my thanks to Kukuxumusu, and especially Manu, for choosing me as their Guiri del Año. Hope the cheque didn’t bounce, fellas. Thanks for a great Guiri Day Lunch at the Nainere on Saturday 9th where there were about 50 people attending and I met many other previous GdelA’s, some of whom I knew, and some I didn’t, but where it was obvious that to actually win the thing you have to be slightly off your rocker.

Ah, yes, being ‘off ones rocker’ reminds me to thank my personal invitees who ditched whatever they really wanted to do and came along in support. At least, I hope it was in support, ‘cos I actually think they came not just a free lunch but loads of free alcohol, too. Heck, why do you think I showed up?! Salud, Sanfermineros, I truly appreciated it.

Before I go, a couple of other things happened that made it a truly unique fiesta. I might even include a photo or two… (Look, as I’m talking about me for once I might as well take advantage and dilute a couple of pictures that I’m in with the friends about to be mentioned below.) Back in ’84 when I arrived for my first ever fiesta, little knowing it would be the beginning of a life-long love affair, one of the people I met on the patch of grass opposite Bar Txoko, where the gang I fell in with basically lived for the whole of fiesta was also there for his first year.

 

Ike celebrating his birthday in Pamplona in ’89. We’d get some buckets, fill them up with any old street sludge we could find…and tip the lot over him. It’s ‘cos we loved him, see…?! (By the way, he’s in the Guiri of the Year photo, too.)
Ike celebrating his birthday in Pamplona in ’89. We’d get some buckets, fill them up with any old street sludge we could find…and tip the lot over him. It’s ‘cos we loved him, see…?! (By the way, he’s in the Guiri of the Year photo, too.)

His name was Ike del Rosario (it still is) and he’s from California. He remains a great mate and one of my favourite people on the planet, but after the first ten years or so he hasn’t been able to make it back due to, well, life. He made it for New Year’s Eve once, (where he dressed up as Elvis…think ‘Filipino Elvis!’) and I think one more fiesta around 15 years ago. Actually, 1999 rings a bell.

Anyway, before fiesta the gang were in San Sebastian, and imagine my surprise and deep joy when, around midnight, in Constitution Square in the Old Town…there was Ike. Unbelievable. A couple of people knew but had kept it a secret but I had no idea. It all added to the magic of this year’s fiesta.

There was even more to come as there were two more folk there who hadn’t been for I think over twenty years, although everyone had known they were coming for months…James and Maryann from Brisbane. (Although I’d seem them in Australia since.) I first met James in Pamplona in 1986, in the gutter, basically, and thirty years later…

James and yours truly, in the gutter. Or perhaps that should read, James and me, truly in the gutter?!
James and yours truly, in the gutter. Or perhaps that should read, James and me, truly in the gutter?!

And as if with those three things couldn’t get better, well, they could. An old friend from England who had never been and who was now married and living in America came over, too. So to Tim Pollard, (and son Fergus who he came with) it was great to see you after so long and thanks for also being one of those who just made this year’s San Fermin extra special. And with one Mark Williams returning after nearly thirty years, and the ever present Alan Huggett, that meant four Reigate Hillbillies were in Pamplona for the first time. Happy Daze…

The Reigate Hillbillies. Mark, me, Tim and Alan, seconds before the town slips off it’s axis for 9 days.
The Reigate Hillbillies. Mark, me, Tim and Alan, seconds before the town slips off it’s axis for 9 days.

To everyone who had the good grace and just all round sense of fun to say congratulations or ‘felicidades’ to me for being Kuku’s Guiri of the Year…thank you. Just like the unknown folk from Pamplona who stopped me in the street to say something nice, or even to take a ‘selfie’ with me…you ‘got’ it. Thank you. (I know, I know…people wanted a selfie with me, for fiesta’s sake!) I was hailed by complete strangers who laughed with me, joked with me and drank with me. Like I said, Pamplona really does slip off it’s axis… What fun.

‘Cos that’s all it is about, being Foreigner of the year…a bit of publicity for the company, of course…but a whole lot of fun for the victim…me! And I have my ‘trophy’ proudly placed in the living room, and I’m going to keep my special kuku-tiara on until next year’s Guiri Day Lunch…when, even though they will have chosen the 2017 GdelA in June, I shall proudly, and officially, relinquish my crown, and pass it on to whoever is lucky enough to be the next San Fer King or San Fer Queen.

And finally…

Once Upon A Time In Pamplona. 1984 and how it all began…
Once Upon A Time In Pamplona. 1984 and how it all began…

Well, we are just about there, chicos. That’s nearly the end of this, and it’s certainly enough of me. The next puli, (for that is what these articles are called) will be back to the happy normal – almost nothing about me but mostly loads about everything else.

In certain photos the streets of Pamplona appear to be lined with gold, but of course the Fiesta of San Fermin can’t be all silver linings. Fiesta may seem like a fairy tale sometimes but it is real life too, after all. But during what was, in one small way, ‘my year’ I felt like I was treading on cobbles made of gold lined by pavements edged with silver.

Pamplona, I love you. You’re a dreamland, the pot of gold at the end of the rainbow, heaven on earth, and as a city you’re the genie out of the bottle, with dancing giants, magic people and running bulls. Pamplona and Fiesta is a magical, mythical marvel and inhabited by some of the best people on the planet and I’m a lucky lad and we’re a lucky bunch.

This video of the entire La Pamplonesa pre-fiesta concert in front of the Town Hall is for everyone, but especially for the maestro, mozo, borracho and golfo and all round huevo bueno and mi amigo, Rolf von Essen.

¡Ya falta menos! ¡Viva San Fermin! Gora!

¿De dónde sale tanta gente?

Si te van las culturas, los idiomas, la vida internacional, la mezcla… los nueve días de Sanfermin la ciudad se transforma en una caótica torre de Babel donde se pueden chapurrear lenguas varias, ligar con personajes variopintos o aprender geografía bailando con una txaranga.

La primera vez que llegas, alucinas con tanta peña. Luego te acostumbras. Ríos de gente vestida de blanco y rojo callejean a todas horas por el casco viejo. Y llegan de todos los rincones del planeta atraídos por la fiesta.

Cada año nos sorprenden diferentes visitantes. El pasado, por ejemplo, tuvimos gran afluencia de rusos. Éste, en cambio, han sido los terrícolas de ojos rasgados venidos desde China, Corea y Taiwan, quienes más interés han mostrado en conocer el jaleo sanferminero. Alguno se ha dejado ver corriendo el encierro.

Muchos de ellos han contratado su viaje a través de nuestra página web. Prefieren despreocuparse de todo el rollo (búsqueda de hotel, alquiler de balcón para ver el encierro, un sitio donde disfrutar del txupinazo sin pringarte, entradas para los toros, etc.) y dejarse guiar por un equipo local que le mostrará la fiesta desde dentro.

Nosotros de la fiesta sabemos un huevo –en esta web te damos consejos, te explicamos la historia, te guiamos por el laberinto sanferminero– pero de alojamientos casi nada. Así que dejamos en manos de un colaborador como Destino Navarra para que se encargan de esas tareas de logística. Mikel Ollo y su equipo de guías locales ‘pastorean’ a los turistas durante los nueve días de Sanfermin. Y están disponibles y atentos por si falla algo.

Este año, alrededor de 900 turistas de 35 países diferentes han confiado en nuestros servicios de asesoramiento turístico. Algunos de ellos repiten. Como los portugueses Pedro y Marina, que este año han vuelto, acompañados de sus dos hijos adolescentes. Y a juzgar por sus caras, se lo pasaron pipa.

Si alguien tiene duda de cómo va esto, que hablen con la pareja ganadora del sorteo de nuestro 26 Anibestiario. Vivieron una juerga cinco estrellas que, seguro, recordarán por mucho tiempo.

Entre los extranjeros, el turista estadounidense es, de lejos, el más numeroso. La estela que dejó Hemingway se deja notar, aunque también han venido más anglosajones de otros lugares, como la cercana Gran Bretaña e incluso desde las antípodas, de Australia y Nueva Zelanda.

A los anglófonos les siguen, por número, hispanohablantes de México, Venezuela y Argentina y, en menor medida, de Paraguay, Ecuador y Perú. Dentro de Europa, nuestras fiestas han atraído sobre todo a franceses, alemanes, suecos y noruegos.

Foto: sanferminbylocals.com

Una estrella cayó en el kalimotxo de Tom Turley

Tom Turley trabaja en catástrofes humanitarias y lleva 28 años corriendo el Encierro. Su historia es increíble.

La primera vez que el neoyorquino Tom Turley puso el pie en Pamplona fue en 1987, por Sanfermin. Al poco de llegar, le cayó una estrella en su kalimotxo. Conoció por casualidad a un abogado estadounidense, Ray Mouton, que le hizo un regalo increíble: cinco noches gratis en el mítico Hotel La Perla donde solía hospedarse el escritor Hemingway. A cambio, él se comprometía a regresar cada 6 de julio. De momento, ha cumplido. Y cada 5 de julio vuela desde Colorado, en Estados Unidos, a Pamplona.

La entrevista transcurre en el Caballo Blanco de Pamplona, punto de encuentro para muchos fiesteros locales y guiris, tomando un gintonic.

Llegas como estudiante, sin mucha pasta, y acabas en un hotel cinco estrellas. ¿Es cierta la historia o fruto de una juerga sanferminera?
Totalmente cierta. Primero conocí al hijo de Ray Mouton, Todd, charlando en una terraza. Me presentó a su padre, me preguntó dónde iba a dormir, le dije que en un parque, y me hizo la proposición: “Si me prometes que volverás los próximos Sanfermines, te dejo que duermas en el Hotel La Perla compartiendo habitación con mis hijos”.

Y aceptaste, claro.
Sí, sí, y los dos años siguientes también pude compartir la habitación con sus hijos en el mismo hotel.

¿Quién era este hombre, un millonario?
No, qué va. Ray Mouton entonces era un abogado con bastante prestigio. Nació en Nueva Orleans. Ahora ya está retirado, se dedica a escribir, vive en la localidad francesa de San Juan de Pie de Port. Le encanta Europa. En 2002 publicó un libro sobre Pamplona y la fiesta.

Sigues viniendo desde entonces. ¿Cómo te has apañado después?
Conocí a una amiga muy cercana a la peña taurina de los americanos y durante mucho tiempo me dejaba un piso en el casco viejo para quedarme, hasta que lo vendió. Ahora me suelo alojar en el Hotel Eslava, que son como mi familia aquí.

¿A qué te dedicas profesionalmente?
Estudié Economía y Filosofía, pero luego hice un par de masters en relaciones  internacionales y trabajo social. Me dedico a temas de ayuda humanitaria. Trabajo para una oenegé americana, Americares, con la que viajo a las zonas donde ocurren catástrofes, como los terremotos de Haití e Indonesia, por ejemplo.

¿Cuál es tu labor cuando trabajas?
Dirijo proyectos de logística, hago un poco de todo, “jack-of-all-trades”, chico para todo. Si va a llegar un avión con medicinas, lo organizamos todo para transportarlas en camiones desde el aeropuerto al lugar que corresponda. A veces colaboramos con otra oenegé que tiene sede en un país donde no tenemos oficinas, entonces ellos son nuestro consignatario, y voy para averiguar que está todo conforme a nuestra reglas, verifico, hago el reporte…

¿Sueles estar en contacto con la gente o tu labor se ciñe a la logística?
Bueno, no me toca vivirlo tan en directo como a los equipos médicos, pero sí veo mucho. Mis amigos me dicen “qué bueno que vas allá”, pero para mí es lo normal. A veces se me pega el sufrimiento que veo, pero me he acostumbrado.

Entre tanto viaje, ¿cuál es el lugar que más te ha impactado?
(Tom se pone serio y se toma un respiro antes de contestar). Sin duda, Ruanda, en el 94. Fui a Tanzania porque había 250.000 refugiados que habían huido de Ruanda. Era mi primera vez en África, y flipé. Me tocaba mucho aquel sufrimiento… Visitando un hospital, pasamos por un parque con niños: me fijé en un muchacho unos cuatro años, guapísimo, con una venda en la cabeza. Pregunté qué le había pasado. “Un golpe con machete”, me dijeron. No me lo podía creer. Para mí fue terrible.

¿Tuviste que trabajar en esa zona mucho tiempo?
Todos salían de Ruanda hacia Zaire, un millón de refugiados. Me enviaron allí y a Goma. Se desató una epidemia de cólera y cada día morían entre 3.000 y 4.000 personas. Cada mañana, cuando íbamos a los campos de refugiados, veíamos montones de cuerpos enrollados en mantas para que se los llevara luego un camión. Un horror. Eso fue lo más duro, y todavía hoy me duele al recordarlo.

Pero, ¿estuviste en Ruanda?
Fuimos semanas después, para montar un centro de salud. Buscando un espacio entré en una escuela y había un cuerpo muerto, y muchas marcas de balas y sangre en las paredes, porque habían matado a varias personas allí. Y Ruanda es un país tan bonito, la gente es tan maja fuera del conflicto…

También estuviste en Banda Aceh, cuando el tsunami. ¿También te impactó?
Sí claro, pero lo de Indonesia era un desastre natural, el más grande que he visto, pero no como el de Ruanda, que fue producido por la humanidad.

Tú llevas muchos años corriendo todos los días el encierro. ¿Cómo fue tu primera vez?
En el 87, el último día de Sanfermin. Aparqué la juerga ese día y me acosté pronto. El plan era correr en Telefónica. Me dijeron que si había montón en el callejón, me tirase al suelo o subiera al vallado. Entonces yo no hablaba nada castellano, pero conocía la palabra «mira». Ese día corrían los Miura, y sabía que eran los más peligrosos y tal. De pronto mientras corría escuché «mira, mira, mira». Y me tiré al suelo debajo del vallado. Me pareció todo tan rápido… que casi no me entero. Pero ese gusanillo me atrapó para siempre.

¿Tienes una estrella en Pamplona?
Sí, la ciudad me ha tratado de maravilla. El primer año cuando conocí a americanos que llevaban 20 o 25 años viniendo pensaba que estaban locos. Pero después de correr el encierro me dieron más ganas de volver, de conocer gente, de hacer amigos… Luego aprendí español… y los amigos del encierro decían “éste vuelve”.

¿Dentro del encierro se hacen buenos amigos?
Sí, y seguimos en contacto todo el año. Es un sentimiento de hermandad. Compartir con ellos ese momento antes del encierro es muy especial, porque siento que me han aceptado.

Para correr el encierro hay que estar en forma. ¿Practicas algún deporte?
Esquiar, bici de montaña, bici de pista, kite-surf… Durante algunas temporadas hago a diario, pero no siempre.

A parte del encierro, ¿qué más te gusta de las fiestas?
El Txupinazo, me encanta ver el cambio que experimenta la ciudad el 6 de julio, por eso intento llegar la víspera, el día 5. Con el tiempo he aprendido a apreciar otros momentos, como la Procesión del día 7, que me la enseñó un amigo americano: escuchar a Mari Cruz Corral cantar una jota a San Fermín me impactó mucho, cantaba con tanta pasión que una vez se desmayó.

Los de Pamplona somos muy fans de la Comparsa de gigantes y cabezudos. ¿Y tú?
El otro día pasé por el hotel para coger una chaqueta y dinero, y en el vestíbulo estaban Caravinagre y otro cabezudo cambiándose: me quedé mirándolos como un niño.

Otra parte de la liturgia sanferminera son las corridas de toros. ¿Te van?
A los toros voy una vez al tendido de sol, con mis amigos, y otra, como mínimo, a sombra, con un buen asiento. Es una tradición de España muy antigua, quién soy yo para criticarla. O te gusta o no te gusta. Por lo menos, esos toros han vivido muy bien en el campo durante cuatro años. Los mansos corren peor suerte y se transforman en chuletón.

Cuando vas por las calles, ¿bailas con las txarangas de las peñas?
Sí, aunque voy un poco más tranquilo cada año… Los primeros días suelo tener más energía. Es muy bonito correr el último encierro y después celebrar que hemos sobrevivido, que lo logramos, y hacer unas risas.

¿Nunca te ha pillado el toro?
Sí, después de 26 años corriendo, un día ocurrió. Y me vio mi madre desde un balcón. Cuando murió mi padre, la invité a venir a Pamplona. Ella tenía 78 años. Hicimos un plan de viaje perfecto: vendría el 10 de julio y el 12 nos íbamos a San Sebastián porque su mejor amiga estaba allí de vacaciones.

¿Tu madre te vio correr el encierro en vivo y en directo?
Pues sí… era el día 12, ella estaba con Ray Mouton en un balcón, y yo abajo, en la curva de Mercaderes, frente a la tienda de Kukuxumusu. Subía la calle Estafeta corriendo y vi que un chico delante de mí se iba a caer, pensé que no le daría tiempo a incorporarse y decidí saltar por encima pero… se levantó, choqué con él, pasó la manada, me quedé quieto: venían dos mansos y dos toros por detrás; a otro mozo que estaba en el suelo, uno de los mansos lo saltó, pero a mí me pisó con la pezuña en la espalda y me rompió 4 costillas. Pasé cuatro días en el hospital.

Vaya trago para tu madre. ¿Cómo reaccionó?
Ella me quería llevar a Nueva York pero la convencí de que nos quedáramos y la madre de un amigo, Txapo, la acompañó en autobús hasta Donostia para reunirse con su amiga. ¿Qué habría pasado en el cosmos para que, después de 26 años corriendo el encierro, el único día en que mi madre estaba viéndome, yo acabara en el hospital?

Bueno, pero no fue nada grave…
Sí, y al final, la experiencia resultó muy positiva porque ella pudo conocer a mis amigos de aquí, no sólo a los americanos, y vio todo lo bueno que yo recibo en Pamplona.

Foto: Javier Martinez de la Puente

Los guiris love la Fiesta

Kurt Davies (en la foto) lleva desde enero viajando por el mundo. Tras graduarse en la universidad, salió de su paradisíaca tierra a la aventura. Este neozelandés de 22 años ha recorrido 25 países y no ha querido perderse Sanfermin. Ha dormido unas horas en un parque, se ha vestido de blanco riguroso y luego se ha ido a correr el encierro.

La experiencia ha sido, reconoce, lo más increíble que ha hecho en su vida. Pero una cornada que ha visto a un palmo de sus narices le ha quitado las ganas de volver a correr.

Y es que hoy el encierro nos ha dejado imágenes insólitas y varios heridos por asta de toro. El más grave, un estadounidense de 20 años que corría en la Cuesta de Santo Domingo. Quizás también se estrenaba en el encierro, pero ha tenido peor suerte que Kurt.

Este viernes 10 de julio se cumplió un año de la cogida de otro norteamericano, Bill Hillmann. La suya fue una cornada muy ruidosa porque había escrito un capítulo del libro «Cómo sobrevivir en el encierro». Pero él no se ha rendido como Kurt sino más bien lo contrario: encontró inspiración para su siguiente libro, ya a la venta, «Mozos». Y ha vuelto para correr cada día como hace desde hace 11 años.

Sanfermin embruja a muchos guiris. Caen seducidos por esa combinación de toros y fiesta en la calle. Ayer Kukuxumusu entregaba el Premio al Guiri de este año, el francés Jean Pierre Gonnord. Al acto acudieron varios de los premiados en anteriores ediciones y amigos suyos. Como el inglés Frank Taylor, campeón de natación, que ha preferido venir a Sanfermin en lugar de competir con otros ‘delfines’ como él en Rusia.

¿Qué encuentran los guiris aquí? La noruega Maggie viene desde hace treinta años sin interrupción. Viene a ver toros y a bailar. Dice que en su país no hay lugares donde se pueda bailar a cierta edad. Y le fascina que estos días en Pamplona bailemos a todas horas, en todas partes, jóvenes y mayores. Viéndola moverse cuesta creer que esta nórdica, funcionaria de Educación especializada en políticas sociales, criada en Nueva York, de madre bailarina, apasionada por el flamenco, sólo pueda bailar a su aire estos días.

A la rusa Anna Nelubova, Guiri 2014, no la veo bailar, pero me cuenta que los toros le cambiaron la vida. Vive entre Moscú y Málaga, intentando atrapar la belleza de esos bichos con sus pinceles y con la cámara de fotos. Cuando el Ballet Ruso está de gira por España, ella lo acompaña como fotógrafa y también ayudante. En vez de vestir al torero, como hacen los mozos de espadas, ella asiste a los bailarines con su indumentaria.

Toros y baile. Los guiris andan embrujados estos días por nuestras calles. Observan fascinados nuestras costumbres ancestrales. Algunos se pillan unas cogorzas monumentales. Otros deambulan sonrientes con cara de «no me lo puedo creer». Si los ves saltando con las peñas, a lo mejor el hechizo ha hecho su efecto y el año que viene volverán.

Sin ellos Sanfermin no sería lo mismo. Nos han abierto los ojos y el corazón. Por eso en Kukuxumusu les dedicamos un merecido premio. Porque los queremos mucho.