Historia trágica

Al menos 16 corredores han muerto en el encierro a lo largo de su historia; el último, Daniel Jimeno, corneado por un Jandilla en 2009

Foto: © Sanfermin.com / Pablo Roa

El encierro también tiene su lado trágico. Al menos 16 personas han muerto en la carrera desde 1910. Aunque la seguridad y el dispotivo sanitario son cada año más avanzados, el encierro sigue siendo peligroso y no está exento de la posibilidad de morir. Estos son los fallecidos en el encierro.

10 julio de 2009. Daniel Jimeno Romero

(27 años, Alcalá de Henares, Madrid)
Alcalzado en la zona de la clavícula izquierda en el tramo de Telefónica.
Astado de Jandilla de nombre «Capuchino»

Daniel Jimeno falleció a las nueve meno cuarto de la mañana tras recibir una cornada en el cuello a la altura del tramo de Telefónica. El corredor ingresó en el hospital en parada respiratoria y los médicos no pudieron hacer nada por su vida.

Desde el principio el toro «Capuchino» se fijaba en los corredores y no seguía la trazada de sus hermanos ni de los cabestros. De hecho, nada más entrar en la plaza del ayuntamiento no realizó el giro habitual a la izquierda y se llevó por delante a varios corredores. Quedó rezagado, empitonó a otro corredor en Mercaderes y ya realizó solo todo el recorrido.

En Telefónica no siguió tampoco la trazada habitual y embistió a un grupo de corredores que se situaban en la parte derecha del vallado. Daniel Jimeno estaba en el suelo e intentaba retirarse tras una caída. «Capuchino» embistió al grupo y le alcanzó en la zona de la clavícula izquierda de arriba hacia abajo. La herida intraclavicular le seccionó la vena cava y le hizo perder mucha sangre. Fue trasladado al Hospital de Navarra, pero sus heridas eran incompatibles con la vida.

08 de julio de 2003. Fermín Etxeberria Irañeta

(63 años, Pamplona). Fallecido el 24 de septiembre de 2003
Alcanzado en el tramo de Mercaderes
Astado de la ganadería de Cebada Gago: «Castillero»

El corredor pamplonés Fermín Etxeberria, habitual del encierro desde los 14 años, sufrió el violento envite de un astado de la ganadería de Cebada Gago en el tramo de Mercaderes, lo que le produjo un fuerte traumatismo craneoencefálico. Trasladado con urgencia a un centro hospitalario, tres días después hubo de ser intervenido al sufrir hipertensión arterial.

Desde ese momento quedó ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Navarra, donde permaneció en coma y con ventilación mecánica hasta finales de septiembre. El 24 de septiembre fallecía en la Clínica San Juan de Dios de Pamplona después de permanecer dos meses y medio en el hospital.

13 de julio de 1995. Matthew Peter Tasio

(22 años, Illinois, USA)
Alcanzado en la Plaza del Ayuntamiento
Astado de Torrestrella: «Castellano»

Era la primera vez que Matthew Peter Tasio visitaba Pamplona y corría en el encierro. Había venido con un amigo a conocer Sanfermin y después de pasar la noche con un grupo de norteamericanos que habían conocido, se disponía a correr el encierro antes de marcharse.

Aquel 13 de julio el recorrido del encierro se encontraba repleto de corredores. La manada salió a gran velocidad, creando momentos de gran tensión y varios conatos de montones en los primeros metros. Uno de los astados, de nombre «Castellano», avanzaba en primer lugar y mientras tanto, unos metros más arriba, a la entrada de la plaza del Ayuntamiento, el joven Peter Tasio tropezaba con la acera del Ayuntamiento e intentaba ponerse de pie como podía.

Mathew Peter Tasio, muerto en el encierro tras recibir una cornada.

© Emilio Zazu 

Después de recobrar mínimamente el equilibrio Peter Tasio cayó de nuevo al suelo al encontrarse con otro corredor que intentaba llegar al vallado. Fue entonces, al intentar levantarse de nuevo, cuando el joven se vio arrollado por ese primer toro de 575 kg. que le empitonó en el abdomen y le provocó una rotura de la arteria aorta, que resultó ser mortal.

La herida le produjo una anemia aguda y le ocasionó la pérdida del 90% de la sangre antes, incluso, de llegar al Hospital de Navarra. El traslado fue muy rápido, el equipo de la Cruz Roja tardó tan sólo 8 minutos en llegar al centro hospitalario, pero para entonces Matthew Peter Tasio estaba inconsciente y su estado era muy grave. A pesar de los intentos de reanimación de los médicos que le atendieron, falleció a los pocos minutos.

13 de julio de 1980. Vicente Risco y José Antonio Sánchez Navascués

Astado de Guardiola Fantoni: «Antioquio»

Vicente Risco
(29 años, Badajoz)
Alcanzado en la Plaza de Toros

José Antonio Sánchez Navascués
(26 años, Cintruénigo, Navarra)
Alcanzado en la Plaza del Ayuntamiento

Uno de los encierros más largos de la historia de Sanfermin, con una duración de 10 minutos y 55 segundos, se cobró la vida de dos jóvenes que fueron corneados por un mismo toro llamado «Antioquio» en la plaza del Ayuntamiento y en la plaza de toros respectivamente. 33 años antes otro toro de nombre «Semillero» corneó de muerte a otros dos corredores (10 de julio de 1947).

Pocos segundos después de prender la mecha del cohete de los corralillos de Santo Domingo, los astados se dirigieron calle arriba y al final de la cuesta, a la altura de donde estaban entonces los baños públicos, un toro resbaló y quedó descolgado de la manada hasta el final del encierro. A la entrada de la Plaza Consistorial, junto a Casa Seminario, este toro rezagado golpeó a un mozo y empitonó a José Antonio Sánchez, arrastrándolo unos cuantos metros, hasta la calle Mercaderes.

Según declaró entonces un amigo del corredor, cuando vio que el toro caía al suelo y se dirigía hacia la derecha le gritó a José Antonio para alertarlo, pero pocos segundos más tarde pudo ver como su amigo era embestido y arrastrado varios metros. En el servicio de Urgencias del Hospital de Navarra tuvieron que hacerle una transfusión de 15 litros de sangre, pero a las 10:30 de la mañana el corazón de José Antonio se paró.

Después de cornear a José Antonio Sánchez, «Antioquio» había recorrido el trayecto del encierro en solitario y a la entrada de la plaza se dirigió hacia la derecha y alcanzó a Vicente Risco, manteniéndolo colgado en el asta derecha durante unos segundos. Tras soltarlo, el joven quedó de rodillas palpándose la parte izquierda del abdomen, donde había recibido la cornada. La gente estaba histérica en el ruedo y unos corredores trataron de levantar a Vicente, pero el toro arremetió otra vez contra él zarandeándole repetidas veces. Volvió a soltarlo y a golpearle de nuevo hasta herirlo de muerte. Los médicos de la enfermería de la plaza no pudieron hacer nada por salvarle.

08 de julio de 1977. José Joaquín Esparza Sarasibar

(17 años, Txantrea, Pamplona)
Alcanzado en el callejón por el pisotón de un cabestro que le rompe una costilla y ésta le secciona la vena cava provocándole la muerte.
Astado de Eduardo Miura: «Silletero»

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«…han captado la formación en el callejón de, tapón más que montón, auténtico valladar humano en el mismo borde del ruedo. Lo han originado esas gentes alocadas, que parecen no tener agallas para correr a la vera de los bóvidos, viéndolos y sintiéndolos, esos grupos que, en ocasiones, hasta sin comenzar el encierro irrumpen en avalancha hollando la rubia arena del anillo.

La manada se topa con alta muralla de mozos y las fieras, como rehuyendo asustadas el herir, levantan sus poderosas cabezas, patean a los caídos en un intento de continuar el camino, de remontar el conglomerado humano. El barullo resulta indescriptible, el griterío ensordecedor y la emoción alucinante.

Los toros se revuelcan excitados y furiosos. Uno, Silletero, que ostenta en sus costillares el número 12 marcado a fuego cuando era becerro, quizá guiado por la mayor luz del lado de Telefónica, retorna sobre su anterior recorrido. Se oyen voces teñidas de angustia pidiendo se cierre la puerta de acceso al coso y reina la incertidumbre; quienes consideran no deben volverse más toros sobre sus pasos siendo necesario evitar el incremento humano con nuevos corredores rezagados junto con los mansos de reserva, frente a los que piensan no deben permanecer en el estrecho recinto del callejón, revueltos sin salida, hombres y fieras. Hasta tres veces el sólido portalón, se abrió y cerró, pasando sucesivamente a los vallados, fuera del coso, otros dos miureños y varios cabestros.

Transcurrieron seis escasos minutos, que parecieron siglos, desde que la manada topó con el tapón humano hasta que se oyeron los dos sonoros chupinazos propaladores del encerrar de los cornúpetas en los corrales. El balance se tradujo en uno de los más trágicos y sangrientos en la historia del tradicional espectáculo, no obstante en el devenir del tiempo los heridos curaron sin secuelas, salvo el joven José Joaquín Esparza, de 17 años, que quedó inerme en el callejón».

09 de julio de 1975. Gregorio Górriz Sarasa

(41 años, Arazuri, Navarra)
Alcanzado en el callejón
Astado de Fco. Javier Osborne (Jerez de la Frontera, Cadiz): «Navarrico»

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«En el callejón, a la entrada del ruedo, se había formado un montón y lejos de deshacerse, cuando todavía era tiempo, se fue convirtiendo en auténtico tapón. Los adelantados cabestros, quizá acostumbrados a situaciones similares, comenzaron a pasar por encima, mediante saltos, pisoteos y aplastamientos de la masa humana, hasta lograr alcanzar el redondel.

Los toros rezagados, al encontrarse ante aquel obstáculo, optaron por volverse y en el tramo de Telefónica repartieron leña sin consideración. Se consigue que los toros enfilen hacia la plaza. Los toros pugnaban por entrar por el lado derecho, donde se encontraba el grueso del montón de muchachos. Un toro se encontraba suelto, arrimado a la pared. Entonces dio media vuelta y se dirigió hacia la pared izquierda. Allí se encontraba Gregorio Gorriz y lo corneó«.

Aquí puedes escuchar el testimonio directo de Frank Taylor (premio Guiri del Año de Safermin 2009), testigo directo de la cornada.

 

12 de julio de 1974. Juan Ignacio Eraso Martiartu

(18 años, Txantrea, Pamplona)
Alcanzado entre Telafónica y el callejón
Astado de Herederos de Don Manuel Arranz (Salamanca): «Palmello»

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«El joven Juan Ignacio Eraso había corrido desde finales de Estafeta, aproximadamente a partir del Bar Fitero, precediendo a los dos toros rezagados, quizás sin apercibirse de que además de estos dos astados venía otro más retrasado. Cuando faltaban nueve o diez metros para llegar a la plaza, debió considerar suficiente lo recorrido, cesó en la carrera y, sin conseguirlo, intentó subir al vallado. Confiando en que el peligro había cesado, al observar el paso de los dos toros, se volvió tranquilamente, mas se encontró de improviso con Palmello.


 

El berrendo con listón negro se fijó en Juan Ignacio e hizo por él, despreciando las provocaciones de quienes intentaban desviar su atención; el mozo se percató de la embestida del toro y permaneció quieto, acurrucado, tapándose el rostro con el brazo, en lugar de estirarse, pegarse al terreno o rastrear por debajo de los maderos. Enganchado en la valla de la derecha por las homicidas astas, perdió tierra y, tras ser corneado, fue lanzado contra el vallado de la izquierda».

12 de julio de 1969. Hilario Pardo Simón

(45 años, Murchante, Navarra)
Alcanzado en la Cuesta de Sto. Domingo
Astado de Salvador Guardiola Fantoni: «Reprochado»

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«Encierro peligroso el de un toro adelantado, por lo que muchos mozos forzaron al máximo la marcha de sus pies, mientras otros optaban por quedarse pegados a la pared del Hospital Militar o, perdiendo el equilibrio, permanecían impotentes dentro de la acera. Un grupo numeroso de corredores se lanzó hacia la derecha, para buscar refugio en conocido recodo o desnivel con ángulo muerto, que forma la iniciación de la subida al Museo de Navarra.

«Reprochado», al parecer querenciado hacia este sector, infirió tremenda cornada en el vientre a Gregorio Z.J. de la que posteriormente curaría y, seguidamente, cogió al protagonista de este luctuoso encierro… Cuando Hilario Pardo se hallaba caído, o se había arrojado voluntariamente al suelo, se dirigió hacia él «Reprochado», que mete la cabeza junto al muro de piedra e intenta hacer presa con el pitón derecho… según expresión castiza taurómaca, es posible que fueran dos derrotes consecutivos, en zig-zag, imprimiendo el izquierdo la cornada mortal…

En breves segundos todo había terminado, una gran hemorragia externa ensangrentó la calle y empapó sus vestimentas. Quedó tendido boca abajo y, gráficamente, puede demostrarse que siendo el mismo toro el que corneó a las dos víctimas, contrariamente a lo que se dijo y propaló, el muerto fue el segundo de los cogidos».

09 de julio de 1961. Vicente Urrizola Istúriz

(32 años, Pamplona)
Alcanzado en la Cuesta de Sto. Domingo, principio Plz. Ayuntamiento
Astado de Alvaro de Domecq

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«Vicente Urrizola Isturiz se hallaba aquella mañana, al igual que en incontable número de veces, en el primer tramo del recorrido de los toros, a nivel de la Plaza del Mercado, en la llamada cuesta de Santo Domingo, a la altura del Hospital Militar (actual Museo de Navarra). Instantes después sonaban los cohetes de Santo Domingo y un mozo era volteado por un toro de Domecq. Tal suceso pasó desapercibido en sus primeros momentos, no suscitó eco y careció de resonancia entre el pueblo de Pamplona. El herido fue trasladado al hospital y «falleció treinta horas más tarde«.

10 de julio de 1947. Casimiro Heredia

(Pamplona)
Alcanzado en la Estafeta
Astado de Don Antonio Urquijo (Murubes): «Semillero»

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«Casimiro Heredia charlaba el 10 de julio con un matrimonio amigo. Cuando llegaron los toros fueron sus palabras, las últimas, dirigiéndose a la señora «Anita, métete más adentro; hasta luego». Corrió a la par de los toros unos metros, ignorando que a escasa distancia venía rezagado «Semillero». Nadie sabrá jamás si lo vio o fue sorprendido.

El Murube, que había caído al perseguir a un corredor entre el vallado de Mercaderes y Estafeta, se enseñoreaba de la calle y, corriendo a buena marcha como intentando alcanzar al resto de la manada, lanzaba derrotes, amagando atacar a determinados actores activos del encierro. Casimiro fue uno de ellos, pero tuvo la fatalidad de que el asta hiciera carne; cayó en medio de la calle y quizás favoreció la cornada el intento de arrojarse al suelo, o el de no poder realizar un supremo esfuerzo. El toro, corneándole, lo llevó desde el centro de la calle hasta la acera, mientras los espectadores tuvieron la impresión de haber sido herido de gravedad.

Semillero cornea a Casimiro Heredia y termina con su vida. 10 de julio de 1947.

© Archivo Cecilio Vierge 

El herido se encontraba doblado sobre sí mismo, situado a un par de metros de distancia del toro, y, aún cuando en dirección opuesta, el Murube lo distingue perfectamente, apreciando en él un movimiento, quizás reflejo por el dolor, quién sabe si motivado por las ansias de huir. Esta actitud estimula al toro a volver sobre Casimiro; lo recoge y lleva entre sus astas, arrastrándole por el suelo, desde la acera a la pared de la calle. Para entonces el corredor ya había recibido la cornada causante de la muerte y solamente, en la que pudiéramos llamar segunda fase de la cogida, la acción del toro se redujo a un varetazo, perfectamente marcado sobre su espalda».

10 de julio de 1947. Julián Zabalza

(Villava)
Alcanzado en la Plaza de Toros
Astado de Don Antonio Urquijo (Murubes): «Semillero»

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«…la segunda víctima de la fiera se trata de un mozo del vecino pueblo de Villava, que, levantándose a las seis de la mañana acompaña a su novia y a su hermana al encierro. Con ellas en el tendido, por curiosidad o acuciado por la emoción del correr, decide bajar al redondel y, burlando por piernas, como otros muchos, la inteligente y decidida oposición de los guardias, aún sale a buscar al toro rezagado.

Perseguido por él, entra de nuevo en el redondel y se dirige hacia la derecha, sin quizás recordar la querencia de los toros hacia ese lado, a su entrada en la plaza de Pamplona, pues, me permito asegurar -sin saber exactamente por qué- que de no formarse la figura del abanico, la más preciosa del encierro, los toros se inclinan siempre a la derecha. La curva que describe el mozo corredor despista unos segundos al toro, que sigue su rectilínea; mas pronto la rectifica, lo alcanza y voltea contra la barrera.

Cuando los oportunísimos capotes del «Chico de Olite» y «Niño del Matadero» se llevan al astado, que acude dócil al engaño, un cuerpo queda sobre la arena. Levantándolo en vilo, sobre él se precipitan docenas de brazos y, las miradas atónitas de miles de espectadores, aprecian cómo un grupo de valientes pamplonicas transportan al herido, haciendo caso omiso del toro, que casi a la par, a muy pocos metros de distancia, sigue el percal de los toreros dobladores del encierro, unas veces paso a paso y otras corneando al aire, tras la arrancada, hasta los corrales de la plaza, momento en que el disparo de un cohete dice a modo de pregón «El encierro ha terminado». A los tres o cuatro minutos de ingresar en enfermería moría el joven Julián Zabalza.

10 de julio de 1935. Gonzalo Bustinduy y Gutiérrez de la Solana

(29 años, S. Luis de Potosí, MEXICO)
Alcanzado en la Plaza de Toros
Astado de Doña Carmen de Federico (Murubes)

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«Entraban ya enfilando el portal del corral los seis toros de doña Carmen de Federico, cuando unos imprudentes cortaron de la manada a uno de los toros, el mayor, que se volvió rápido en busca de los que le desafiaban. En esto surgió un muchacho que se fue al toro con su chaqueta en la mano y lo citó a dos metros de la cabeza del animal sin tener idea de lo que hacía ni siquiera de donde se encontraba, porque si no lo evidenciara su manifiesta inconsciencia tenemos referencias muy precisas demostrativas de que el muchacho en cuestión no sabía lo que se hacía desde tres o cuatro horas antes del encierro.

El toro se le arrancó y, al tratar el «espontáneo» de esquivarle (Gonzalo Bustinduy), cayó al suelo en donde le metió de nuevo la cabeza el animal pegándole una cornada honda en el costado derecho por debajo de la axila, que desde luego se vio era muy importante a juzgar por lo rápidamente que se le tiñó en sangre la camiseta amarilla que llevaba. Y no lo acabó allí mismo el toro que encelado le buscaba, porque los pastores de Alaiza a palos y el buen peón de brega «Chico de Olite» coleando, consiguieron separar el toro de su víctima».

08 de julio de 1927. Santiago Martínez Zufia

(34 años, Pamplona)
Alcanzado en la Plaza de Toros
Astado de Don Celso Cruz del Castillo (Toledo)

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«…entraron los cabestros delante de los toros de Cruz del Castillo con toda holgura y comodidad, pero a poco de transponer el portalón de entrada, un toro cárdeno y careto se separó de la manada y derivando por la derecha tras un maletilla o limpiabotas que le iba incitando con una varilla llegó hasta el primer burladero del tendido 8, abandonando al que perseguía y derrotando contra el citado burladero alcanzó a Santiago Martínez, un pobre hombre que pugnaba por meterse en él.

La cornada se vio que fue terrible, pues el toro no pudo sacudirse al hombre que había ensartado y tuvo que humillar la cabeza para desprenderse del cuerpo del hombre que había enganchado. Este, aún pudo levantarse por su pie, pero a poco cayó desvanecido en brazos de unos muchachos que se apresuraron a recogerle y conducirle a la enfermería».

13 de julio de 1924. Esteban Domeño Laborra

(22 años, Sangüesa)
Alcanzado en el tramo anterior al callejón
(actualmente Telefónica)
Astado de Conde de Santa Coloma (Andalucia)

Texto extraído del libro «Historia trágica del encierro de Pamplona» (1978), de Luis del Campo

«Y la gente, que no sabe que el resguardo más seguro, en caso de apuro, es el vallado de la izquierda, se apelotonó junto al derecho y contra ellos se fue uno de los toros, el cual no tuvo más que meter la cabeza para alcanzar de lleno a un muchacho que tieso, en vez de tirarse al suelo, sin poder subir al vallado, por la mucha gente que allí se había agolpado, no pudo esquivar el derrote, sufriendo una cornada que, al momento, se vio era importante a juzgar por el desvanecimiento e intensa palidez que le sobrevino.

El joven Esteban Domeño Laborra, de 22 años falleció a la una del mediodía del lunes 14 de julio de 1924, sobreviviendo a la cornada unas treinta horas».

Esteban Domeño, corneado mortalmente en un encierro de Sanfermin 1924.

© Archivo Fernando Hualde 

07 de julio de 1910. Francisco García Gurrea

(21 años, Falces)
Alcanzado en la entrada de la antigua plaza de Toros (cerca del Teatro Gayarre). Fallecido el 21 de enero de 1911
Astado de Villagodio

Hasta el año 2002 se pensó que la primera persona que había muerto a consecuencia de una cogida en el encierro de Pamplona era el joven sangüesino Esteban Domeño, pero ese año Unai Alduán Colmenares dio a conocer la identidad del primer corredor muerto en el encierro conocido hasta la fecha: el falcesino Francisco García Gurrea.

Buscando información sobre el deporte navarro Unai Alduán encontró por casualidad una noticia que recogía el periódico El Pensamiento Navarro del 18 de enero de 1911, en la que se contaba lo siguiente: «A los 21 años de edad ha fallecido en esta ciudad, a consecuencia de las lesiones sufridas en uno de los encierros de los toros que se lidiaron en las últimas fiestas de San Fermín, Francisco García Gurrea. Descanse en paz».

Interesado por el tema, comprobó si dicho nombre estaba incluido en el listado de muertos que se conocía hasta la fecha y se sorprendió al ver que no era así. Comenzó a investigar y contrastar los datos aparecidos en los distintos medios locales de la época, el ya mencionado Pensamiento Navarro, El Eco de Navarra y La Tradición Navarra, y pudo confirmar que, efectivamente, el día 7 de julio de 1910 el joven Francisco García Gurrea había resultado herido en el espectacular montón -de más de cien corredores- que se formó justo a la entrada de la antigua plaza de toros situada en el actual Teatro Gayarre.

Según se recoge en dichos periódicos, el joven fue pisoteado en el montón y recibió dos puntos de sutura en la oreja. Al parecer esas heridas derivaron en una tuberculosis que finalmente causó la muerte a Francisco García el 18 de enero de 1911. La circunstancia de no morir corneado hace que sea despreciado como fallecido del encierro por otras fuentes. El hecho es que si no hubiera corrido el encierro no se hubiera muerto (por lo menos de esta manera y en esas fechas).

El hecho de que la muerte se produjera meses más tarde y el posterior incendio de la antigua plaza (en agosto de 1921), en la que quizá habría algún documento que explicase la evolución de este corredor, pueden haber sido dos motivos por los cuales este descubrimiento haya permanecido oculto tanto tiempo.