Pasear por las calles de Iruñea/Pamplona la mañana del día 7 suponía encontrarse casi con cualquier cosa. Muchos después de casi 24 horas de fiesta se marchaban a casa a descansar, otros dormían en los parques o desayunaban en cualquier bar que pillara de camino a casa, los más madrugadores se preparaban para el encierro y las familias buscaban ya el mejor sitio para ver la procesión.
Es el contraste entre la ropa blanca recién planchada y la rosa con olor a vino, entre los ojos brillantes de emoción y los que se esconden tras unas gafas de sol, entre el magreo desenfrenado con un desconocido/a en el suelo de un parque o el de dos abuelos que pasean de la mano. Todo cabe en Sanfermin.
A primera hora de la mañana las diferentes especies de la fauna sanferminera convivía con normalidad en una interesante y enriquecedora mezcla en la que cada cual buscaba su sitio en la fiesta: cama, santo, vino, toro, almuerzo…