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Una chica ha pasado de la alegría y el subidón de correr el encierro al pánico de no querer saber nada de la carrera tras sufrir una caída en la entrada en el callejón y llevarse el susto de su vida.
Corría contenta, sonrisa en la boca, quizá junto a una amiga, bajando por el primer tramo del callejón, ajena al cabestro que la seguía y a los toros que venían justo detrás. El cabestro la ha alcanzado, le ha rozado la oreja con el cuerno y la ha mandado al suelo (la podéis seguir por sus zapatillas azules).
Tras levantarse, ya no sonreía, ha entrado en el callejón de la plaza aterrorizada y en un acto instintivo se ha tapado los oídos como queriendo desaparecer de allí. Un toro la ha sobrepasado a escasos centímetros, pero no ha sido nada más que un susto, un gran susto.