El torero con parche de pirata no necesita mucha presentación. Quienes lo conocen bien se deshacen en elogios hacia él. Un tal Marqués, de la ganadería Miura, tiene la culpa del parche que tapa su ojo izquierdo. Le atravesó el oído y el ojo. Pero no le guarda rencor sino que le agradece la gloria que le ha dado.
Juan José Padilla (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1973), el panaderillo de Jerez, se deja querer… y mucho. La Plaza de Toros de Pamplona arde con su presencia. Estos sanfermines torea dos días: lo hizo el pasado miércoles y hoy sábado repite. Su presencia en la arena suscita mucho interés. Suele darlo todo porque él es así, un ‘entregao’, un tipo generoso. Nos lo confirmaba el otro día Miguel Araiz, ‘Rastrojo’, el jefe de los pastores del encierro: ellos tienen con Padilla un feeling muy especial que el año pasado nuestro fotógrafo Mikel Ciaurriz captó retratando al matador en brazos de sus amigos pastores.
Este año hemos querido juntarlos de nuevo y Padilla nos ha regalado estas divertidas imágenes sacadas en el patio de caballos. Si no fuera por el uniforme de los pastores, bien podrían representar a una cuadrilla sanferminera dispuesta a pasarlo en grande. En esta ocasión, las fotografías las ha hecho otro de los nuestros, Javier Martínez de la Puente, pero Padilla se acordaba de Mikel Ciaurriz porque, al verlo, le ha saludado y le ha dicho «este año repetimos foto, ¿eh?». La cita era a las 7:15 de la mañana y el pirata panadero ha hecho lo imposible por llegar. Un gesto que agradecemos de todo corazón.
Padilla despierta mucha simpatía. Por donde pasa deja huella. Su trayectoria es la de un héroe que ha sabido plantarle cara a la muerte y aferrarse a vivir haciendo lo que quiere. Su historia personal impresiona tanto o más que su arte. Se merece muchas orejas y rabos sólo por saber torear el sufrimiento.
«La vida es un regalo» reza el título del libro que escribió María de Villota, la piloto de Fórmula 1 que también perdió un ojo en un accidente y que falleció el pasado mes de octubre. En él la piloto agradece a Padilla su apoyo y en varios capítulos aparecen reflexiones del torero acerca de lo que uno aprende cuando le ve la cara a la muerte. El libro viaja siempre en la maleta del torero como un amuleto que le protege, junto con las pulseras que le hacen sus dos hijos, Paloma y Martín.
A la piloto le pudo explicar, entre otras muchas cosas, cómo hacerse un buen parche, cómo colocarlo sin que le hiciera daño… ¡y cómo lucirlo! De hecho, él suele combinarlos con la ropa que viste porque se reconoce muy presumido. En varias entrevistas recientes afirma que le gusta mucho cocinar, ir a la playa, recibir amigos en casa, pedalear en tandem con su hija o pasear a sus seis perros.
Agradece casi todo en la vida. Dice que nada más despertar da gracias a Dios por vivir, y suele citar a menudo al doctor Carlos Val Carreres, que le devolvió la respiración el día de la fatal embestida, a otros muchos médicos, y a su mujer, que se llama Lidia –ironías del destino–, a quien conquistó llevándole pan a casa cuando ella apenas tenía 14 años, y cuyo apoyo incondicional está siendo crucial en su recuperación.
La grave cogida le quitó, además de 18 kilos de peso, la visión del ojo izquierdo, la simetría, la profundidad, la velocidad, los reflejos… Pero gracias a una voluntad de hierro que le exigía largas horas de rehabilitación con fisioterapia y logopedia pudo recuperarse lo suficiente para volver a los ruedos. Una decisión nada fácil pero que se vio ratificada cuando, al comunicárselo a sus hijos, Paloma le preguntó: «¿Puedo contar en el cole que vas a torear de nuevo?».
En fin, Padilla es un fuera de serie, un fenómeno de la naturaleza. Ha sufrido 37 cornadas y no cesa de repetir que la gloria y el sufrimiento van de la mano. Quizás por endulzarse un poco el camino, se ha aficionado a comer chocolate. Menos mal que con tanto deporte que practica lo quemará todo y podrá seguir luciendo tipo embutido en su traje de luces. Y para cuando vaya de paseo, le hemos regalado una camiseta con uno de nuestros dibujos sanfermineros del este año: “Pero sigo siendo el rey”. Nadie como él para lucirla. ¡Suerte, maestro!