Imagen, Javier Martínez de la Puente
Carmelo Buttini, un pura raza del encierro, corre todos los días desde hace 34 años.
Le llamaban el Marqués de la Estafeta pero su título corre peligro porque desde hace cuatro años se ha cambiado de tramo en el encierro. Ahora experimenta en la Cuesta de Santo Domingo esa tensión que tanto le ‘pone’. Carmelo Buttini (Pamplona, 1967) es un sanferminero denominación de origen, lo que aquí llamamos con cariño ‘un enfermo de los encierros’.
A los 12 años ya empezó corriendo el encierro tkiki y en su currículum figuran cientos de encierros durante 34 años. No se pierde ni uno de los de Pamplona, “la Champions”, pero también corre en Tafalla, Sangüesa, Castellón, Alquerías, Vall d’Usó, Almazora… Me he acercado a su librería, La Casa del Libro, un establecimiento emblemático situado en el centro de la calle Estafeta. Quiero conocer de primera mano cómo es el ‘oficio’ de corredor del encierro.
¿Tiene algún libro en inglés?, pregunta una descomunal rubia con acento extranjero. Carmelo me propone que hablemos mientras atiende pero en un minuto aquello se llena de gente en busca de la prensa del día y nos vamos a un rinconcito más tranquilo, entre estanterías con libros. Son las 11 de la mañana, Carmelo acaba de almorzar con sus compañeros de encierro. Pero yo sé que lleva muchas horas despierto.
¿Cómo es un día de Sanfermines para ti?
Vengo a las 4 de la mañana a trabajar. Reparto la prensa por esta zona del casco antiguo. A esas horas está esto lleno de gente. Termino a las 6, vengo a la librería, y me cambio de ropa aunque vaya de blanco: me pongo una camisa blanca de manga larga, que me remango un poco, un pantalón blanco y las zapatillas de correr el encierro. Sin pañuelo ni faja. A las 6:45 ya estoy en la Cuesta de Santo Domingo preparado para el encierro. Corro y vuelvo al trabajo, para hacer el segundo reparto, y cuando lo termino, hacia las 10, me voy a almorzar con mis amigos.
¿Cuántas camisas tienes para correr el encierro?
Cuatro, dos con el escudo de San Fermín bordado y otras dos con el de la peña Anaitasuna. El pañuelo también es del Anaitasuna, y me gusta llevarlo bien colocado. Cuando termino de correr, vengo a la tienda, me cambio y si he hecho una buena carrera, al día siguiente repito el mismo atuendo, si no, me pongo otra camisa y otro pantalón.
Cuéntanos cómo has vivido el encierro de esta mañana.
Los toros han subido bien, derrotando, pero se ha podido correr, no ha habido mucho rock and roll como estos días atrás. Han pasado cerquita… Yo corro donde el muro y, por mucho que te apartes, siempre te pasan. Tienes que vigilarlos porque sólo tienes dos opciones: quedarte de pie o, cuando vienen pegados a la pared, tirarte al suelo, que te pasen por encima y acabar con algún golpe o heridas. Yo estoy muy marcado, ¿ves? (Me enseña una cicatriz de unos 25 cm. en su brazo). Es lo que hay.
¿Te han pillado muchas veces?
Lo que se dice pillar, una vez, en Tafalla, hace años.
¿Conoces a Bill Hillmann, el americano que fue corneado en estas fiestas?
Los que corremos en la cuesta nos conocemos todos. Entre los heridos de este año conozco a Bill, también a Mariano, que fue cogido en la cuesta, y al que se rompió la cadera también.
¿Hay una especial camaradería entre vosotros?
Sí. Los que vienen de fuera normalmente suelen correr en la calle Estafeta, así que al final en Santo Domingo, los cincuenta o sesenta que corremos allí nos conocemos de toda la vida. También los voluntarios de la Cruz Roja en ese tramo –entre ellos, dos veteranos corredores, Josetxo y Antonio– saben quiénes somos cada uno y si ocurre algo enseguida nos enteramos de quién se trata.
¿Qué hace especial el tramo de Santo Domingo?
Hay un silencio muy bonito, que en Estafeta no se da, y que crea una tensión difícil de explicar.
Desde que llegas, a las 6:45, hasta las 8, ¿qué haces allí?
Siempre voy con mi colega ‘el Bou’, un amigo catalán con el que paso todas las fiestas. Lo llamo ‘el Bou Adarra’ (‘bou’ significa toro en catalán y ‘adarra’, viejo en euskera), es decir, ‘toro viejo’. Si hay poca gente, subimos y bajamos. Si no, nos quedamos abajo del todo e intentamos rascar la pared para mimetizarnos en el ambiente.
¿Sueles tener nervios antes de correr?
Siempre, y si no los tengo, mala señal. No es pánico, sino un miedo controlado. Cuando terminas la carrera te abrazas a los compañeros. Si ha ido bien y un compañero ha caído, intentas hacer un cordón alrededor para evitar que los mansos lo pisen mientras llegan los de urgencias… Es muy bonito.
Has corrido tantos encierros pero ¿cada día es diferente?
Sí, todos los encierros son especiales. La tensión que se vive en Santo Domingo es una pasada. El frío que sientes… no sé si debido a la hora temprana o fruto de los nervios. A mí me dicen que durante esa hora antes del encierro, me cambia la cara, que se me pone blanca y rígida, cuando yo suele sonreír y bromear mucho.
¿Cómo habéis vivido el encierro de hoy?
Nos hemos reído en la cuesta porque ha ido tranquilo, después de todos estos días que los toros nos han dado estopa. Solemos decir “hoy tenemos rock and roll”, cuando corres con un toro a cada lado.
Y la víspera del encierro, ¿te preparas de algún modo?
No suelo cenar y al día siguiente no desayuno ni tomo nada, ni siquiera agua, hasta que no pasa el encierro. En el 2008 un toro me corneó el ano y me atravesó la vejiga: gracias a que no había bebido nada, la vejiga estaba comprimida y no explotó. Me libré de chiripa de llevar una bolsa para siempre. La doctora que me operó me lo explicó y desde entonces sigo esa rutina. Ah, y voy al baño varias veces… Un amigo mío suele decir “Carmelo está en el baño, cumpliendo la tradición”.
¿Qué es eso tan fuerte que sientes durante la carrera?
Es algo indescriptible, como un subidón. Al principio, siento miedo, porque en la cuesta ves la línea de salida y el cohete cuando lo tiran. Estamos saltando, y ahí todo el mundo grita “venga, venga, vamos, a correr”. Los corredores más altos avisan “toro por la derecha, toro por la izquierda”. Y si ves que dos compañeros tuyos con experiencia se tiran al suelo, malo, significa que el toro va raspando. Entonces te tiras al suelo y esperas a que te pasen por encima.
¿Consigues oír esas voces?
Ya lo creo, puedes oír a tus 50 compañeros en cuanto prenden la mecha.
¿Hay alguna mujer entre vosotros?
Sí que las hay, pero no son de Pamplona, alguna americana… Isabel Solefont es una joven que a veces corre en la cuesta, su padre también es corredor, creo que son de Barcelona, es una chica morena, delgadita… corre muy bien. Yo admiro mucho a las mujeres que corren el encierro, sobre todo en ese tramo.
Y a los toros, ¿se les oye bramar?
Se oye de todo, sus bramidos, los cencerros, las pisadas… podría parecer que son elefantes. Hoy nos hemos apartado y aún así han pasado casi rozándonos. En caso de peligro, a mí me gusta tirarme al suelo, porque si vas muy apurado te puede arrastrar hasta el ayuntamiento colgando de los cuernos.
Superado el momento de tensión, ¿qué hacéis?
Primero te abrazas a tus compañeros y sientes mucha alegría. Después, noto que se me “cae” le estómago y siento un hambre feroz.
¿Se nota diferencia al correr en distintos tramos?
Mucha, porque el pavimento cambia. En Estafeta tenemos adoquín mientras que en la cuesta es casi asfalto, y resbala.
¿A qué corredores admiras por su estilo al correr?
Del encierro de Pamplona me gustan muchos, como Dani Oteiza, Pitu (Fermín Barón), Belloso, Patxi Ciganda… Son muy buenos.
¿Qué destacarías en ellos?
Las piernas que tienen, se pegan unos carrerones… Ahora está entrando gente joven muy buena, algunos son hijos de estos veteranos. Pero hay algunos de bastante edad. Antesdeayer se retiró uno con setenta y cinco años, que ha corrido toda la vida, pero tras el encierro de ayer, en el que hubo zapatilla y la gente volaba por los aires, decidió dejarlo. Hay gente con sesenta y tantos años que todavía corre muy bien.
¿Ha cambiado algo con la nueva línea roja?
Sí, abajo ha cambiado la forma de correr con la famosa línea roja que han pintado este año. La gente no baja y entones los toros tienen más visión y suben derrotando, abiertos, no en embudo como sucedía antes. Ojalá me equivoque, pero me temo que habrá más de un disgusto en la cuesta.
¿Se debería controlar el número de gente?
No, que corra quien quiera, siempre que respete las reglas. Hay que multar al que agarra al toro, al que pega un codazo, al que va con chancletas, con mochila… Pero no puedes limitarlo. Me fastidiaría que no me dejaran correr en otros sitios.
De pronto me doy cuenta de que no estoy en la Cuesta de Santo Domingo sino en la Casa del Libro. Carmelo me ha hipnotizado con sus vivencias sanfermineras. Su agenda sigue repleta: después de cerrar la librería, come con 80 personas que han venido desde Castellón. “Ellos nos tratan fenomenal allí y nos gusta agasajarles como merecen”. Luego irá a los toros, con su inseparable amigo, ‘el Bou’, y la peña Anaitasuna. Esta tarde le tocan palos, esto es, levantar la pancarta, y mañana de madrugada servirá bebidas en la peña. Así que el último encierro, con los temidos Miura, lo correrá con el cuerpo agotado. Pero él es incombustible y, salvo la hora antes de correr, seguirá sonriendo.