Todd Iceton en Sanfermin

3 visiones diferentes del encierro

Un nómada de Estados Unidos, el testimonio de un periodista del sur de Londres que se estrena en el encierro y un reportaje del encierrillo en el Internacional Herald Tribune, cuentan cómo es Sanfermin para todo el mundo.

Nómadas

Todd Iceton y Tynan vendieron lo que tenían y decidieron pegarse un viaje espectacular con la pasta que sacaron. El 7 de enero llegaron a Panamá y desde entonces se dedican a viajar por el mundo. Puedes seguir su ruta en lifenomadic.com. Ambos son artistas, interesados por lo que ocurre por el mundo y los puedes conocer en el web de Todd (www.ticeton.com) o en el sitio de Tyan, que se llama «Mejor que con tu novio…»(www.betterthanyourboyfriend.com). El día 10 de julio llegaron a Pamplona, Tyan corrió, a Todd no le dejaron por usar las Fivefingers de Vibram, y esperaron hasta el día siguiente para participar, esta vez, con zapatillas de deporte nuevas.

«EL ENCIERRO», POR TODD ICETON

Una Vida nómada / Life Nomadic

Habíamos viajado casi 900 kilómetros para participar en una fiesta mundialmente conocida que se celebra todos los años desde hace 800. Y la policía me estaba echando fuera del recinto. Fue por culpa de mi calzado. La policía suele echar un vistazo a todos los que van a correr para asegurarse de que quienes van a participar están en condiciones para correr. Es una manera de parar a los más tontos que podrían aumentar el número de fatalidades. Mis Five Fingers de Vibram no me habían fallado durante cinco meses y once países, pero, según la policía, yo no iba a correr ese día.

¿Había hecho todo eso por nada? Intenté explicarle con mi pobre castellano que mis playeras estaban hechas para correr. La gente corre la maratón con estas playeras. ¡Yo he corrido la maratón con estas playeras! Llamó a otro poli y entre los dos me empujaron fuera del recinto a través del doble vallado de madera que rodea el encierro.

Corrí hacía otra entrada pero otro policía me paró y me dijo que ya era demasiado tarde para entrar en la calle. Fui a buscar otra entrada pero no podía encontrar nada. ¿Cómo podría decir a mis amigos que había estado en Pamplona pero que no había participado en el encierro? Y de repente mi di cuenta de que podría correr el día siguiente. Esa misma tarde compré unas playeras nuevas por 30 dólares y conocí a dos tipos de Lituania en un Cibercafé. Uno de ellos iba a correr el día siguiente y no tardamos mucho en convencer al otro para que se enrolase.

Tyan me dio unos buenos consejos porque sí había participado ese día. Él se había quedado en el lado derecho del recorrido y le empujaron contra una pared cuando pasaban los toros. Tenía la protección de otros corredores pero era frustrante ver que los toros estaban fuera de su alcance. Al día siguiente llegamos pronto por si acaso. Correr un sábado significa que hay un montón de gente. Cuando se lanzó el cohete la muchedumbre empezaba a balancearse de un lado para otro. La policía nos dejó sueltos para dejarnos correr.

La muchedumbre estaba comprimida y se movía lentamente. Pero aun así, llegamos a la siguiente barrera sin ver los toros. Aquí más gente estaban esperando y llegaban muchos más. A este paso, no iba a acercarme al toro nunca. Observé que había unos españoles estirando las piernas detrás de mí. Parecía que éstos sabían lo que hacían. Me acerqué a ellos porque parecía que sabían de qué iba la cosa.

Mientras hacían su precalentamiento tenía la sensación de que los toros estaban a punto de llegar. Después de unas secundas se oía el griterío del publico. La gente de los balcones estaba mirando atrás con atención.

De repente, todo el mundo empezó a correr. Es más fácil tropezar contra otra persona que contra un toro y eso que muchos corredores ya estaban muy lejos. Los toros suelen correr por el lado izquierdo. Si te quedas en el lado derecho hay menos posibilidades de encontrarse con ellos. Me quedé en el centro de la calle porque, a pesar de que está prohibido, quería tocar el lomo de un toro, igual que otros muchos corredores. No me asusté cuando aparecieron a mi lado izquierdo.

Todo el mundo me había hablado de lo grandes que son (tan altos como yo- casi 1,80 metros-) y los había visto pasar tan veloces el día anterior… Había sitio para apartarme y los toros iban rectos y hacia adelante. Cuando el segundo toro me pasaba, le toqué en el lomo. Íbamos llegando a la curva y la gente iba a moverse a la derecha. Entonces, fui hacia el otro lado empujando con las manos para no caer encima de los otros corredores. Llegó otro toro y volví a tocar el lomo del animal. Iba mucho más rápido que yo.

A lo mejor, porque no recibí ningún golpe, tuve la sensación de que los toros no eran tan violentos ni tan fieros. Estaban intentando llegar desde punto A hasta punto B. no obstante, sí que pisaron a unos corredores que se habían caído. Sólo 30 segundos después de empezar a correr, ya estaba entrando en la plaza de toros. Todavía quedaban algunos toros detrás de nosotros. Si hubiéramos entrado antes de cualquier toro, el público dentro nos habría chillado por cobardes.

Nos quedamos alrededor del coso mientras que otros corredores y el resto de los animales entraban. Normalmente, los corredores se quedan en el coso para jugar con unas vaquillas jóvenes que son rápidas y que tienen las astas protegidas. Cuando iban a cerrar la puerta de entrada, salí en el último momento a la calle. Tenía que coger el autobús a las 8.45 para ir a Barcelona.

Así que corrí delante de los toros. Incluso toqué con la mano a dos de esos monstruos. Estuve cerca de tener una herida pero no, al final, nada. Tampoco me caí. ¿Una desgracia? Habría sido interesante contar algún día que cierta herida, en mi brazo, por ejemplo, era del encierro de Pamplona cuando realicé mi viaje alrededor del mundo.

Video de Tyan intentando dormir al calor del extractor de la Nueva Estación de Autobuses de Pamplona.

El desafío de Harry

Harry Miller cuenta en primera persona para su periódico y sus compatriotas lo que ocurre en Pamplona. Él se enamoró del encierro por televisión y no podía escribir una crónica sin vivirla en primera persona. Corrió, sobrevivió y escribió estas letras.

HARRY DESAFÍA A LOS TOROS EN ESPAÑA

por Harry Miller, Testimonio Publicado en el Croydon Guardian.

Desde 1924, 15 personas han muerto y otros 250 han sido heridas en el temible encierro de Pamplona. Nuestro reportero trepidante calcula que tiene todo a su favor…

Vi el encierro por primera vez en la televisión hace unos tres años y en seguida me enganché al evento más loco del mundo que jamás había visto. El encierro ha logrado ser mundialmente famoso gracias a Ernest Hemingway y desde entonces unos lo veneran y otros lo condenan. Tenía que intentarlo.

El encierro comienza a las 7.30. Los que van a correr, todos con cara de sueño, tienen que congregarse en la Plaza Consistorial para esperar la salida de los toros. Las calles estrechas y adoquinadas transmitan una sensación claustrofóbica. Están flanqueadas por las muras medievales de la ciudad y la aglomeración de espectadores se alinea a lo largo de la ruta para ver la sangre de los corredores derramarse.Hay una variedad de acentos e idiomas. Oigo español, alemán, francés, inglés de los Estados Unidos y Australia y me doy cuenta de que, gracias a Hemingway, este espectáculo es una atracción mundial para algunos de las personas mas tontas del mundo.

Una mujer coloca una vela en una hornacina pequeña. Al lado hay una placa con más de una docena de ribetes rojos clavados dentro – uno por cado corredor muerto-. Una oración corta se reza para bendecir el encierro, los corredores y los toros. Una manera apresurada de avisarnos de que aquí hay peligro.

Una cuadrilla de mariachis viejos tocan canciones antes de meterse detrás de los muros. Mientras tanto, me quedo allí, de pie, con mi indumentaria típica para el encierro: camisa blanca, pañuelo rojo y faja roja. Por un momento, me apetece más irme con los músicos.

Se puede percibir el nerviosismo creciente entre los espectadores ante la inminente llegada de los toros. Empiezo a concentrarme en la idea de que dentro de unos minutos 3,000 kilos de toros me van a estar buscando. Oigo a mi lado a un grupo de ingleses decir que lo mejor sería correr en grupo y no perderse. En cambio, yo estoy solo, y mi única idea es correr todo lo que puedo y llegan lo mas lejos posible entre la muchedumbre de corredores. Los espectadores empiezan a exclamar y hacer la ola mejicana mientras los corredores se preparan mental y físicamente para los tres minutos de locura.

De repente, el sonido infernal y ensordecedor del cohete señala la salida de los toros. Desde mi posición, miro atrás, y veo que un montón de corredores se dirigen hacia mí. Los más locos y más valientes suelen esperar cerca de la salida de los toros. Yo estoy a unos 50 metros más arriba de la cuesta y veo lo que viene detrás de mí. Los corredores me pasan rápidamente pero quiero esperar hasta ver a los toros. Mientras tanto, tengo que esquivar a quienes corren hacia mí. De repente, un español grande y torpe, casi me atropella y detrás de él veo un toro grande y fiero. Con un grito mujeril, salgo corriendo como si fuera un dibujo animado de Warner Brothers.

Corro tan rápido como puedo y ya no me acuerdo del consejo de un amigo para correr más tranquilo al principio. No me atrevo a mirar hacia atrás. Oigo el sonido de cencerros y el ruido de pezuñas tocando contra el suelo.

En frente de mí, un montón de hombres, mujeres y bestias corren y caen como fichas de dominó. Evitar las caídas es el problema primordial e intento seguir corriendo como puedo. Choco contra un español entrado en años que había caído y le grité una disculpa mientras sigo corriendo. La ley del más fuerte se entiende.

Ya estoy agotado y no respiro bien. El corazón está latiendo furiosamente. Me temo que el toro me va a pillar. Pero, de repente, veo la entrada a la plaza de toros y el final de la carrera. Un toro me pasa en la última curva pero no me hace caso y corre adelante, hacia el ruedo. Parece que no estaba atraído por mi apariencia inglesa. La sensación de haber conquistado al toro fue algo inolvidable y tengo el deseo ya de volver a correr en Pamplona 2009.

Desgraciadamente, los toros mueren por la tarde en la corrida de toros.

International Herald Tribune, El otro encierro de Pamplona

Este artículo se introduce en poco más en lo que es la fiesta y ofrece un artículo de interés hasta para el que la conoce profundamente.

El otro encierro en Pamplona, un acontecimiento sereno y sagrado.
Pamplona’s other running of the bulls is a quiet, sacred affair

Publicado en el International Herald Tribune, remitido por Associated Press, el 11 de julio.

Mientras que la noche cae sobre una ciudad atiborrada de gente de juerga, un ritual sereno y sagrado sucede. Los seis toros que intervienen en el encierro de la mañana siguiente ya suben por la calle al toril, donde van a pasar su última noche. Sólo hay algunos pocos vecinos de Pamplona a la vista para ver el suceso. Los toros recorren la distancia entre los dos toriles por un camino corto y silencioso. Aquí no están los miles de visitantes y turistas que van a ver los mismos toros mañana por la mañana. Los de aquí vienen para ver el traslado de los toros porque tienen un venerado respeto por el toro y miran el acontecimiento en un considerado silencio. Los únicos sonidos perceptibles son las pezuñas de los toros golpeando el suelo mientras el sonido hace eco contra las murallas medievales de la ciudad.

Incluso muchos de los corredores más curtidos pasan por alto este acontecimiento. Dicen que trae mala suerte ver los animales la noche antes de que arriesguen su vida frente de los toros en el encierro de la mañana. Las fiestas de verano más populares de España, los ocho días de juerga y encierros tienen todos los adornos del marketing moderno – camisetas, páginas web, souvenir, y todo lo demás-. Pero este primer paso, por la noche, parece un acontecimiento privado que ha cambiado muy poco en los últimos cien años. Incluso el Ayuntamiento sólo saca unos dos cientos de entradas para repartir entre el publico.

«Parte de su encanto existe precisamente en que parece algo secreto», dice Humberto Miguel, uno de los pastores que guía los toros por la ruta, que mide unos 500 metros de largo. Los toros van de un toril, ubicado fuera de las murallas, a otro dentro de la ciudad donde pasarán la noche antes de ser sueltos por la mañana por las calles de la ciudad. Allí les esperan montones de corredores listos para correr delante de ellos, con las televisiones filmando para difundir todo el evento en directo para todo el país. Es la última noche para los toros porque mañana por la tarde van a participar en la corrida y eso significa su muerte con toda seguridad.

El desconocido ritual de trasladar los toros de un toril a otro tiene mucho que ver con la siempre complicada tarea de tratar con grandes fieras. Pamplona está en el norte de España, pero la mayorías de las ganaderías están en el sur del país. En el siglo diecinueve había que cubrir todo el trayecto a caballo y caminando. Cuando llegaban a la ciudad cubrían al trote el recorrido hasta los toriles. «En 1898 varios toros se separaron e iban sueltos por la calle. Un tremendo susto para los ciudadanos. Fue entonces cuando las autoridades decidieron cambiar las cosas» según Humberto Miguel.

Un solar de una antigua fábrica sirvió para construir unos toriles donde podrían descansar los animales. Además, prepararon un camino para llevar los toros por la noche a los corrales del encierro. Este trayecto dura solo un minuto largo y se conoce como el «encierrillo» – el diminutivo del «encierro» – que es como se conoce el acontecimiento de correr delante de los toros. Los toros suben al toril con cabestros para que así todos los animales se queden en grupo, sin dispersarse.

La policía toca una corneta para avisar de que todo está listo antes de soltar los animales. El discreto sonido no tiene nada que ver con el ruidoso cohete de la mañana. «Aquí todo es silencioso, la idea es que todo sea como algo privado» dice Humberto. El ayuntamiento saca unas entradas para el público para que puedan ver cómo los toros salen de un toril y entran en el otro. Por la mitad del camino los toros y los pastores suben por el río y las murallas de la ciudad. No es preciso hacerlo así, podrían llevar los toros en camiones de un lado a otro, pero Pamplona quiere mantener la tradición. «Los que vienen a ver cómo se hace el traslado son amantes de los toros», dice Humberto.

Ciertamente, la cultura taurina y los toros tienen interés para mucha gente. Durante, el encierro está prohibido tocar o poner mano en el lomo del toro – a pesar de que algunos siempre quieren hacerlo – y los de Pamplona suelen increpar e incluso golpear a los que tocan el toro así.

Humberto me cuenta que a veces algunos de los corredores habituales suelen llamarle para preguntar por toros la noche antes del encierro. La superstición les impide venir para echar un vistazo. Una noche de esta semana, una vecina – Charo Elizondo -, mujer de mediana edad, estaba mirando como pasaban los toros y se fijó que un toro estaba un poco nervioso -a pesar de los mansos que estaban a su lado-. «Eso significa que el toro ese está fuerte,» dice Elizondo. «Mañana el encierro estará especialmente peligroso.»