Métete en la fiesta. Toros, sangría, guiris y cuadrillas

SANGRÍA, EL ELIXIR DE LA FIESTA
«Vino tinto, agua, azúcar, ácido cítrico y extractos naturales de frutas y de canela. 5,5 grados de alcohol». Esta es la fórmula ‘industrial’ de una sangría que se vende en botellas de plástico. Nada que ver con la auténtica sangría, of course, hecha con frutas naturales (limones, naranjas, melocotones), vino de verdad, azúcar… y que se deja macerar durante horas antes de tomarla. Dicen que a Hemingway le chiflaba la sangría, pero seguro que probó muchas y muy buenas, nada que ver con la que corre a mares estos días por las calles de Pamplona.

En sanfermin, la sangría y el kalimotxo (vino con cocacola) riegan los cuerpos y las calles sin medida. Una buena sangría cuesta un pastón, así que la mayoría opta por un sucedáneo, barato, y que cumple su función alcoholizante y de juerga sin dejarte despeluchao. Para muchos, no hay nada más divertido que regar a sus amigos con la divina sangría. En el chupinazo, en el tendido de sol, en las peñas… es la compañera inseparable. Te guste o no, o te la tomas o te bañas en ella. Y en ese ajetreo sin duda te vas a topar con una botella de sangría Don Simón, fabricada en el sur de España por la centenaria empresa García Carrión.

La sangría la trajeron los ingleses a España en el siglo XIX. Y, como ocurre con la tortilla de patata, cada cual tiene su receta propia de sangría. Aunque estos días poco parece importar su sabor: lo que se trata es de bailar y cantar y hacer el gamba. ¡Bebes loquesea con tal de emborracharte!

2014-07-07_itxa_guiris

GUIRIS HEMINGWAYNES
Los guiris (así llamamos aquí a los extranjeros) que vienen a Pamplona son muy agradecidos con las tradiciones: ellos se tunean cual hemingwaynes recién salidos de un gimnasio; ellas recuerdan a algunas pelis de Hollywood. Vestidos de blanco, pañuelo rojo al cuello, sonrisa de buen rollo y completan el disfraz de fiesta con una bota de vino que suelen llenar con sangría y que llevan pegada a todas horas. Echan un trago cuando apetece y en cuanto surge la ocasión rocían con ella al primero que pase por allí.

Muchos de estos guiris, los más jóvenes, van en su cuadrilla, luciendo la misma camiseta. Se mueven en manadas, exaltados y felices, cantan, ríen, beben, bailan, se desmelenan… ante la mirada sorprendida de los locales, algo más contenidos. Luego, cuando a unos y otros les ha subido el alcohol hasta las cejas, guiris y locales se desmadran por igual, se arriman y se mezclan en la juerga.
Where are you from? This is your first time in Pamplona? The bulls will run tomorrow here. Con unas pocas frases simplonas puedes hacer amigos guiris en sanfermines, porque lo de menos es la conversación. Bebes un trago, suena una txaranga, levantas el vaso de sangría, kalimotxo o caña, y la música hace el resto. A Hemingway le encantaba dejarse llevar por la marea humana. Lo contó con una prosa exquisita en su archicomentada novela, «Fiesta«, y a los guiris que aterrizan en esta ciudad siguiendo sus pasos, también parece fascinarles este carnaval con ecos ancestrales.

2014-07-07_itxa_encierro

«PERO SIGO SIENDO EL REY»
Sin duda, lo que hace únicas estas fiestas son los encierros. Vilipendiados por unos y ensalzados por casi todos, generan una expectación difícil de explicar. Dos o tres días antes del comienzo de las fiestas, los 48 toros que protagonizan el espectáculo por la mañana –una carrera vertiginosa de 850 metros– y mueren en la plaza de toros por la tarde, aguardan su destino fatal en los Corrales del Gas. Agrupados por sus respectivas ganaderías, allí pasan sus últimos días.

Muchas personas se acercan para verlos a pocos metros. Juntos y sin mozos alrededor, todavía parecen más bestias, más enormes, más potentes. Apenas se mueven, impasibles, concentrados como los leones en la selva. Al menor movimiento, sus cuernos parecen embestir el aire.

Estos días lluviosos se les ve embarrados, pesados. Cuesta imaginarlos correr con semejante mole de carne encima. Y sin embargo, lo harán, cuesta arriba, más de 500 kilazos, los hay hasta de 600… Los miuras, los victorianos, los doloresaguirre, los jandilla… Quienes saben de toros los diferencian sin problema.

Como siempre en estas fechas, el fantasma de la muerte planea por las calles. Hasta hoy se cuentan 16 mozos muertos en un encierro, la mayoría veinteañeros, entre ellos un mexicano y un estadounidense. Pero ha habido decenas de heridos a lo largo de la historia. Este año, a iniciativa de varias asociaciones ciudadanas, se ha colocado un poste de hierro en el vallado, como recuerdo «a los fallecidos en el encierro».

2014-07-07_itxa_cuadrilla2

SIN CUADRILLA NO HAY FIESTA
Vivir los sanfermines es vivir en cuadrilla. Sin ella la fiesta no es fiesta. La cuadrilla aglutina los deseos de juerga, cobija de posibles muermos, sube la moral y te ayuda a disfrutar de estos días de locura. Las cuadrillas siguen su liturgia festiva: quedar para almorzar juntos el día 6 en un bar, una bajera, un portal a pie de calle, bebes, te abrazas todo el rato, y luego juntos al chupinazo con unas cuantas botellas de sangría sin tapón, porque la policía no te deja pasar para evitar lanzamientos.

A excepción del día 6, las cuadrillas jóvenes suelen salir al atardecer, tras una mítica siesta, para «darlo todo» durante la noche y dormir de día. El set de supervivencia consiste en llevar un teléfono móvil viejuno para que no te lo roben, el dinero y las llaves escondidos donde puedas (las chicas en el sujetador, los chicos en los calcetines); ponerte algo raro, un gorro, gafas multicolor con bigote, diadema, collar de flores…. Cada año salen nuevos inventos. Lo habitual es comprar a un africano altísimo alguna chorrada para hacer el tonto.

No faltan los selfies a todas horas, hacerse fotos gansas, cenar bocata, esperar interminables colas para ir a un baño público, ver los fuegos artificiales sentados en la hierba, luego un buen concierto (la edad que tengas suele marcar la plaza a la que acabarás yendo) hasta las tantas de la madrugada y luego enganchas con los bares y te metes en el que suena la música que te apetece. Y va corriendo la noche, el alcohol, el rímel, el cachondeo, hablas con los guiris…

A la que te descuidas, te plantas en las 6.30, hora de bajón, mueres de sueño, de hambre, a veces de frío… hay que esperar al encierro ¡hasta las 8! Algunos se quedan en la calle, otros eligen ver la entrada del mogollón en la Plaza de Toros. Hasta ahora era gratis pero este año cobran 3 euros y tendrás que comprar entrada. Cuando termina el encierro, sueltan las vaquillas: si algún gracioso se pasa con ellas tirándoles de la cola o haciéndoles guarradas, te sumas al abucheo estruendoso que suena desde las gradas.

Por fin termina la jornada. Demacrado general. Caretos para echar a correr. Maquillajes a corros. Ojos desencajados. Hay que desayunar: churros con chocolate para los exquisitos; los hambrientos, hamburguesa o bocata; también el clásico café con leche y cruasán. ¡Ya falta menos… para ir a la cama! Un último esfuerzo y te vas arrastrando hacia tu casa, la casa de tu amigo, la de tu abuela, el hotel, el camping, la pensión… lo que sea con tal de tumbarte, solo o acompañado, por fin y esperar a recomponerte en unas horas.