Funes. Navarra.

Decepción, por Mat Dowsett

«El arte de agradar, es el arte del engaño», Luc de Clapiers

Tengo en mi poder una bella fotografía, tomada por mi esposa con una cámara SLR digital básica, corriendo un encierro en Navarra hace unos años. Para mí la imagen es tan buena que sería muy difícil mejorarla. En la toma se me ve por la calle, sin hacer estupideces, con los cuernos de los toros que se acercan tras de mí dando un aire fuerte de peligro y también de belleza.

Los edificios de la ciudad y el vallado ayudan a enmarcar el momento. No hay nadie en la toma mas que un corredor y los animales. Un encierro. Lo que lo hace más dramático es el hecho de que se obtuvo en blanco y negro, lo que permite una atmósfera cambiante. Si corriese un millón de encierros apenas podía esperar una imagen mejor e incluso el gran Jimmy Hollander me ha comentado la calidad de esa foto.

De hecho esto es sólo una parte de la historia. La imagen no es una mentira, pero tampoco es totalmente honesta, y aunque me encanta, también detesto abusar de ella sabiendo que no transmite la totalidad de ese momento en Funes, Navarra, hace casi una década.

«La fotografía siempre ha sido capaz de manipulación» escribió Joel Stenfield, y él estaba absolutamente en lo cierto. No hay ningún truco de Photoshop aquí. No hay ningún truco añadido. No hay manipulación del color, contraste o brillo. El original no ha sido alterado, excepto por el hecho de que ha sido recortada. Ahí reside la diferencia.

En la versión original, sin recortar, se puede ver que hay otros corredores a mi izquierda y derecha que aclaran que no estaba solo, no era el único corredor en peligro. La versión original también deja claro que estábamos llegando al final de la carrera y el refugio de las barreras estaba a sólo una docena de metros de distancia. Lo que es menos evidente es la distancia real a la que los toros estaban detrás de nosotros. La cámara actúa para acortar estas distancias, lo que significa que no estaban tan cerca como la imagen sugiere. Eso no quiere decir que no estuvieran cerca, pero ciertamente teníamos un poco de espacio para respirar. En la imagen el toro aparece por debajo y en la versión sin recortar no tan buena como la modificada.

«La fotografía es sobre descubrir qué puede suceder en el marco. Cuando pones cuatro aristas alrededor de algunos hechos, cambias esos hechos», Garry Winogrand.

Así que la hermosa imagen, recortada de la original es un engaño. No hay crimen aquí, pero ciertamente es un engaño.

No hay nada inusual en esto. Desde los albores de la fotografía e incluso antes de los orígenes del arte del retrato, los seres humanos hemos tratado de enmarcar nuestras experiencias y nuestra imagen de la manera más halagadora posible. Siempre queremos que el artista o el fotógrafo «saquen nuestro lado bueno». A nadie le gusta una imagen poco favorecedora y es muy poco probable que entonces la enseñe. Me di un paseo por las redes y esta situación se hace evidente: la imagen es todo. La presión sobre las personas para extraer sus vidas hacia las redes sociales con el fin de retratar una vida perfecta es abrumadora.

Esto no es diferente en Pamplona cuando llega el encierro, fotografiado a una pulgada de su vida, se convierte en el escenario final para el ego, y también para el engaño. A media tarde, después de que el drama de la carrera se ha alejado con el calor, las tiendas de fotos bullen como una colmena. Entre los turistas y los mirones que observan las fotos con admiración en los ojos, hay también un número de corredores que buscan desesperadamente esa imagen casi perfecta que prueba su valor como corredor, que demuestra su valor dentro de esta familia de aficionados que llevan la carga de la expectativa como un atlas moderno. Para correr el encierro de manera diferente a como lo haría un novato hay que soportar una parte de esta expectativa. Se convierte en una necesidad de demostrar, una necesidad de mostrar evidencia, una necesidad de justificar y una necesidad de satisfacer la autoestima. Ir a Pamplona, correr toda la semana y disfrutar es magnífico, pero salir sin evidencia de los triunfos es un desastre para muchos, a pesar de las opiniones de Marco Aurelio a Kipling.

The perfect image. Photographer: Javier Martínez de la Puente
The perfect image. Photographer: Javier Martínez de la Puente

No es de extrañar que el engaño se arrastra; Tiene un hogar natural en el anfritrión para adherirse.

Howard Jacobson escribió; «… cualquiera que no puede soportar mirar el reflejo de su conciencia en el espejo de un crimen, sólo tiene que aplastar el espejo para sentirse inocente».

Tomando prestada esta cita también podríamos decir que cualquiera que no puede soportar o aceptar una mala carrera sólo tiene que cambiar la historia para sentirse mejor. De esta manera se emplea el segundo elemento de engaño, manipulando el cuadro mental más que el físico.

«La verdad es lo que digo que es», dijo Jacob Kerns y así, después del encierro, hacemos nuestros sutiles cambios; Recortando el recorrido real aquí y allá para apartar las partes indeseables, añadiendo un poco de color extra para hacerlo más atractivo, cambiando la lente de un ojo de pez a un teleobjetivo que estrecha el campo de visión. De esta manera terminamos con una versión más cómoda y una imagen que somos más felices de compartir para descartar. Hay que olvidar siempre, porque no hay crimen si alguien tiene una mala carrera. No necesitamos reinventar todo. No todas las experiencias tienen que ser retratadas en una luz positiva. Pero somos humanos. Entonces, ¿con qué frecuencia hemos escuchado a los corredores afirmar que el cuerno de un toro los amenazaba por escasos centímetros cuando, en realidad, eran muchos? ¿Con qué frecuencia hemos escuchado los corredores afirmar que estaban justo en frente de los toros cuando estaban más adelante o fuera a un lado? No es de extrañar que el Bar Txoko después del encierro se conozca a veces como «Liar’s Corner» (El rincón de la mentira).

Ray Mouton, escribiendo en su libro «Pamplona», expresó lo siguiente: «Parece que las exageraciones son la regla, no la excepción, entre los estadounidenses en Pamplona. Muchos exageran el número de veces que han estado en Pamplona, ??el número de veces que han corrido con los toros, así como golpes, moratones, varetazos, arañazos e incidencias menores con los cuernos. Una especie de compulsión inexplicable supera a algunos norteamericanos en Pamplona que aprovechan la fiesta como una oportunidad para la autopromoción, y los escritores a menudo actúan como protagonistas sinceros cuando realmente realizan publicidad encubierta de sí mismos, ofreciendo una imagen Hemingwaysquiana.

La tradición puede haber comenzado con el mismo Hemingway que exageró en las noticias que envió desde Pamplona y en cartas a amigos como Ezra Pound. “El hombre mezquino está ansioso de hacer alardes, pero desea que otros crean en él. Se entusiasma con el engaño, pero quiere que otros le tengan afecto. Dirige su vida como si fuera un animal, pero quiere que otros piensen bien de él», apuntó Xun Kuang.

Por lo tanto, no es inusual oír una historia de un encierro que ha sido dramáticamente embellecido. No es raro ver que las palabras de un mozo no coinciden con las imágenes en la televisión, en internet o en los periódicos. El engaño puede ser increíblemente sutil, inocente, o puede ser una mentira grotesca.

Entonces, ¿Qué es lo que accesorio y lo trascendente en esta cuestión? En resumen, está mal, y es barato hacer afirmaciones que no son ciertas. En un evento tan noble como el encierro de Pamplona? Los corredores deben mantener su integridad. Esto no es sólo para sí mismos sino para la reputación del encierro como un todo y la comunidad que lo rodea. Cuando alguien miente sobre sus logros puede obtener cierta gratificación temporal, pero no más que esto -el resto se devaluará-.

¿Quién es mejor, un buen corredor que exagera o un corredor medio que es honesto acerca de sus limitaciones? Los medios de comunicación social parecen favorecer a la primera, con tristeza. «Se supone que un periodista presenta un retrato imparcial de un evento, una visión desprovista de emociones íntimas. Esto es imposible, por supuesto. El encuadre de una imagen, por su propia composición, representa una elección. El fotógrafo elige qué mostrar y qué excluir «, apunta Alexandra Kerry.

¿No deberíamos ser imparciales sobre nuestras propias demandas? Antes de emplear demasiada indignación justa, pregunte quién no ha hecho esto. ¿Nadie? ¿Nunca? ¿Quién no es culpable de esto aunque sea de alguna manera? ¿Y qué es tan terrible sobre el uso de un lenguaje ligeramente más descriptivo cuando se habla de algo visceral, intenso y profundamente personal? Antes de condenar primero recordemos que reside en la naturaleza humana exagerar. Rufus Wainwright habló de hacer lo mundano fabuloso y Marina Tsvetaeva escribió: «Un engaño que nos eleva es más caro que una serie de verdades bajas». ¿Entonces dónde está la solución? ¿Intentamos cambiar esto o aceptamos que los humanos siempre emplearán el engaño y no hay nada que podamos hacer al respecto? En última instancia, lo llevamos en nuestra propia conciencia, pero debemos saber que cuando engañamos en el encierro no estamos producimos ningún beneficio y además estamos abiertos a la contradicción gracias a la cobertura de los medios de comunicación y muchos otros testigos. Nos estamos haciendo trampas al solitario, sólo nos estamos engañando a nosotros mismos.

Mientras tanto mi propia fotografía permanece a un álbum, en lugar de permanecer orgullosa en una pantalla.

Barriers

Change

By Mat Dowsett

“When looking back doesn’t interest you anymore, you’re doing something right.” Anon.

Around a decade ago there was a lot of dissatisfaction aimed at the moves to make the encierro safer around La Curva. The use of a coating on the street to give the bulls more grip was at the heart of this change. Whether or not it was the only factor, there was certainly something going on and morning after morning the bulls seemed to be going around La Curva cleaner than they ever had, the occasional exception noted. At the time I wrote a piece asking; “What future now for La Curva?” The famous “threading the needle” run from the doorways of Mercaderes and up onto Estafeta was gone, perhaps for good. The photographers massed on the barriers are still able to capture images fit for the newspapers, but the heyday of running the curve is gone.

This has caused a lot of heartache but also a lot of denial as runners cling on to the past and find themselves trying to reproduce it, but only end up standing the street as the arse-ends of cattle move swiftly away from them. There are runners who want a return to the old days and would rather the manada broke up on the walls of the famous curve, but it seems that the current state is here to stay, for a while at least.

Pamplona and the fiestas have been changing for as long as anyone can remember, and even longer than that. In some ways the changes are glacial – a small element here and there – a new feature, a new rule, a new bar, a new venue. Other changes are swift and sure but are absorbed into fiestas with barely a second glance. Remember when the bandstand was abandoned for the huge stage in the Plaza del Castillo?

Other changes feel more significant such as the bulls on La Curva or the red line down on Santo Domingo.

Over the years there have been some very dramatic changes. The txupinazo was nothing like the spectacle it is now and evolved through various stages, including a man letting off a rocket in the Plaza del Castillo surrounded by a small group of bemused children, eventually reaching the mass participation event it is now. The encierros have also moved hours not once but multiple times to reach the 8am start that is in place now. High kerbstones and round cobbles have been replaced by flatter pedestrian areas and even the encierro route has changed significantly, the last time being in the 1920s.

Some will argue, and with justification, that the changes are not always justified and are often for more sordid reasons. In Pamplona this will often come down to money and reputation. The Ayuntamiento does not want to have the stigma of deaths on its hands and so is likely to keep making changes to ensure the encierro is safer and safer – the cost of popularity. Other changes are to extract every last Euro from the pockets of the million people that turn up to party in the old city. It is certainly the case that not all changes are for the better, no matter how inevitable they are, and not all changes are done with an honest and transparent intent.

Many changes are received on a personal level. Old timers will particularly bemoan the loss of Casa Marceliano on the Calle Mercado off Santo Domingo. This bar and hostal has a kind of legendary status among the long-standing fiesta lovers as being a famous hangout, bed for the duration of fiestas, or perhaps just one night, and spiritual home of a number of fine American and Western bull runners until it was closed down in 1993 and absorbed into the council buildings. Old timers will wistfully talk about the good old days and the strong implication is that if you never drank in Marcelianos then your history is not worth considering. An elitism grows up around the past as a clique of the chosen ones looks down patronisingly at the newcomer wannabes. Yet all is in constant flux and the fashionable bars often fade out of favour as other places drift into the sphere of influence. It is not uncommon to see lone old timers sitting grimly outside Bar Windsor, gravely clinging onto the past.

It is understandable. Humans have a reluctance to change and to move on. There is a very natural desire to yearn for “the good old days”, but we do this with blinkers, ignoring or forgetting those parts of the past which, if we had to live with them again, we would find intolerable. John Green rightly said that “Nostalgia is inevitably a yearning for a past that never existed.” Memory is selective and tends to favour the positives over the negatives. We view the past from our comfortable middle age, our affluent self-confident and our assumed wisdom, forgetting that 20, 30, 40 years ago we were not affluent, confident or wise. Sure, we were young, but we did not truly know what to do with it and now we are left mutter variations of the classic lines from Elizabeth Akers Allen; “Backward, turn backward, O Time in your flight, make me a child again just for tonight!”

Karen Ann Kennedy sums it up very nicely when she says:

“There is a difference between thinking about the past and living in it. Sometimes we live in the past because it’s familiar – we know what happened; there are no surprises.”

She goes on to say:

“Living in the past is a problem because it robs you of the opportunity to enjoy the present.”

I would go a step further when it comes to San Fermín. Living in the past only encourages a new generation to venerate something they never witnessed, to aspire to something that is long gone and to disown the present. In doing so this deprives us of the honest happiness of the future.

“Tout passe, tout lasse, tout casse…” goes the French proverb, and it is true.

Whenever we are faced with change we go through a curve taking us from denial, to resistance, to acceptance and finally to moving on. How quickly we move through the change curve depends on many factors, not least how invested in the change we are personally. We can move through quickly, unconsciously even but if things go wrong or we hate the change then we can be stuck in different stages like an old timer, sitting alone outside a bar, still thinking that it’s 1969.

That’s not to say that there is no place for nostalgia and romance. These are a pair of benevolent old souls that visit us from time to time. We should always humour them, listen to them and smile at their stories, but then we should wave them farewell until they pass our way again.

San Fermín will go on changing and there may be some intolerable changes to absorb. Consider that in San Sebastian de los Reyes they have moved the encierro to 11am. Imagine that in Pamplona if you can. And, horror of horrors, one day we may have to face the ultimate change in the loss of the encierro totally. Younger and younger people will come to fiestas and they will care less and less for your history, your traditions, your stories and particularly the way you think fiesta ought to be enjoyed. What will you do? Will you stubbornly hide away under the shadow of huge parasol, mulling over the past, or will you embrace the change?

As Alan Watts said:

“The only way to make sense out of change is to plunge into it, move with it, and join the dance.”