Bill Hillman en el callejón de la plaza de toros de Pamplona. Cerca de donde sufrió la cornada. Foto Mikel Ciaurriz

Esta es la historia de Bill Hillmann

Bill Hillmann se crió en un duro barrio de Chicago. Estudiar física, el boxeo profesional, la literatura y los encierros… lo salvaron.

Primera parte (de tres). Leer segunda parte.

-Letras de Itxaso Recondo y fotografía de Mikel Ciáurriz-

“Un corredor norteamericano, co-autor de un libro sobre cómo sobrevivir a los toros de Pamplona, herido por asta de toro”. Este titular dio la vuelta al mundo. El corredor no era otro que Bill Hillmann. Bromas aparte, sobrevivió. En aquel momento lo entrevistamos en el hospital, a pie de cama. Contamos la historia que sucedió entre él y Mikel Ciáurriz, fotógrafo de sanfermin.com. Hemos querido conocer más a Bill Hillmann, su faceta de escritor, su experiencia vital… y esa pasión que siente por los encierros. Y la mejor manera de hacerlo es a través de su novela, “The Old Neighborhood”, para la que se ha basado en su propia vida.

Publicada este mismo año en Estados Unidos, ha obtenido excelentes críticas. Hace unos días, el famoso escritor británico Irvine Welsh decía acerca de ella en la prestigiosa revista Jot Down: “En el nuevo milenio, sólo he estado interesado por dos libros, el primero es ‘The Old Neighborhood’, de Bill Hillmann…”. Pronto la podremos leer también en español. Mientras, Hillmann nos cuenta qué le llevó a escribirla.

Old Neightborhood BillHillmann
Best Newbook 2014 by Chicago Sun-Times. Editorial Courtside Explendor 2014

El protagonista de tu novela es Joe Walsh, un adolescente sensible que crece en un mundo sórdido y violento, entre pandillas callejeras que se lo juegan todo. ¿Hay algo de ti en ese personaje?

Joe se parece mucho a mí cuando yo era un niño. Le suceden cosas parecidas y crece en una familia similar a la mía, que vive en el mismo barrio. Pero mi vida no ha sido tan dura como la suya. Mi sensibilidad está en él, y también mis sentimientos, mi lucha por mejorar y por tratar de superar las dificultades. Aunque somos distintos, probablemente él tiene mi esperanza y mi corazón.

Has crecido en la ciudad de Chicago, en un entorno parecido al que relatas en la novela. ¿Has perdido a alguien importante en tu vida, como le ocurre al protagonista?

Sí, claro. A parte de la pérdida de mi abuelo, a quien yo quería mucho, la que más me impactó fue la muerte del mejor amigo de mi hermano: lo mataron los miembros de una pandilla callejera, de un tiro en la cabeza. Él era un artista, un músico, un líder carismático y una buena persona, que agrupó a un montón de jóvenes que, como mi hermano, andaban un poco perdidos en la escuela, y les influyó de forma muy positiva.

Bill Hillman en Baluarte de El Redín en Pamplona. Imagen, Mikel Ciáurriz.
Bill Hillman en Baluarte de El Redín en Pamplona. Imagen, Mikel Ciaurriz.

¿Qué edad tenías entonces?

Yo tendría unos 9 o 10 años. Fue una época extraña para mí porque me preocupaba mucho de mi hermano, que iba con una pandilla callejera, y temía que lo mataran, o que él matara a alguien. Como muchos otros niños, era testigo de cómo mi propio hermano participaba en esas guerras callejeras, porque me contaba lo que habían hecho, cosas terribles. Para mí fue una época dura, no sabía nada acerca de la muerte, porque era muy crío, pero vivía con la tensión de que mi hermano podía morir en cualquier momento.

¿De qué modo impactó eso en tu vida posterior? ¿Viviste una adolescencia difícil?

Sin duda tuvo mucho impacto en mí y supuso un gran trauma. Porque los niños no suelen estar expuestos a este tipo de emociones, y cuando ocurre es terrible, y luego eso los persigue hasta su vida adulta. Todas esas emociones bullían dentro de mí de adolescente, y me metía en muchos líos, fue una época triste. También perdí en cierto modo a uno de mis hermanos, el mayor, porque lo encarcelaron por robo a mano armada esa misma época. Me relacionaba con él sabiendo que era como dos personas diferentes, el que me sonreía y era majo conmigo, y el que actuaba cuando no estaba conmigo, que robaba, disparaba, y hacía cosas horribles a la gente, hasta que lo metieron en la cárcel… Fue traumático.

«Como muchos otros niños, yo era testigo de cómo mi propio hermano participaba en esas guerras callejeras, y temía por su vida»

Bill Hillmann junto al revellín de la Catedral de Pamplona. Imagen: Mikel Ciáurriz
Bill Hillman junto al revellín de la Catedral de Pamplona. Imagen: Mikel Ciaurriz

Entonces, ¿tu hermano era un tipo temido en el barrio, un líder pandillero?

Sí. La gente me decía: “Tu hermano es un tipo horrible, es malo, nos da miedo… tú eres un Hillmann, y eres como él”. Todo el mundo en el barrio lo temía. Eso me dolía y me enfadaba mucho. Yo lo defendía porque era mi hermano, y le quería. Así que acabé atraído por esa violencia callejera, empecé a meterme en líos. Eso me separó de una parte del vecindario que era muy positiva para mí. Yo no era como mi hermano, pero tampoco iba a pedir perdón por ser su hermano, y corté con esos niños. La mayoría de los niños son buenos, pero a veces la situación que viven los empuja a hacer daño. Sigue pasando hoy en Chicago, miles de niños se están perdiendo, enrolándose en pandillas criminales, pueden ser niños muy sensibles, inteligentes, que podrían hacer algo positivo para el mundo… pero esa oscuridad es muy potente allí y los arrastra.

En la novela, la carta que escribe desde la cárcel Pat a su hermano pequeño resulta conmovedora. ¿Qué significado tiene para ti?

¿Esa carta? En la cárcel, Pat está forzado a ver lo que puede pasarle a Joe en la calle. Pero empieza a darse cuenta de que no quiere eso para su hermano pequeño. El libro trata también del ciclo de la violencia: en el fondo, todo el mundo quiere romperlo, no seguir en lo mismo… pero no saben cómo. Pat lo rompe. El chico más temido del barrio, desde la cárcel, muestra compasión por su hermano y lo libera de ese círculo maldito. En el fondo, trata sobre la compasión. Las pandillas necesitan reclutar nuevos miembros, si no, desaparecen, y los mayores atraen a los más jóvenes, por eso continúan existiendo. A través de esa carta me gustaría abrir una posibilidad de cambio para romper el ciclo de violencia.

«Esta es la historia de un padre que no es perfecto, con muchos problemas y dilemas, pero que lucha por ser un buen padre»

Entre todos los personajes de tu novela, ¿cuál te inspira más amor?

El padre, sin duda. Cuando empecé a escribir el libro me di cuenta de que estaba escribiendo una historia sobre un padre, un padre que no era perfecto, con muchos problemas y dilemas, pero que luchaba mucho por ser un buen padre. Y le costó años entender, cambiar y superarse. Quería contar la historia de ese progreso, cómo evolucionaba a la par que sus hijos crecían. Sentí que ésa era la historia más importante dentro del libro.

Tu propio padre tiene una historia de novela. Fue el líder de una pandilla muy temida en Chicago, aunque luego se salió. ¿Cómo consiguió escapar de ello y formar una familia?

No escapó, y eso es extraño. Se quedó viviendo en el mismo barrio en donde él había peleado tanto de joven y había atacado de forma brutal a otras personas. Pudo seguir mirando a la cara de la gente, y si hablaban mal de él no le importaba, estaba demasiado ocupado trabajando para alimentar a sus seis hijos. Poco a poco fue cambiando, en la medida en que amaba a sus hijos, su determinación por tener una familia honorable lo fue transformando, pero huyó de su pasado.

¿Y qué personaje se te ha resistido más a la hora de darle vida?

Quizás el hermano policía, porque ser policía es un trabajo muy duro, están tan torturados por su trabajo, les cuesta desconectar de esa relación antagonista con el mundo. Tenía que demostrar que estaba en lo cierto, porque la policía conoce qué pasa en una ciudad mejor que nadie, y suelen tender a odiar la ciudad donde viven porque la conocen muy bien. Su punto de vista es muy valioso, aunque sea incómodo. Si quieres conocer bien una ciudad, debes conocer el punto de vista de quienes más la odian, porque probablemente la conocen muy bien.

¿Qué has aprendido en tu época como pandillero en las peleas callejeras, y que ahora te puede servir cuando corres los encierros con los toros?

¡Ahhh… buena pregunta! Podría hablar largo y tendido sobre esto. Lo primero que me viene a la mente es que en una pelea callejera debes estar muy presente en ese momento, no te puedes despistar ni perder detalle de lo que ocurre a tu alrededor porque te pueden hacer daño. En el encierro con los toros es lo mismo, debes estar muy atento a lo que sucede delante tuya, detrás, a los lados… si alguien se ha resbalado, porque eso puede significar que otros se caigan, que tú tropieces y también caigas… y entonces tengas que saltar: además, los animales llegan por detrás, los tienes que oír, saber si han enganchado a alguien, observar sus gestos, prever qué harán… Es muy difícil aprender todo esto, yo sigo aprendiendo cada vez que corro.

«Confié demasiado en los demás corredores,

creí que todos estaban ocupándose de que el toro volviera a la manada,

pero me equivoqué»

Este año te pilló el toro. ¿Te perdiste algún detalle?

En parte, una de las razones por las que me pilló el toro es porque confié demasiado en los demás corredores, confié en que todo el mundo estaba en lo mismo, ocupándonos del toro que andaba suelto de la manada para conducirlo hacia el callejón, pero me equivoqué. Había gente que no se movía, que se quedó quieta. Aprendí que no puedes confiar, lo mismo que en la calle.

Primera parte (de tres). Leer segunda parte.

Letras de Itxaso Recondo y fotografía de Mikel Ciáurriz.