Pío Guerendiáin y los fotógrafos de Sanfermin.com @Carlos Mediavilla

El fotógrafo de la temida curva

Pío Guerendiáin se despide de la gatera con un encierro impactante

Hoy era el último día en que Pío Guerendiáin (Pamplona, 1946) retrataba el encierro desde su gatera. Tras ella ha estado medio siglo y un año. Un lugar privilegiado para verse cara a cara con los toros… sin peligro. Los temidos Miura han hecho de las suyas allí mismo: uno de ellos se ha vuelto, creando escenas de pánico. Y allí estaba el objetivo de Pío, como cada día de los Sanfermines, para captarlo y sentir el impresionante golpe de los toros contra el tablero que lo protege. Esta vez, quien ha caído delante de su gatera ha sido un mozo australiano y tres miuras se han empotrado contra el tablón donde él se resguarda.

Una despedida cargada de emoción, que le ha reportado un buen puñado de fotos impactantes. Nos lo ha contado él mismo al terminar el encierro, antes de la cita con todos los fotógrafos de sanfermin.com, con quienes lo hemos retratado. Le echaremos de menos los próximos Sanfermines, aunque esperamos que siga retratando el encierro y buscando esa imagen nunca vista que todos los artistas como él persiguen.

Imagen de Pío Guerendiáin desde la gatera, hoy mismo @Carlos Mediavilla
Imagen de Pío Guerendiáin desde la gatera, hoy mismo @Carlos Mediavilla

Este es un año muy peculiar, de despedida para ti.
Sí, es el último año en ese lugar como usuarios de una bajera que mi familia la ha ocupado con diversos comercios desde 1754, cuando llegó mi tatatatarabuelo desde el pueblo Guerendiáin. Se llamaba Miguel Guerendiáin de Guerendiáin. Luego siguió la familia, con Lorenzo, Alejo, Tiburcio, Pablo, yo, Pío, mi hijo, mi sobrino y ahora mi nieto. Somos ocho generaciones desde entonces.

Desde ahí consigues una visión única.
Sí, es un punto de vista parecido al de los fotógrafos que están en la curva de Mercaderes, entre las vallas, con la ventaja de que ves toda la curva del cuerno del toro. Yo saco de frente, los veo de cara, cómo vienen, y me ven y me miran. Tengo fotografías que lo atestiguan.

¿Cómo miran los toros?
Miran fijio y también miran cuando pasan junto a la gatera estrecha y larga, giran el ojo y miran para dentro. ¿Verán? ¿O no verán? Dicen que los toros son bastante miopes pero a lo mejor de cerca ven más. Este año, uno metió el morro en la gatera, e impresiona.

Tú puedes observarlos desde una distancia muy corta. ¿Cómo son?
Ves una cosa muy potente, con mucha fuerza, que se mueve a una velocidad increíble, y que tiene tacto, que nota dónde está. La prueba es que cuando un toro metió el cuerno en la gatera, al lado tengo una columna de hierro recubierta de madera en la que dejó la marca, pero la punta del cuerno estaba buscando salir, tanteando, a una velocidad muy importante. Cuando un toro cornea a un torero, por ejemplo, se dice que tiene una herida de X centímetros de entrada, pero no se sabe cuánto de salida, porque dentro la punta no es que intente cornear sino más bien quitarse de encima aquello y salir.

¿Sigues mirando a la cámara para sacar la fotos?
No, ahora ya sé el ángulo exacto que coge el objetivo y estoy mirando desde fuera, lo cual me permite ver el panorama.

Cuando entró el cuerno, ¿lo tocaste?
No, me daba mucha prevención y no sabría medir cuántos segundos estuvo, igual fue solo uno… pero lo ves.

La primera foto que sacaste del encierro, ¿la recuerdas? ¿Qué edad tenías?
Sí, la tengo, y la hice desde el balcón de la calle Estafeta porque el piso primero también era nuestro, en él vivían las tías Guerendiáin, con la tienda debajo. Fue en 1964 y yo tenía 17 años.

¿De dónde te viene esa afición a fotografiar los encierros?
El 13 de julio de 1924, los toros de Santa Coloma cogieron a mi padre en la curva de Mercaderes. Se pegó con la acera y se abrió una brecha en la frente que le dejó marca de por vida y los toros al pasar por encima con sus pezuñas le cortaron el bíceps y la oreja que se quedó en el suelo como cortada con una cuchilla. Se lo cosieron y se arregló sin problema. Y el corte del brazo también. Le quedó de por vida una alergia que le salía en forma de erupción cutánea cada año, después de sanfermines, era como si cambiara de piel. Esos mismos toros cogieron más adelante a Esteban Domeño, el primer muerto documentado del encierro. Mi padre, en nombre de los mozos de Pamplona, presidió el entierro de este joven y fue con el brazo y la cabeza vendados. He hecho muchas fotos de gente caída, documentando ese tramo del encierro, y quizás de forma inconsciente me empuja esta historia de mi padre, no sé. Sergio Oksman hizo un corto muy interesante con esa anécdota, titulado “Notes on the other”.

¿Ha cambiado mucho la estética del encierro en estos años?
Sí, sobre todo ha cambiado la cantidad de gente que corre. En aquella época, había mucha gente vestida de pamplonica pero no tanta como ahora; muchos iban de calle con estilo más o menos deportivo, y se corría en alpargatas. De ese modo, con menos gente, los toros podían ver la barrera al fondo y tomaban la curva haciendo la misma maniobra que los coches de fórmula 1, abriéndose previamente. La mayoría de los toros se ajustaban a la casa del número 2, la que está frente a nuestro edificio.

El tratamiento antideslizante que dieron al pavimento, ¿se ha notado en las imágenes?
Sí, los toros ya no se resbalan tanto como antes, aunque sí se atropellan a veces al chocar contra el vallado. Ha resultado efectivo.

¿Cuál es la imagen del encierro que más te gusta?
Los fotógrafos que, como yo, no tenemos un medio de comunicación al cual vender las imágenes lo más espectaculares posibles, buscamos una imagen utópica del encierro, la imagen más bella y diferente de todas las demás. La perseguimos todos los días. Aunque tengo la experiencia de 50 años, sigo pensando que no lo consigo. La vivencia real es tomar las fotografías en ese momento, y en mi caso, estoy sentado en una silla, viendo cómo los toros se me vienen de frente, y yo quieto, como don Tancredo.

¿El tablado aguanta el impacto de los toros?
Hasta ahora me ha protegido a la perfección. Y aunque te peguen un golpe fuerte, a veces todos a la vez, el olor a toro es muy fuerte, yo solo me apoya en una rodilla en el suelo, mi hombro ni roza el tablero. En mis fotos se ve cómo me va cogiendo el toro, me van a rozar donde tengo la cámara y la mano, y cómo tengo que separarlas para que no me lleven por delante. Al final termina viéndose el reborde del marco de la ventanilla.

¿De quién fue la idea de pintar el tablado?
En la época convulsa de la transición había muchas pintadas en ese tablón que lo afeaban mucho. Se me ocurrió que reproducir en él la hornacina del santo podría ser bonito y la gente lo respetaría. Le encargué a Patxi Marcilla que hiciera una pintura y este fue el resultado. Le pedí que pintara todos los pañuelos de las peñas, con sus escudos, y motivos de la comparsa de gigantes.

¿Cómo se te ocurrió hacer la gatera?
En 1991, a raíz de un encargo de una película sobre el encierro, se hizo la gatera para rodar desde ahí, la Meca lo aprobó y desde entonces lo he usado para tomar las fotos desde ahí.

¿Crees que el blanco y negro da mejores fotos del encierro?
La abstracción del color le da una mayor permanencia en el tiempo a la imagen, otra de nuestras utopías. Cuando crees que has hecho una foto que será intemporal, te das cuenta de que el pelo de la gente ha cambiado mucho, el atuendo, el calzado, las calles…

¿Alguna de tus fotos ha logrado esa permanencia?
Quizás la foto una que ganó en su día varios premios, incluido el prestigioso Negtor del año 1972. Es una fotografía de Paquirri, con el capote todo ensangrentado, mirando al frente y con la cabeza del toro y sus cuernos envolviéndolo. El arquetipo de torero no ha variado mucho, y esa imagen perdura.

¿Buscas más la estética que el momento?
Como no dependo de un medio que me exige la obra inmediata, reflexiono más sobre la fotografía intentando ir dejando esas fotos arquetipo que permanezcan. Busco más la emoción que el morbo e la cogida.

¿Qué consejo les das a los jóvenes en fotógrafos que vienen a retratar los sanfermines?
Lo primero, que se enteren bien de la historia de la fotografía de sanfermines. Deben conocer a los grandes fotógrafos que han pasado por aquí, Inge Morath, Cartier Bresson, Ramón Massats, Koldo Txamorro (cuyas fotografías no han sido del todo reconocidas, y es una pena), Francisco Hidalgo, que trabajaba para Paris Match, y un clásico como Nicolás Ardanaz. Luego, hay que tener una ética fotográfica, una preparación previa. Para mí la fotografía es Arte con mayúscula. Debes intentar que tu colección sea depurada y personal, una labor de por vida que nunca acabas. Y, por supuesto, trabajar.

¿Nunca te ha dado por pasarte al cine?
Es otra idea… Es un lenguaje diferente. La fotografía tiene más que ver con la literatura, y el cine, con el teatro. La fotografía tiene un poder de evocación enorme, y cada uno ve en ella seguramente lo que tiene dentro para ver de sí mismo. En el cine ya te lo dan hecho, puedes analizarlo y comentarlo, pero el autor de la fotografía te da la posibilidad de tener una idea diferente.

Ya no volverás a la gatera. ¿El tablón te lo llevas?
De momento sí. Prefiero guardarlo y a lo mejor el tríptico lo ponemos en alguna oficina o en casa de mi hija…

¿Sientes tristeza por la despedida de este lugar?
Sí, pero ya está asumido porque llevábamos años intentando comprar el inmueble al Gobierno de Navarra, pero no ha sido posible. No se sabe qué harán sus actuales propietarios. Llevo años y meses haciéndome a la idea, es otra época, pasaré la página y punto.