A la calle con lo puesto

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Crónica by Itxaso Recondo

Cuando termina el encierro, a las 8 y pocos minutos, se nota un ambiente especial. Los corredores se reúnen cada uno con su grupo de amigos y comentan cómo han vivido la carrera. Y todo el mundo a desayunar. Es el premio por madrugar.

Hoy día 8 de julio ha ocurrido algo diferente. Mientras nos arremolinábamos unos cuantos en un bar de la calle Estafeta, para ver la repetición del encierro por televisión, ha empezado a oler muy fuerte a quemado. Así que hemos dejado a los toros en la pantalla y nos hemos lanzado a la calle. Había una buena humareda.

En pocos minutos, han llegado dos camiones de bomberos, una ambulancia, la policía municipal y los forales. Todo un dispositivo de emergencia. ¿Qué habrá pasado? Un hombre descalzo, una señora mayor con su perro, un rubio alto en calcetines, un descamisado… Eran algunos de los ‘desalojados’ del incendio.

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A la señora la han atendido en la ambulancia. Los demás andaban por allí, esperando. Estaban durmiendo después de toda una noche de juerga, cuando les despertaron unos golpes en la puerta. Era la policía, que les avisaba para que salieran. Un incendio en el piso de la puerta de enfrente, en el número 61, era la causa.

Mientras los bomberos y los equipos de emergencia hacían su trabajo, los tres estadounidenses desalojados reían, charlaban y hacían bromas como si no pasara nada. El más alto había cogido su mochilón; los otros salieron con lo puesto, sin móvil ni pasaporte ni nada. El tatuaje de uno de ellos sonaba a coña: “Live once, live right” (vive una vez, vive bien).

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Al final, todo ha quedado en un susto. Los bomberos lo han sofocado en 10 minutos y las dos personas que vivían en el piso en el momento del incendio han sido trasladadas al hospital con leve intoxicación por inhalación de humo al intentar sofocar las llamas. Eso sí, la vivienda ha quedado perjudicada. Pero la rapidez en la intervención de los bomberos ha evitado un desastre mayor.

La gente ha vuelto a sus casas, la calle ha recuperado pronto su normalidad. La señora ya sonríe más tranquila. Su perro también se deja acariciar. Y aquí la fiesta no para.