Peter N. Milligan en el encierro de Pamplona.

BULLS BEFORE BREAKFAST, by Tim Pinks

This article was written back in June to be ready for the start of fiesta and the launch date of Peter Milligan’s book, ‘Bulls Before Breakfast’ But unfortunately, the chap at Sanfermin.com who posts them onto the web for me, Mr. Testis, was busy preparing for fiesta, and since then he has been even busier either getting his cojones fixed or making many cows happy (Mr. Testis: It´s true).

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¿De dónde sale tanta gente?

Si te van las culturas, los idiomas, la vida internacional, la mezcla… los nueve días de Sanfermin la ciudad se transforma en una caótica torre de Babel donde se pueden chapurrear lenguas varias, ligar con personajes variopintos o aprender geografía bailando con una txaranga.

La primera vez que llegas, alucinas con tanta peña. Luego te acostumbras. Ríos de gente vestida de blanco y rojo callejean a todas horas por el casco viejo. Y llegan de todos los rincones del planeta atraídos por la fiesta.

Cada año nos sorprenden diferentes visitantes. El pasado, por ejemplo, tuvimos gran afluencia de rusos. Éste, en cambio, han sido los terrícolas de ojos rasgados venidos desde China, Corea y Taiwan, quienes más interés han mostrado en conocer el jaleo sanferminero. Alguno se ha dejado ver corriendo el encierro.

Muchos de ellos han contratado su viaje a través de nuestra página web. Prefieren despreocuparse de todo el rollo (búsqueda de hotel, alquiler de balcón para ver el encierro, un sitio donde disfrutar del txupinazo sin pringarte, entradas para los toros, etc.) y dejarse guiar por un equipo local que le mostrará la fiesta desde dentro.

Nosotros de la fiesta sabemos un huevo –en esta web te damos consejos, te explicamos la historia, te guiamos por el laberinto sanferminero– pero de alojamientos casi nada. Así que dejamos en manos de un colaborador como Destino Navarra para que se encargan de esas tareas de logística. Mikel Ollo y su equipo de guías locales ‘pastorean’ a los turistas durante los nueve días de Sanfermin. Y están disponibles y atentos por si falla algo.

Este año, alrededor de 900 turistas de 35 países diferentes han confiado en nuestros servicios de asesoramiento turístico. Algunos de ellos repiten. Como los portugueses Pedro y Marina, que este año han vuelto, acompañados de sus dos hijos adolescentes. Y a juzgar por sus caras, se lo pasaron pipa.

Si alguien tiene duda de cómo va esto, que hablen con la pareja ganadora del sorteo de nuestro 26 Anibestiario. Vivieron una juerga cinco estrellas que, seguro, recordarán por mucho tiempo.

Entre los extranjeros, el turista estadounidense es, de lejos, el más numeroso. La estela que dejó Hemingway se deja notar, aunque también han venido más anglosajones de otros lugares, como la cercana Gran Bretaña e incluso desde las antípodas, de Australia y Nueva Zelanda.

A los anglófonos les siguen, por número, hispanohablantes de México, Venezuela y Argentina y, en menor medida, de Paraguay, Ecuador y Perú. Dentro de Europa, nuestras fiestas han atraído sobre todo a franceses, alemanes, suecos y noruegos.

Foto: sanferminbylocals.com

A star fell in the kalimotxo of Tom Turley

Tom Turley trabaja en catástrofes humanitarias y lleva 28 años corriendo el Encierro. Su historia es increíble.

La primera vez que el neoyorquino Tom Turley puso el pie en Pamplona fue en 1987, por Sanfermin. Al poco de llegar, le cayó una estrella en su kalimotxo. Conoció por casualidad a un abogado estadounidense, Ray Mouton, que le hizo un regalo increíble: cinco noches gratis en el mítico Hotel La Perla donde solía hospedarse el escritor Hemingway. A cambio, él se comprometía a regresar cada 6 de julio. De momento, ha cumplido. Y cada 5 de julio vuela desde Colorado, en Estados Unidos, a Pamplona.

La entrevista transcurre en el Caballo Blanco de Pamplona, punto de encuentro para muchos fiesteros locales y guiris, tomando un gintonic.

Llegas como estudiante, sin mucha pasta, y acabas en un hotel cinco estrellas. ¿Es cierta la historia o fruto de una juerga sanferminera?
Totalmente cierta. Primero conocí al hijo de Ray Mouton, Todd, charlando en una terraza. Me presentó a su padre, me preguntó dónde iba a dormir, le dije que en un parque, y me hizo la proposición: “Si me prometes que volverás los próximos Sanfermines, te dejo que duermas en el Hotel La Perla compartiendo habitación con mis hijos”.

Y aceptaste, claro.
Sí, sí, y los dos años siguientes también pude compartir la habitación con sus hijos en el mismo hotel.

¿Quién era este hombre, un millonario?
No, qué va. Ray Mouton entonces era un abogado con bastante prestigio. Nació en Nueva Orleans. Ahora ya está retirado, se dedica a escribir, vive en la localidad francesa de San Juan de Pie de Port. Le encanta Europa. En 2002 publicó un libro sobre Pamplona y la fiesta.

Sigues viniendo desde entonces. ¿Cómo te has apañado después?
Conocí a una amiga muy cercana a la peña taurina de los americanos y durante mucho tiempo me dejaba un piso en el casco viejo para quedarme, hasta que lo vendió. Ahora me suelo alojar en el Hotel Eslava, que son como mi familia aquí.

¿A qué te dedicas profesionalmente?
Estudié Economía y Filosofía, pero luego hice un par de masters en relaciones  internacionales y trabajo social. Me dedico a temas de ayuda humanitaria. Trabajo para una oenegé americana, Americares, con la que viajo a las zonas donde ocurren catástrofes, como los terremotos de Haití e Indonesia, por ejemplo.

¿Cuál es tu labor cuando trabajas?
Dirijo proyectos de logística, hago un poco de todo, “jack-of-all-trades”, chico para todo. Si va a llegar un avión con medicinas, lo organizamos todo para transportarlas en camiones desde el aeropuerto al lugar que corresponda. A veces colaboramos con otra oenegé que tiene sede en un país donde no tenemos oficinas, entonces ellos son nuestro consignatario, y voy para averiguar que está todo conforme a nuestra reglas, verifico, hago el reporte…

¿Sueles estar en contacto con la gente o tu labor se ciñe a la logística?
Bueno, no me toca vivirlo tan en directo como a los equipos médicos, pero sí veo mucho. Mis amigos me dicen “qué bueno que vas allá”, pero para mí es lo normal. A veces se me pega el sufrimiento que veo, pero me he acostumbrado.

Entre tanto viaje, ¿cuál es el lugar que más te ha impactado?
(Tom se pone serio y se toma un respiro antes de contestar). Sin duda, Ruanda, en el 94. Fui a Tanzania porque había 250.000 refugiados que habían huido de Ruanda. Era mi primera vez en África, y flipé. Me tocaba mucho aquel sufrimiento… Visitando un hospital, pasamos por un parque con niños: me fijé en un muchacho unos cuatro años, guapísimo, con una venda en la cabeza. Pregunté qué le había pasado. “Un golpe con machete”, me dijeron. No me lo podía creer. Para mí fue terrible.

¿Tuviste que trabajar en esa zona mucho tiempo?
Todos salían de Ruanda hacia Zaire, un millón de refugiados. Me enviaron allí y a Goma. Se desató una epidemia de cólera y cada día morían entre 3.000 y 4.000 personas. Cada mañana, cuando íbamos a los campos de refugiados, veíamos montones de cuerpos enrollados en mantas para que se los llevara luego un camión. Un horror. Eso fue lo más duro, y todavía hoy me duele al recordarlo.

Pero, ¿estuviste en Ruanda?
Fuimos semanas después, para montar un centro de salud. Buscando un espacio entré en una escuela y había un cuerpo muerto, y muchas marcas de balas y sangre en las paredes, porque habían matado a varias personas allí. Y Ruanda es un país tan bonito, la gente es tan maja fuera del conflicto…

También estuviste en Banda Aceh, cuando el tsunami. ¿También te impactó?
Sí claro, pero lo de Indonesia era un desastre natural, el más grande que he visto, pero no como el de Ruanda, que fue producido por la humanidad.

Tú llevas muchos años corriendo todos los días el encierro. ¿Cómo fue tu primera vez?
En el 87, el último día de Sanfermin. Aparqué la juerga ese día y me acosté pronto. El plan era correr en Telefónica. Me dijeron que si había montón en el callejón, me tirase al suelo o subiera al vallado. Entonces yo no hablaba nada castellano, pero conocía la palabra “mira”. Ese día corrían los Miura, y sabía que eran los más peligrosos y tal. De pronto mientras corría escuché “mira, mira, mira”. Y me tiré al suelo debajo del vallado. Me pareció todo tan rápido… que casi no me entero. Pero ese gusanillo me atrapó para siempre.

¿Tienes una estrella en Pamplona?
Sí, la ciudad me ha tratado de maravilla. El primer año cuando conocí a americanos que llevaban 20 o 25 años viniendo pensaba que estaban locos. Pero después de correr el encierro me dieron más ganas de volver, de conocer gente, de hacer amigos… Luego aprendí español… y los amigos del encierro decían “éste vuelve”.

¿Dentro del encierro se hacen buenos amigos?
Sí, y seguimos en contacto todo el año. Es un sentimiento de hermandad. Compartir con ellos ese momento antes del encierro es muy especial, porque siento que me han aceptado.

Para correr el encierro hay que estar en forma. ¿Practicas algún deporte?
Esquiar, bici de montaña, bici de pista, kite-surf… Durante algunas temporadas hago a diario, pero no siempre.

A parte del encierro, ¿qué más te gusta de las fiestas?
El Txupinazo, me encanta ver el cambio que experimenta la ciudad el 6 de julio, por eso intento llegar la víspera, el día 5. Con el tiempo he aprendido a apreciar otros momentos, como la Procesión del día 7, que me la enseñó un amigo americano: escuchar a Mari Cruz Corral cantar una jota a San Fermín me impactó mucho, cantaba con tanta pasión que una vez se desmayó.

Los de Pamplona somos muy fans de la Comparsa de gigantes y cabezudos. ¿Y tú?
El otro día pasé por el hotel para coger una chaqueta y dinero, y en el vestíbulo estaban Caravinagre y otro cabezudo cambiándose: me quedé mirándolos como un niño.

Otra parte de la liturgia sanferminera son las corridas de toros. ¿Te van?
A los toros voy una vez al tendido de sol, con mis amigos, y otra, como mínimo, a sombra, con un buen asiento. Es una tradición de España muy antigua, quién soy yo para criticarla. O te gusta o no te gusta. Por lo menos, esos toros han vivido muy bien en el campo durante cuatro años. Los mansos corren peor suerte y se transforman en chuletón.

Cuando vas por las calles, ¿bailas con las txarangas de las peñas?
Sí, aunque voy un poco más tranquilo cada año… Los primeros días suelo tener más energía. Es muy bonito correr el último encierro y después celebrar que hemos sobrevivido, que lo logramos, y hacer unas risas.

¿Nunca te ha pillado el toro?
Sí, después de 26 años corriendo, un día ocurrió. Y me vio mi madre desde un balcón. Cuando murió mi padre, la invité a venir a Pamplona. Ella tenía 78 años. Hicimos un plan de viaje perfecto: vendría el 10 de julio y el 12 nos íbamos a San Sebastián porque su mejor amiga estaba allí de vacaciones.

¿Tu madre te vio correr el encierro en vivo y en directo?
Pues sí… era el día 12, ella estaba con Ray Mouton en un balcón, y yo abajo, en la curva de Mercaderes, frente a la tienda de Kukuxumusu. Subía la calle Estafeta corriendo y vi que un chico delante de mí se iba a caer, pensé que no le daría tiempo a incorporarse y decidí saltar por encima pero… se levantó, choqué con él, pasó la manada, me quedé quieto: venían dos mansos y dos toros por detrás; a otro mozo que estaba en el suelo, uno de los mansos lo saltó, pero a mí me pisó con la pezuña en la espalda y me rompió 4 costillas. Pasé cuatro días en el hospital.

Vaya trago para tu madre. ¿Cómo reaccionó?
Ella me quería llevar a Nueva York pero la convencí de que nos quedáramos y la madre de un amigo, Txapo, la acompañó en autobús hasta Donostia para reunirse con su amiga. ¿Qué habría pasado en el cosmos para que, después de 26 años corriendo el encierro, el único día en que mi madre estaba viéndome, yo acabara en el hospital?

Bueno, pero no fue nada grave…
Sí, y al final, la experiencia resultó muy positiva porque ella pudo conocer a mis amigos de aquí, no sólo a los americanos, y vio todo lo bueno que yo recibo en Pamplona.

Foto: Javier Martinez de la Puente

Los guiris love la Fiesta

Kurt Davies (en la foto) lleva desde enero viajando por el mundo. Tras graduarse en la universidad, salió de su paradisíaca tierra a la aventura. Este neozelandés de 22 años ha recorrido 25 países y no ha querido perderse Sanfermin. Ha dormido unas horas en un parque, se ha vestido de blanco riguroso y luego se ha ido a correr el encierro.

La experiencia ha sido, reconoce, lo más increíble que ha hecho en su vida. Pero una cornada que ha visto a un palmo de sus narices le ha quitado las ganas de volver a correr.

Y es que hoy el encierro nos ha dejado imágenes insólitas y varios heridos por asta de toro. El más grave, un estadounidense de 20 años que corría en la Cuesta de Santo Domingo. Quizás también se estrenaba en el encierro, pero ha tenido peor suerte que Kurt.

Este viernes 10 de julio se cumplió un año de la cogida de otro norteamericano, Bill Hillmann. La suya fue una cornada muy ruidosa porque había escrito un capítulo del libro “Cómo sobrevivir en el encierro”. Pero él no se ha rendido como Kurt sino más bien lo contrario: encontró inspiración para su siguiente libro, ya a la venta, “Mozos”. Y ha vuelto para correr cada día como hace desde hace 11 años.

Sanfermin embruja a muchos guiris. Caen seducidos por esa combinación de toros y fiesta en la calle. Ayer Kukuxumusu entregaba el Premio al Guiri de este año, el francés Jean Pierre Gonnord. Al acto acudieron varios de los premiados en anteriores ediciones y amigos suyos. Como el inglés Frank Taylor, campeón de natación, que ha preferido venir a Sanfermin en lugar de competir con otros ‘delfines’ como él en Rusia.

¿Qué encuentran los guiris aquí? La noruega Maggie viene desde hace treinta años sin interrupción. Viene a ver toros y a bailar. Dice que en su país no hay lugares donde se pueda bailar a cierta edad. Y le fascina que estos días en Pamplona bailemos a todas horas, en todas partes, jóvenes y mayores. Viéndola moverse cuesta creer que esta nórdica, funcionaria de Educación especializada en políticas sociales, criada en Nueva York, de madre bailarina, apasionada por el flamenco, sólo pueda bailar a su aire estos días.

A la rusa Anna Nelubova, Guiri 2014, no la veo bailar, pero me cuenta que los toros le cambiaron la vida. Vive entre Moscú y Málaga, intentando atrapar la belleza de esos bichos con sus pinceles y con la cámara de fotos. Cuando el Ballet Ruso está de gira por España, ella lo acompaña como fotógrafa y también ayudante. En vez de vestir al torero, como hacen los mozos de espadas, ella asiste a los bailarines con su indumentaria.

Toros y baile. Los guiris andan embrujados estos días por nuestras calles. Observan fascinados nuestras costumbres ancestrales. Algunos se pillan unas cogorzas monumentales. Otros deambulan sonrientes con cara de “no me lo puedo creer”. Si los ves saltando con las peñas, a lo mejor el hechizo ha hecho su efecto y el año que viene volverán.

Sin ellos Sanfermin no sería lo mismo. Nos han abierto los ojos y el corazón. Por eso en Kukuxumusu les dedicamos un merecido premio. Porque los queremos mucho.

“I’m scared to death”

Los encierros de Pamplona dejan siempre imágenes electrizantes. Los toros corren tan rápido que es un visto y no visto. Pero el encierro comienza bastante antes de las 8 de la mañana. Los minutos previos al comienzo de la carrera, los corredores y corredoras –que aunque muchas menos, las hay– se agrupan en una especie de manada humanoide para darse ánimo, calor, abrazos. Saben que se juegan mucho en unos segundos.

Si ves el encierro desde un balcón bien situado, a poco que observes percibirás que algo importante está a punto de suceder. Las caras de los corredores que saben de qué va la fiesta hablan solas. En silencio. Se miran. Se buscan. Como los buenos amigos. En esos 30 minutos de espera, la camaradería se impone. Y si pudiéramos filmar todo lo que pasa por sus cabezas, fliparíamos.

Sin embargo, los 875 metros del encierro comprenden tramos que escapan a la vista desde un balcón. Ocurre, por ejemplo, en el callejón que escupe a toros, mansos y corredores a la Plaza de Toros, ya casi en el final. Allí son los fotógrafos y los cámaras de televisión quienes ven por nosotros.

Hoy 7 de julio corrían los temidos toros de la ganadería extremeña Jandilla. Unos bestias con alas. Me recordaban a los velocistas de los cien metros, como el jamaicano Usain Bolt. Han corrido sin entretenerse, seguros, directos, lanzados. Con algún que otro momento de miedo pero sin grandes sobresaltos. Y al igual que cada año, a los pocos minutos de terminar lo hemos contado en imágenes.

En un rápido vistazo al resumen fotográfico del encierro, uno siempre busca los cuernos cerca de algún corredor, la vuelta por los aires, el quiebro, las caras de susto… Y se nos escurren los pequeños detalles.

A mí hoy me ha atrapado esta corredora, la de la foto, que en medio del callejón chorreado de sol se lleva las manos a la cabeza, y se encoge como una croqueta temiendo lo peor. Los demás siguen, ella se para. ¿Qué ha pasado? ¿El miedo la ha paralizado? ¿Cuántas pulsaciones tiene en esos segundos? ¿Es suyo el pañuelo bajo sus pies? ¿Es su primera vez? ¿Sabía de qué va la fiesta?

Como tantas preguntas, se quedarán en el aire, o en el ruedo. Imposible dar con ella entre la marabunta de gente. El pintor Antonio Eslava interpreta el encierro como una danza. Ancestral. Y contemporánea. Bella. Poética.

La postura y el gesto de esta chica podrían inspirar una coreografía. Aunque aquí en este caso no es imaginaria. Oigo su voz en mi cabeza: “Me muero de miedo. ¡No puedo más!”. Y cuando parece que llega el final, el toro ha pasado sin ver que estabas ahí, acojonada.

Foto: Javier Ibáñez

¿Qué haces aquí, Hemingway, sin tunearte de blanco?

Estos días por Pamplona se dejan ver unos cuantos dobles de Hemingway, barbiblancos, con generosas carnes y aspecto de abuelo de Heidi. Hoy hemos pillado a uno de ellos in fraganti, sin tunear, el que sale en la foto. Bueno, a lo mejor es el mismísimo Hemingway, que se ha reencarnado para pasearse de incógnito y revivir su fiesta preferida.

A Hemingway Pamplona le debe mucho: sus escritos y reflexiones sobre la fiesta pusieron esta ciudad en el mapa del mundo. Miles de personas vienen cada año atraídas por lo que se cuenta de los Sanfermines. La mayoría nunca ha leído “Fiesta”, ni lo hará nunca, pero les suena que aquí pasan cosas increíbles, como que todo el mundo se viste de blanco.

Hoy ya estamos en pleno follón festivo. Una parisina de origen navarro ha encendido la mecha del Txupinazo. Su abuelo, Honorino Arteta, logró escapar a Francia, con un balazo en la pierna. El resto de sus 21 amigos y compañeros, todos republicanos, como él, no tuvieron tanta suerte. Era el 23 de agosto de 1936, en plena guerra civil.

Honorino formaba parte de la peña La Veleta, fundada en 1931 por gente de origen humilde y de clase obrera. Ese año Hemingway también vino a los Sanfermines. Los de esta Peña querían distinguirse de alguna forma durante las fiestas, y eligieron vestirse todos igual, con un sencillo atuendo blanco, popular, asequible para todos.

Desde entonces, Pamplona por Sanfermin se viste de blanco y rojo. La mayoría de los visitantes también cumple casi a rajatabla con el ritual. Si llegas a Pamplona en medio de las fiestas, te metes en la parte vieja y no vas tuneado de Sanfermin, cantas mogollón. Te sientes como un marciano. Y no te queda otro remedio que pillar camiseta, pantalón y pañuelo.

Durante muchos años, el traje era blanco impoluto. Hasta que un día a tres amigos se les ocurrió una majadería: diseñar una camiseta, hacer una tirada y venderla por las calles durante las fiestas. Así conseguirían pagarse sus kalimotxos. A la gente le gustó… y aquello marcó el comienzo de nuestra marca, Kukuxumusu, el beso de pulga ‘cocido’ entre kalimotxos.

Hoy en Pamplona por Sanfermin conviven los atuendos blanco impecable con una gran variedad de estilos, dibujos, frases, ocurrencias.

Este año cumplimos 26 Sanfermines reinventando la fiesta con los lápices. Y para celebrarlo hemos resumido el recorrido del Encierro en la camiseta del año, con todos los puntos de interés. Para que la gente de Pamplona pueda chulear del Casco Viejo y para que los turistas sepan lo que no deberían perderse. Así cuando se la lleven de aquí podrán contar sus historietas sin tener que poner el dedo sobre un mapa.

Ya huele a testosterona

Me he puesto a contar cabezas en esta foto. Pero es un mareo. Calculo unas cien. Podría ser una paella con mogollón de langostinos. Sólo veo dos gambas, quizás haya alguna más, escondida. Una frunce el ceño, la otra enarca las cejas. A saber qué están pensando.

“Apesta a testosterona”, dice la rubia. “Quién me manda a mí meterme en esta pocilga”, barrunta la morena. Parecen ajenas a la escena machoman rollo ‘Braveheart’ que protagoniza este bicharraco. Un ejemplar fornido en el gimnasio y bien tatuado, como manda la moda. Quizás se estrena en el Txupinazo, porque lleva un bañador y unas estupendas deportivas de marca que dudo mucho las vuelva a calzar. Los que nos sabemos el cuento llevamos unas zapatillas viejas que luego tiramos a la basura.

Esta escena es una de tantas que pueden verse desde un balcón el día 6 de julio, poco antes de las 12 del mediodía, en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona. Gambas y langostinos llevan el pañuelo rojo anudado en la muñeca. Es parte del ritual. El traje blanco ha pasado en pocos minutos a un rosa sangría de la barata.

Contamos las horas para el Txupinazo. Hace un calor de infierno. Huele a fiesta por todas las esquinas. Van llegando ‘guiris’ de los lugares más curiosos del planeta. Como los de esta imagen. Pamplona se prepara para el gran estallido.

Si continúa la sofoquina, las noches serán más divertidas. Nos bañaremos en cerveza y nos tiraremos por los parques a reposar la juerga. Vestidos de blanco, nos sentiremos iguales. Por unos días dará igual cuánto tienes en tu cuenta corriente, lo que debes al banco, qué cargo ocupas en la empresa, o si te acaban de despedir…

También vendrán personajes muy ‘vip’, pastosos y poderosos. Les gusta meterse entre la gente jugando al escondite. Pero a nosotros nos da igual. Aquí no hacemos ascos a nadie. En la calle poco importa quién eres, sino qué gracia tienes para bailar, con qué humor te tomas las bromas, si eres capaz de olvidarte por un rato de dónde vienes y a dónde vas.

Sanfermin hipnotiza, si te dejas llevar. La fiesta te integra en una pura anarquía. Una oportunidad de vivir una gran juerga, hacer nuevos amigos, ligar, enrollarte, flipar viendo el encierro, reír sin parar… Ah, y si te ves en la foto o encuentras a algún amigo o amiga entre este mogollón, escríbenos y nos cuentas qué gritaba el musculitos y si al fin logró volar.

Escudo de Larraga

Beyond the Walls , Organisation

By Matt Dowsett

Pamplona. Home of the running of the bulls and the fiesta to end all fiestas. San Fermín draws a varied and international following, but very few foreign visitors are aware that Pamplona is only the tip of the iceberg when it comes to fiestas and bulls. Across Spain and beyond there are many hundreds of fiestas and thousands of encierros every year. Within the old walls of Pamplona a local drama is played out on an international stage, but beyond the walls are the unseen and untold tales of the people, the bulls and the streets of these other fiestas.

You see it out of the corner of your eyes in fiesta. It doesn’t truly register because you are busy enjoying yourself and thinking of the encierros, the parades, the fireworks or simply where to go for your next drink. But it is there, in the background and hidden in plain sight.

The cogs turn, the engine throbs and the wheels move forward. Fiesta races on, but there has to be someone there to keep it working; someone to look after things and make sure it all runs smoothly.

We don’t want to admit it, because frankly the idea interrupts our fiesta mood, but quite a few people actually WORK in fiesta, do the crappy jobs in fiesta or have to spend time organising fiesta. There are plenty of elements of fiesta that are not much fun and thankfully they are generally done by someone else; bar workers, street cleaners, Police, medical staff, shop workers and event organisers. For them fiesta is not simply a party, it carries responsibility too.

Marisa, the Mayor (Alcaldesa) of Larraga from 2007 to 2011, was kind enough to give me an intimate peek behind the locked doors of the ayuntamiento. While nothing like the scale of San Fermín, the fiestas of San Miguel still hold all of the elements of a typical Navarran celebration and still need a lot of organisation.

Marisa explained that San Miguel was once 9 days in September but was reduced to 7 and moved to August in line with so many others of the region. Organising these fiestas is ultimately the responsibility of the Mayor who gets help from a consejal as well as a commission that meets to agree the events and to gather the opinions of local people who are paying for everything after all. Fiestas are funded through local taxation, an amount that varies depending on what events are wanted and also the economic situation. The downturn, for example, saw a reduction in events in many fiestas due to families being skint.

Planning normally takes 3 months in Larraga and while the core of the fiesta remains largely the same, there are still new or different elements every year.

Not surprisingly the most stressful element is the encierro. There are no corridas in Larraga but plenty of encierros and capeas. The last thing the Ayuntamiento wants is the bad news from some ignorant person getting on the front page of the Diario de Navarra for getting hurt in the encierro. Fortunately injuries from the vacas are rare. All the same a bare minimum of two ambulances must be present and paid for, sourced from different “empresas”. These are not state and there is actually a lot of competition and ultimately the choice will be determined by price. Minor injuries are dealt with onsite and more serious cases result in a ride to Pamplona, about 20 minutes away. Marisa told me that the encierro caused her the greatest worry as well as the fears for the families of anyone getting hurt. The Police, or more specifically the Alguacil, (Sheriff), is ultimately responsible for safety during encierros, cohetes and fireworks and can inflict fines on the town if it has not acted in a safe manner.

For Marisa in fiestas there was a lot of work; making sure everything was running smoothly and attending events with little time for family and friends. She admitted that she felt some dread as fiesta approached because of this. But similarly there were many good things, from lighting the cohete to start the fiestas, to giving the youngest babies and children their pañuelicos and the very moving day of the Patron Saint.

Despite an allegiance to a political party Marisa expressed her belief that politics and fiestas should be kept apart and that fiesta is for everyone. And like Pamplona on 15th July Marisa pointed out that in Larraga, when fiesta is over, life gets back to normal incredibly quickly, practically the next day.

Ole’ TODAY! The Sanfermin Echo. 05/07

Saturday July 5th 2014


These upcoming pages of The San Fermin Echo were first published in short form in the daily Navarran newspaper, ‘Diario de Navarra’ and in a longer version on their digital pages, every day from the 5th to the 15th. They’ve been changed a bit from the original as it’s now post-fiesta, but as San Fermin for me doesn’t begin to fade until a couple of months after it’s all over, we thought it would be nice to repeat and re-live those heady days of San Fermin 2014. We’ll probably put out two a week, so this first one has the day before fiesta, the 5th of July, and immediately following below it the one of 6th, when the craziness began. Fiesta is over now, but remember…¡ya falta menos!


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